“El mundo se va a acabar, el mundo se va a acabar, si un día me has de querer te debes apresurar”, cantaba la banda Mono Blanco en versos que luego serían recogidos por Molotov en su disco Apocalypshit, de 1999.

En aquella época pensábamos que con las primeras campanadas que marcaran el año 2000 las computadoras se apagarían y quedaríamos a la merced de nuestras (muy limitadas) capacidades. Desde entonces sobrevivimos al fin del mundo de los mayas, a diversas amenazas nucleares, al calentamiento global y a parte de la presidencia de Donald Trump.

Por fin parecía que podríamos descansar un ratito sin la molesta sensación de que mañana mismo nuestra existencia podría terminar en un santiamén, algo que, es cierto, puede ocurrir, pero de nada sirve pensarlo todo el tiempo. Sin embargo, la realidad nos tenía preparada una sorpresita.

Este mundo tan globalizado, con videojuegos en línea y hamburguesas triples, también tiene sus desventajas. Con lo cerca que estamos unos de otros (por los medios de transporte y porque somos muchos), un agente infeccioso puede dar vuelta el planeta ocho veces antes de que el primer paciente empiece a estornudar. Si no, pregúntenle al coronavirus, que viene ocupando un lugar destacado en la agenda noticiosa.

Para distraernos un rato de tanta muerte, este fin de semana recomendamos dos series que tienen como temática central los virus mortales que amenazan con terminar con la raza humana. La culpa no es mía, sino del algoritmo de Netflix. Que debe ser algo parecido a un virus informático.

Como en los mejores chistes de Condorito, si tenemos una noticia buena y una mala, debemos comenzar por la mala

La mala

Pandemia (Pandemic) es una miniserie documental que intenta abordar el esfuerzo de profesionales y héroes anónimos de todo el mundo por controlar las enfermedades que podrían extenderse y atacar a cientos de millones de personas.

Después de recordarnos el brote de gripe que acabó con 100 millones de personas hace poco más de un siglo, un simpático hombrecito canoso nos dice son seguridad: “No se trata de si va a pasar de nuevo, se trata de cuándo va a pasar de nuevo”. O algo así. A esa altura ya estaba llorando abrazado a un almohadón.

Las imágenes van contando en paralelo varias historias en diferentes partes del mundo. En la República Democrática del Congo, por ejemplo, un grupo de médicos lucha contra una epidemia de Ébola, con las dificultades que trae que milicias armadas disparen contra los servicios de salud por creer que son quienes llevan la enfermedad. En un hospital de India, ni la infraestructura ni los recursos humanos son suficientes para contener los brotes de gripe porcina que cada año se cobran varios muertos. Mientras tanto, un pequeño hospital de Estados Unidos lucha por mantener su magro presupuesto para no tener que cerrar y así enfrentar crisis similares.

Algunas narrativas son más interesantes que otras o están contadas de manera más ágil a lo largo de los seis episodios. Gracias al doctor Dennis Carroll (el canoso simpático), aprenderemos cómo los virus saltan de los animales salvajes a los de granja y de ahí al ser humano; por eso, durante una crisis anterior los vietnamitas debieron vacunar a cada gallina y cada pato de su país. Lo hicieron, y el problema fue controlado.

Por otro lado, la historia de Jake Glanville y su búsqueda de la vacuna universal contra todo tipo de gripes termina pareciendo un infomercial de su compañía Distributed Bio.

Finalmente están las subtramas que enojan, como la adorable y muy producida madre de varios niños que los educa en valores y ama profundamente pero es parte de un grupo de ignorantes que creen que es más importante la libertad de no vacunar a sus hijos que la salud de los hijos de los demás. Y por gente como ella Estados Unidos tiene el mayor brote de sarampión de las últimas décadas.

Se torna repetitivo sobre la segunda mitad, pero se vuelve necesario de ver en los tiempos que corren. Precisamente, el productor ejecutivo de Pandemia, Jeremiah Crowell, habló con Fast Company acerca del estreno de su documental y el brote de coronavirus. “Es asombroso e inquietante cómo los dos coincidieron, pero es una coincidencia absoluta”. ¿Coincidencia o la movida de marketing más catastrófica y despiadada de la historia? Ustedes lo juzgarán.

La buena

Medical Police

Medical Police

Después de fosas comunes e inmigrantes ilegales muriendo de gripe, el cerebro necesita algo que le genere una carcajada, o cuando menos una sonrisa. Y para eso, también en Netflix, está la disparatada comedia Medical Police.

Para comprender la existencia de esta serie hay que saber que es un spin off de Childrens Hospital, parodia de los dramas médicos que estrenó más de 80 episodios cortos en internet y en Adult Swim entre 2008 y 2016.

Para disfrutarla, sin embargo, no es necesaria esta información: solamente hay que desconectar el lóbulo lógico de nuestro cerebro por un rato y conocer el mentado hospital, que resulta ser el blanco de un atentado bioterrorista. Así, dos de sus profesionales deberán transformarse en agentes secretos del Centro de Control de Enfermedades y recorrer el mundo en busca de los responsables del peligroso virus y de una posible cura.

La inteligencia del humor de Medical Police está, irónicamente, en permitirse toda clase de chistes tontos. A medio camino entre la saga de La pistola desnuda y los sketches de Decalegrón, disfrutaremos de una burla a las películas de acción y espionaje cargada de humor absurdo y humor directamente choto, si se me permite la expresión.

Con la misma seriedad con la que Leslie Nielsen decía las barbaridades más grandes, los doctores Lola Spratt (Erinn Hayes) y Owen Maestro (Rob Huebel) se infiltran en edificios gubernamentales, escapan de prisiones y recorren el mundo a bordo de una camioneta manejada por Jason Schwartzman.

Si buscás la efectividad y la inteligencia del humor que Raphael Bob-Waksberg le imprime a Bojack Horseman o los diálogos impecables que Phoebe Waller-Bridge escribe y recita en Fleabag, esta definitivamente no es la serie para vos; ahora, si te gusta ese humor forzado, por momentos incómodo y a veces obvio (pero otras veces todo lo contrario), tengo una buena recomendación para vos. Pero apurate, porque “el mundo se va a acabar”.