Hoy a las 22.00 Cinemateca exhibe Historias extraordinarias (2008). Dirigida y escrita por Mariano Llinás, la película se compone de tres narradores en off, tres personajes principales: X, Z y H.

X se queda con el botín de un asesinato con el que no tuvo nada que ver. Z se deja llevar por los misteriosos mensajes ruteros que dejó quien ocupaba su nuevo puesto de trabajo antes de fallecer. H agarró un laburo que consiste en fotografiar monolitos en el cauce de un río. Pero el centro de la película es el acto de narrar.

Toda la película se trata de cuentos, grandes cuentos absurdos y pequeños cuentos no convencionales. En la gran mayoría de las ocasiones, los narradores anticipan los movimientos de los personajes con parsimonia, y en otros breves, sorprenden cuando se aparecen por medio de la metáfora. Dejan su mansa objetividad en pausa, para dotar con su impronta a esos rostros ilustrados en la pantalla.

Aunque por momentos se aten cabos, estos narradores no tienen un punto de llegada: las historias que allí suceden son como objetos de análisis, bichos que son observados al encontrárselos en algún tipo de situación, sea de vital importancia o no. Estos bichos aparecen distantes del espectador porque este es mediado por un tercero, por quien cuenta el cuento. Escucha lo que tiene para decir, sin sospechar de su engatuse. Sin embargo, la cercanía de estos narradores con los personajes es tan íntima que redondea los delirios de sus psiquis mientras ellos allí, en el escenario que se encuentren, se desplazan con cara de nada.

Esa distancia, ese vacío que se genera entre lo que el personaje nos muestra de él, pero no lo explicita, y la interpretación del autor, el narrador, es el germen de lo incógnito; la intriga permanente por saber más de estos ordinarios cuerpos que constantemente imaginan.

X se oculta con miedo de quienes quizás nunca lo estén buscando. Z cree haber encontrado un tesoro y H no tiene idea de qué hace buscando monolitos, que por alguna extraña razón explotan cuando los encuentra.

A X el botín lo lleva hasta una mujer, Lola Gallo, y se convence de que ella tiene algo que ver con el asesinato. X nunca la ve, ni cambia su opinión sobre ella. Sin embargo, la película abre uno de sus tantos capítulos para ver a esta mujer con una historia diferente a la que X o alguien podría esperar de ella. Un cuento corto en varios años. Ella, Lola Gallo, una vincha blanca y un buzo rojo, está dejando al hombre que la enamoró para dejarla y al nuevo hombre que la ama demasiado al son de una canción de Roberto Carlos.

Z, con tal de salir de la oficina, es capaz de perderse para siempre tras las huellas de un fantasma, y H, tras las de César, el hombre con los trabajos más absurdos en su experiencia, que a su vez aparece por medio de otra historia sobre dos señores que apuestan viejos odios para ver quién es más poderoso.

Un maletín adentro de otro

En una charla en el marco del DocMontevideo 2017, Mariano Llinás planteó un terreno en el que la ficción a veces se arma sola en la realidad, por lo tanto existe un suelo blando, casi líquido entre la realidad y la ficción. Lo demostró poniendo la escena de un registro de seguridad en un país extranjero en la que dos muchachos eran cómplices oportunos de un conflicto que llegaba a su conclusión frente a la cámara.

La expectativa que tenemos cuando algo aparece entreabierto es el momento de tensión entre dos miradas que se cruzan con una tercera que tiene un secreto. La dimensión del relato oral, que permite que una vida ordinaria, se vuelva exultante cuando en su camino se cruza un maletín con otra historia adentro.