Hace muchos, muchos años, cuando comencé a viajar en ómnibus solo (a los diez u 11 años), recurrentemente me entretenía con un juego imaginario: por alguna razón que no viene al caso –viaje interdimensional, abducción alienígena, vórtice infernal, poco importa–, el ómnibus en el que yo viajaba se salía de este mundo y quedaba librado a su suerte. Nos tocaba entonces a los pasajeros a bordo encontrar la manera de sobrevivir, y me entretenía pensando qué habilidades de supervivencia podía tener tal o cual pasajero y qué tal nos iría como colectivo ante esa situación extraña de Robinsons arriba de un Cutcsa.
Este viaje a mi memoria e infancia viene a cuento porque esencialmente es la misma premisa que utiliza la nueva serie de ciencia ficción belga Into the Night. Esta producción de Netflix pone rápidamente toda la carne en el asador: es una noche cualquiera en el aeropuerto de Bruselas, un grupo de pasajeros se apronta para tomar un vuelo con dirección a Moscú. Todavía falta para el despegue, recién subieron los primeros pasajeros de la clase Business, los pilotos todavía van y vienen ajustando detalles; incluso hay un técnico borrando un grafiti de un asiento. Pero en eso un soldado de la ONU –que trataba desesperadamente de comprar un pasaje para cualquier parte– se hace con un arma, aborda por la fuerza el avión y obliga al único piloto presente a despegar con la docena de pasajeros que ya subieron. ¿Su razón? Cuando amanezca, todos estarán muertos.
Obviamente que nadie le cree, pero el poder que tiene mostrar un fusil automático es sorprendente, por lo que el avión despega. No habrá mucho tiempo para dudas –ni para otra cosa: esta primera temporada de la serie dura seis episodios de escasos 45 minutos–, porque sobrevolando Islandia ya se verán las primeras consecuencias del pánico. Es que el sol ya ha salido en las Américas y Asia y allí ya están todos muertos (sí, en esta ficción duramos menos que un suspiro). Así, este puñado de sobrevivientes debe volar de un aeropuerto a otro y lograr reabastecerse a tiempo antes de que salga el sol, viajando permanentemente en la noche, con una única meta: conseguir combustible para poder seguir volando.
Lógicamente, es importante saber qué clase de personas hay a bordo y qué pueden –o no– aportar a esta precaria supervivencia. Y, a la usanza de la malograda Lost, iremos conociendo un poco de cada uno de ellos por medio de breves flashbacks que ofician de apertura de cada uno de los episodios. Esto nos sirve para tener un contexto y ayuda a construir protagonistas interesantes, por los cuales hinchar ante estas circunstancias tan adversas.
Los pasajeros son de todo tipo y color. Están el copiloto (Laurent Capelluto, visto en la reciente Zone Blanche), que ahora, por obligación, es el capitán, la ex militar que debe asumir el liderazgo (Pauline Étienne), el meteorólogo alemán que se volverá el referente científico (Vincent Londez), el turco de traje caro que despierta sospechas (Mehmet Kurtulus, el mejor del elenco), el racista insoportable (Jan Bijvoet), la influencer que no sirve para gran cosa (Alba Gaia Bellugi) y la enfermera que será la solución médica para todo (Bebetida Sadjo), entre otros.
No faltan antecedentes en el subgénero “thriller en avión”: una saga entera de películas cada vez más malas llamada Turbulencia, la adaptación de la novela de Stephen King The Langoliers, que guarda no pocos puntos de contacto con esta serie de hoy, y un gran clásico como es Descenso final, con Robert Urich. Sin embargo, está incluso más presente un concepto historietístico: el de El eternauta y aquella maravillosa idea del héroe colectivo. Ese aspecto de la creación del guionista Héctor Germán Oesterheld suena fuerte durante esta narración, porque sólo el aporte de todos y cada uno, sumado a lo que específicamente puede aportar cada cual, será lo que permita vivir otro día (o una noche permanente, más bien).
Es cierto que Into the Night no inventa la pólvora ni le cambiará la vida a nadie. Siendo justos, por momentos la verosimilitud se sostiene con palillos. Pero esto queda completamente compensado por el vértigo, la acción, la tensión y lo tremendamente adictiva que es esta breve serie, una completa sorpresa dentro de la grilla de Netflix. Como para maratonear un domingo nublado y quedar esperando la segunda temporada.