En Seinfeld, el comediante Jerry Seinfeld interpretaba a Jerry Seinfeld, un comediante. Además de preocuparse por las minucias de la vida cotidiana y las relaciones afectivas (eso que para muchos parece significar “la nada”), el show solía volver a la profesión del protagonista, no solamente revelando pormenores del oficio, sino además incluyendo fragmentos de su stand up.
Las comedias televisivas y el mundo del stand up tienen, en Estados Unidos, una relación bastante carnal.
Las sitcoms eran el siguiente paso lógico para muchos comediantes, que pasaban de llenar teatros a convertirse en “el hombre de la casa” de alguna serie. Y ese hombre (o mujer, pero ocurría menos) estaba basado en el personaje que había construido sobre el escenario.
Con la llegada de las plataformas de streaming se multiplicaron las posibilidades de ver a conocidos “personajes” del mundo de la comedia en su versión despojada y acompañados de un micrófono, así como a un abanico de “ilustres desconocidos”.
En esta ocasión, armé un menú de comediantes estadounidenses que tienen espectáculos estrenados en el último par de años, todos disponibles en el catálogo de Netflix. Y decidí empezar con el que sirvió de excusa para esta maratón y también para comenzar este artículo, una hora y media después de estar mirando un documento de Word en blanco.
Jerry Seinfeld: 23 Hours to Kill (2020)
En 1998, Jerry Seinfeld aparecía enterrando todo su material viejo al comienzo del especial I’m Telling You for the Last Time (Te lo digo por última vez, en español). Más de dos décadas después, y con 65 años al momento de la grabación, uno de los mejores observadores de lo ordinario estrena un nuevo unipersonal, en el que no muestra interés por la actualidad ni por los tiempos que corren, con lo bueno y lo malo que esto implica.
Dueño del escenario con una actitud casi de crooner, a los pocos segundos demuestra que sus obsesiones no han cambiado: la interpretación literal de los verbos proposicionales (get out, get back), la comida, el comportamiento de “los otros” en la vía pública.
Como un MacGyver del humor, utiliza los énfasis, los pequeños quiebres de su voz y la torpeza de sus movimientos para que funcionen algunos chistes que parecen estar construidos de materia prima. Alcanza por contemplar el segmento acerca del espeto corrido, en el que termina comparando los platos que allí se sirven con la última comida de un condenado a muerte. Por allí están algunos de los mejores minutos de su acto.
Las expectativas eran altas y el resultado final no deslumbra, aunque entretiene. A esta altura del partido su humor es una marca registrada, con miles de chistes que comienzan con “What’s the deal with...?”. Después de décadas escuchándolo en su serie, los especiales, las ocasiones en que es entrevistado y cuando cumple el rol opuesto en Comedians in Cars Getting Coffee, es difícil encontrar sorpresas.
A esto se suma que este millonario de 65 años tiene momentos en los que se comporta como un millonario, y otros en los que se comporta como un hombre de 65 años. Jerry podría estar en cualquier parte en ese momento, y de hecho se lo dice a su audiencia. Y, cada vez más parecido al cocreador de su serie, Larry David, es un viejo gruñón que no tiene interés en adaptarse a los tiempos que corren.
Esto se nota particularmente en su segmento sobre el matrimonio, que contiene algunas observaciones que podrían haber estado en el repertorio de Juan Verdaguer. Ya veremos más adelante que se puede hablar de las diferencias entre el hombre y la mujer, pero reducirlo todo al hombre sometido y la mujer sabelotodo no está a la altura del resto del legado de Seinfeld a la comedia.
John Mulaney: Kid Gorgeous at Radio City (2018)
Este especial no estaba en el menú, pero sentí la necesidad de verlo inmediatamente después de terminar el anterior. Aquel humor detenido en el tiempo fue contrastado con esta bocanada de aire fresco de un comediante de 35 años que tiene a Seinfeld como una de sus influencias.
Mulaney también se viste y se mueve por el escenario como un cantante de Las Vegas, pero sabe aprovechar sus características físicas: es alto y tiene una voz muy particular, que al principio parece monótona y después... Bueno, después también, pero la misma sensación que podemos tener después de nuestra primera exposición a una canción de Leo Maslíah se desvanece en minutos y (en los dos casos) deja paso a la risa.
La principal diferencia entre Seinfeld y este material, que también tiene mucho de observacional, es que este comediante es el protagonista de las historias que cuenta. Su madre es la que le reveló la presencia de un fantasma en la casa, su padre le dijo “no eres mejor que un nazi”, el instructor de seguridad de su escuela le explicó cómo comportarse si era secuestrado.
Su vida es material suficiente para que las carcajadas aparezcan, incluso en los momentos de humor negro, relacionados con la muerte y con la violencia hacia los niños, algo que él tuvo que oír de parte de su instructor cuando apenas era un jovencito impresionable.
El especial incluye una de las mejores comparaciones que puedan existir entre algo y el gobierno del presidente Donald Trump: es un caballo suelto dentro de un hospital. Nadie sabe cómo llegó ahí y nadie sabe qué hará a continuación.
Marc Maron: End Times Fun (2020)
Comediante de comediantes, conductor de un podcast que ya es legendario, cara conocida en series como Glow y películas como Joker, Marc Maron es una garantía en especiales de comedia. Y el más reciente podrá no ser tan redondo como Too Real (también de Netflix), pero hace reír y pensar, a veces al mismo tiempo.
Con un estilo radicalmente opuesto a los anteriores, este comediante de 56 años prefiere sentarse en un banco alto y se dirige al público con un talante mezcla de expositor de charla TED y sabio que ya recorrió demasiado y decide compartir lo que aprendió. Esta vez, su charla va y viene alrededor del fin del mundo.
Simulando el hilvanado de pensamientos de una exposición improvisada, tiene algunos momentos en los que no puede evitar ser el gruñón que no entiende por qué los niños del barrio se divierten jugando a la pelota, aunque no llega a los niveles de Seinfeld.
Dispara contra los ñoños, a quienes llama “grown men nerd childs”, pero se justifica diciendo que actualmente burlarse de ellos es golpear para arriba, ya que han dejado de ser una minoría perseguida. Sin embargo, cuando se refiere a ser “woke” y la nueva justicia social, algunos puñetazos terminan debajo del cinturón.
De todos modos, la gran escena que involucra al Apocalipsis, el vicepresidente Mike Pence, Jesús y un conocido superhéroe que también volverá de la muerte es una metralleta de carcajadas.
Michelle Wolf: Joke Show (2019)
La más joven de los cuatro (nació en 1985) copó los sitios de noticias hace un par de años cuando se presentó en la cena de los corresponsales de la Casa Blanca, un evento anual que incluye la presentación de un comediante tomándole el pelo al presidente. Ese momento se enmarca en la vieja tradición del roast, en la que un homenajeado es blanco de todos los chistes.
Si pueden, busquen el roast de Stephen Colbert a George W Bush en 2006, que es un ejemplo de brillante humor político.
Donald Trump no quiso someterse a la potencial burla, así que envió a su secretaria de Prensa y Michelle Wolf, con su humor que “no toma prisioneros”, la roasteó tanto que generó una controversia en todo el país y los organizadores tuvieron que declarar que reverían el formato de la cena de aquí en más.
Esa es Michelle, que en su especial comienza refiriéndose a cómo las nutrias “violan” a las focas bebé y no se detiene un segundo, mientras recorre el escenario con sus championes de taco y eleva el tono de su estridente voz.
Su ametralladora toca varios puntos recurrentes en el stand up realizado por mujeres, pero que seguirán teniendo vigencia hasta que los tiempos cambien: el embarazo, la menstruación, el aborto, el feminismo, todos con grandes hallazgos de texto y remates de precisión quirúrgica, que incluyen una “autotentación” que a otros comediantes no les funcionaría tan bien.
Un par de veces se va al pasto, pero eso es un riesgo cuando se ejecuta humor a tan alta velocidad. Y casi siempre es preferible ver a un comediante que arriesga y se pasa aquí y allá que a otro que juega demasiado a lo seguro. Como el espacio debajo de la puerta en los baños públicos.