Decir “Wuhan” ahora es abrir de golpe la compuerta que provoca la inmediata avalancha de conceptos como “coronavirus”, “pandemia” y “murciélago”. Es una pena que la ciudad no haya pasado a la historia por este negrísimo policial ambientado en sus calles, una de las mejores películas del año pasado, que ahora encuentra sobrevida en su estreno por Mubi.
El protagonista de The Wild Goose Lake es Zenong Zhou (el expresivo Ge Hu), capo de una pandilla de ladrones de motocicletas a quien encontramos escondido, herido, esperando por su esposa bajo la lluvia junto a la terminal de ómnibus. Sin embargo, no es ella quien acude a la cita, sino Aiai Liu (estupenda Lun-Mei Kwei), una prostituta que le asegura que está allí en representación de la esposa en cuestión y de sus amigos, pronta a ayudarlo aunque desconoce las circunstancias que llevaron a Zhou a este punto. Y Zhou comienza a contarle.
Así, retrocedemos un par de días hasta el concilio para repartirse la ciudad que se realizara entre las dos principales pandillas de ladrones de Wuhan, y que saliera bastante mal. De allí, seremos testigos de cómo se dirime esta disputa entre ambas bandas en una competencia a lo Go in 60 Seconds (aquella película de cuando Nicolas Cage no filmaba de a cinco por año): quien robe más motos en media hora se quedará con la mejor zona para “trabajar”.
Las condiciones del acuerdo, entonces, son claras y Zhou se tiene fe y tiene fe en los suyos para ganar la disputa. Pero claro, esto es antes que nada un noir, y todo sólo puede salir más y más mal.
Corre, Zhou, corre
Así, por una serie de circunstancias que no detallaremos, Zhou termina herido y perseguido por la pandilla rival y también por la policía. Con los minutos contados, el único lugar que encuentra para esconderse es el Lago de los Gansos Salvajes del título, una zona natural/reserva donde hay mucho espacio donde perderse durante la noche y mucha cantidad de público entre el que mezclarse durante el día.
La suya es una fuga sin sentido, sin posibilidad de escape. Pero a lo único que aspira Zhou es a ser entregado a la Ley por su propia esposa, para que sea ella la beneficiaria de la recompensa y pueda de alguna manera acomodarse con su hijo durante el tiempo en que él no esté.
Piqueta fatal
El director y guionista chino Yi’nan Diao viene realizando una sólida carrera como autor de policiales negros –muy recomendada está también su película anterior, Black Coal Thin Ice, de temática similar– y es fácil ver por qué. Las solidísimas escenas de acción se contrapesan con momentos tremendamente climáticos, estéticamente inolvidables (su uso de la luz, el color, los neones reflejados en los charcos sucios del asfalto recuerdan a las mejores película de Walter Hill) y de una tensión que gradualmente va creciendo, así como la desesperación en el espectador.
Diao crea una ciudad –un universo cerrado, concentrado en sí mismo– bastante oscura, donde incluso la policía (liderada por el capitán Liu, Fan Liao, otro de gran aporte) podría estar tan atrapada por la situación como el hombre al que persigue, por la propia corrupción del sistema que la impulsa de manera indetenible (si los criminales son presentados como estúpidos desesperados, la policía china no queda mucho mejor parada). El director propone personajes por completo conscientes de su fatalidad y destino, que apenas si tratan de ganarle un centavo a la muerte, un segundo más antes del apagón final.
Con unas secuencias inolvidables –la carrera de motos con sorpresivo desenlace, la fábrica de muebles, el baile colectivo con el calzado luminoso, entre otras– y una trama redonda y efectiva, Yi’nan Diao debería volverse un imprescindible tanto para todos aquellos que gusten del cine asiático, de los policiales negros redondos o, simplemente, del buen cine.