Esta es la historia de una persona que terminó involucrada casi por casualidad en el negocio de las drogas, que avanzó casilleros gracias a su inteligencia y que luego terminó tentada por el gustito del dinero fácil.

Es posible que les suene familiar, porque una de las series más aclamadas de este siglo tiene una premisa muy parecida. Sin embargo, aquí el protagonista es un adolescente alemán, que carece de conocimientos de química pero los equilibra con su dominio de programación de sitios web.

How to Sell Drugs Online (Fast), disponible en Netflix, comienza con una historia de amor, o de desamor, la que lleva a Moritz (Maximilian Mundt) a dedicarse a la venta de éxtasis. Y cuando le dé al narcotráfico una inyección (guiño) de modernidad, terminará metido en un negocio que le quedará demasiado grande y del que le costará salir.

Con un humor y un relacionamiento con la audiencia que recuerda a Parker Lewis: el ganador, la trama tiene muchos puntos en común con otra comedia, mucho más actual. En la brillante Silicon Valley veíamos cómo los protagonistas podían estar sentados sobre una mina de oro, pero no les era posible hacer nada sin inversionistas que les permitieran comprar las herramientas.

Aquí sucede algo similar. El popular sitio de venta de drogas que transforma a Moritz en estrella (y en uno de los criminales más buscados de Alemania) necesita ser alimentado de productos, y para ello él y sus socios deberán lidiar con criminales de baja y alta estofa, que les complicarán la vida a cada paso.

A lo largo de dos cortas pero intensas temporadas de seis episodios cada una, Moritz y compañía subirán colinas cada vez más altas, pero detrás de ellas habrá valles cada vez más profundos, en ciclos que podrían volverse repetitivos, si no fuera porque el ritmo es bastante ágil.

Entre lo más destacable se encuentran las innovaciones gráficas, que incluyen falsos menúes de Netflix y constantes avalanchas de textos en pantalla (un poco molesto si, como yo, no entienden un pomo de alemán). Y el inteligente guion está espolvoreado por varios tipos de humor.

Por otro lado, la serie no advierte lo suficiente acerca de los peligros del consumo descontrolado; hay apenas un episodio de sobredosis que no pasa a mayores. Sí se muestra toda clase de escapadas de la ley y enfrentamientos con pillos, pero siempre en el marco del dinero fácil y el “qué divertido es esto”. Y lo dice alguien que cree que todas las drogas deberían ser legales, con políticas de educación y reducción de riesgos.

Mientras esperamos una tercera temporada ya confirmada, podemos disfrutar de una comedia con tintes dramáticos, contada al ritmo de los tiempos que corren y en un formato fresco. Eso sí, no la maratoneen sin antes consultar con un especialista.