Si bien es el retrato de familias sirias que llegaron refugiadas al Uruguay en 2014, El gran viaje al país pequeño también aborda muchos otros asuntos. Su directora, Mariana Viñoles, consigue nuevamente que la pantalla respire intimidad, que no solamente hable de las circunstancias políticas y los conflictos culturales que implica el acto de migrar, sino que también aparezca su propia presencia reflexiva como realizadora.
La película es la historia de un vínculo entre realizadores y personajes, entre seres humanos y nuevas tierras, entre circunstancias de la nefasta guerra y la mirada de amor que el cine tiene para sumarle a la vida. Sobre esos asuntos conversamos con ella.
Esta idea de migrar, de ser un inmigrante, un extraño en un lugar ajeno, ya la abordaste en Exiliados (2011), incluso mostrándote a ti misma como inmigrante. ¿Cuál fue la motivación de ir detrás de esta historia?
Como bien mencionás, directamente en mi película Exiliados, narré mi propia historia, pero en cada una de mis películas la temática de la migración está presente. Estaba viviendo en Suiza en los años en que se proyectaba la misión de traer a las familias sirias desde Líbano. El dato de mi ubicación geográfica no es menor, ya que hubiese sido muy difícil siquiera imaginar llegar a Beirut desde Montevideo, sobre todo porque esta película, como algunas otras que he hecho, empezó sin recursos financieros. Esa circunstancia me permitió poder soñar ese sueño. La motivación nace de un interés intrínseco en mi vida, tal vez por haber sido una niña crecida en Melo, de donde tuve que salir no por deseo sino por la necesidad de continuar mis estudios en la capital, a mis jóvenes 18 años. Luego, a los 23, por el deseo de realizar mis estudios de cine, se me presentó la posibilidad y decidí viajar a Bélgica para probar mi suerte en una escuela de cine. Ese movimiento tampoco lo hice sin grandes sacrificios emocionales y materiales. Tal vez sea ese el motivo por el cual siempre me veo atraída por historias en las que un movimiento inesperado, exterior, genera un cambio brusco en la vida de las personas y sus familias.
¿Qué reflexión te deja la experiencia de esta película sobre el tema de la migración?
Que uno de los ejercicios más importantes que deberíamos hacer todos los días es el de la tolerancia y la empatía. No podemos defender nuestra situación de migrantes en Europa al inicio de los años 2000 y rechazar la inmigración centroamericana en nuestro país. Somos una sociedad migrante por naturaleza, nos estamos moviendo de un lugar a otro por diferentes circunstancias desde el inicio de los tiempos. Pienso, en general, que debemos abrir nuestros corazones para intentar, por lo menos, ponernos en el lugar del otro. Si pudiéramos hacer algo más por ese otro que necesita ayuda, aún mejor, pero como mínimo, no hablar negativamente de aquello que desconocemos. En mis películas y en mi vida intento conocer a las personas que tengo delante, sin prejuicios. Eso siempre es un aprendizaje enorme y enriquecedor.
¿Por qué es constante en tus películas el recurso de formar parte del relato como personaje siendo la realizadora? En este caso utilizaste tu propia voz para narrar en off y te presentaste al comienzo.
Intuitivamente, desde mi primer documental, Crónica de un sueño, decidí contar la historia del país desde una perspectiva muy personal. En ese momento acababa de egresar de una escuela de cine dedicada principalmente a la ficción y tenía muy pocos conocimientos de cine documental propiamente dicho. Eso fue bueno porque, por otro lado, como estudié dirección de fotografía en esa escuela, estaba ávida de poder filmar libremente, como me surgiera íntimamente. De esa necesidad nació Crónica de un sueño mientras yo estaba reencontrando a mi familia en Melo, luego de tres años sin volver. A la salida de la crisis de 2002, algunos militaban a diario por un cambio en el país, otros tenían la heladera apagada porque no tenían qué poner dentro. Ese que no tenía comida en la heladera era mi padre. No supe cómo narrar esa historia sin formar parte de ella. Fue una decisión tomada en el montaje, pero porque la materia lo pedía. Decidimos que yo tenía que narrar la historia en primera persona. Luego, en otras películas que no son narradas con mi voz en off, como yo las filmo, mi presencia siempre está marcada y forma parte del relato en diferentes planos.
El viaje al país pequeño se exhibe en Sala B del Auditorio Nelly Goitiño hoy y mañana a las 20.00. Las entradas son limitadas (19 personas por función, debido al protocolo sanitario) y están en venta por Tickantel. A partir del 3 de setiembre estará en Cinemateca.
Otras piezas de la directora que pueden verse online
Crónica de un sueño (2004) en Youtube
Los uruguayos (2006) en Vimeo
Exiliados (2011) en retinalatina.org
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