Para aquellos que venimos siguiendo con tanta atención como entusiasmo esta “primavera de la televisión” hay ciertos nombres que quedan grabados. Creadores o showrunners de series que marcan presencia y que de inmediato pasan a nuestra lista de interés, porque queremos ver qué hacen después o, por qué no, qué hicieron antes. En mi caso, luego de quedar muy entusiasmado con la miniserie policial River, protagonizada por Stellan Skaarsgard, me grabé a fuego el nombre de su creadora y guionista: Abi Morgan.

Así fue que descubrí que no era ese excelente relato de detectives su primer éxito, sino que antes había logrado un verdadero hito con la ficción sobre periodistas The Hour. La serie consta de dos temporadas breves de apenas seis episodios cada una, y es una de las mejores reconstrucciones del mundo del periodismo televisivo y su historia. Ahora, en una de esas sorpresas que a veces nos da la televisión por cable, comienza su andadura por el canal TNT.

El año que vivimos en peligro

The Hour cuenta la génesis de un semanario televisivo en la década de 1950 en Inglaterra, justo en el momento en que la televisión pasaba a ser más dinámica e incisiva (o al menos, eso pretendía) y dejaba atrás el formato de un único presentador que, inmóvil, leía las noticias ante una cámara fija. El programa semanal se llama, como la serie, The Hour.

La serie está obviamente ambientada en la BBC, por lo que podría decirse que la cadena se mira el ombligo; sin embargo, su mirada está lejos de ser piadosa. El tono es el de una efectiva combinación de The Newsroom con Mad Men ‒en realidad, The Hour es anterior a estos ejemplos, pero sirven como guía‒, atravesada por el thriller de espías, y todas las historias ‒un par de asesinatos disfrazados de muerte casual y suicidio; la intervención de Reino Unido en Egipto con motivo del canal de Suez y la poco disimulada censura en la que se mueven los informativos televisivos‒ terminan culminando en una sola.

Una vez más, uno de los grandes aciertos de Morgan es la creación de personajes. Aquí hay tres protagonistas claros: la productora del programa Bel Rowley (Romola Garai), el presentador estrella Hector Madden (el inolvidable McNulty de The Wire: Dominic West), y Freddie Lyon, el periodista joven e incisivo que resulta ser el mejor personaje, por lejos, gracias a la inmensa actuación de Ben Whishaw, de una entrega como nunca le había visto al actor.

Los austeros seis episodios, a la mejor usanza británica, se ajustan para desembocar en un épico final que emociona e incluso conmueve.

Una vez más, con ritmo

En su segunda (y lamentablemente última) temporada, la acción se ubica unos pocos meses después del final de la primera. Esta vez el tema general que tratará el programa The Hour será el crimen organizado en Londres (con ramificaciones tanto internacionales como dentro del país) y su llegada a estratos tan diversos como la carrera nuclear, que justo es tema ese año (1955), y la situación de vivienda de los inmigrantes en los barrios pobres.

Teniendo ya muy bien presentado a nuestro trío protagonista desde la primera temporada, la serie se permite insertar varios personajes nuevos de peso, así como elevar a secundarios que estaban creciendo desde el principio. Entre los primeros, se destacan el comandante Laurence Stern (Peter Sullivan), un viejo compañero de guerra de Hector que ahora es jefe de Policía, Bill Kendall (Tom Burke), el ejecutivo de la cadena ITV (competidora histórica de la BBC), y el mejor personaje de esta temporada: Randall Brown, el nuevo jefe de producción del programa, un tremendo Peter Capaldi que se roba a dos manos toda escena que le pongan por delante.

Entre los segundos, ganan espacio y dimensiones tanto Marnie Madden (Oona Chaplin, excelente) la sufrida esposa de Hector, y Angus McCain (Julian Rhind-Tutt), el taimado contacto del programa con el gobierno. Cabe aclarar que no hay una, ni una sola, mala actuación. Cargada de subtramas ‒todas bien desarrolladas‒ The Hour redobla su apuesta y mejora en otros seis episodios que cierran con moño su historia principal y dejan un final abierto para una tercera temporada que nunca llegó a realizarse (y sólo aquellos que vean esta maravillosa serie podrán entender la bronca que da eso). Por lo menos tenemos estos 12 capítulos que nos hablan de integridad, periodismo y muy buena televisión, y que por suerte encontraron una nueva vida en TNT.