Una vez que la narrativa superheroica fue deconstruida (entre otros, por Watchmen) y reconstruida, este género ha saltado de las viñetas de la historieta a otros espacios. A veces como adaptación fiel de cada uno de los tics que lo hacen único, y a veces como tesis ficticia acerca de sus características.
Tal es el caso de Orígenes secretos, película original de Netflix escrita y dirigida por David Galán Galindo y basada en su propia novela. Para definirla rápidamente, por si son tan vagos de no buscar el tráiler, es una mezcla entre Seven: pecados capitales (David Fincher, 1995) y El protegido (M Night Shyamalan, 2000).
Una serie de asesinatos crueles en España determina la formación de un equipo muy especial: el detective recién incorporado a la fuerza, la jefa fanática del cosplay y un asesor externo en temáticas de superhéroes, que ayudará a resolver las pistas dejadas por el (súper)villano.
Este trío desparejo irá corriendo detrás del misterio, mientras el friki (que es estereotípicamente obeso y antisocial) se dedica a informar al detective y al público acerca de detalles de las historias de superhéroes, como hacía Samuel L Jackson en la mencionada obra de Shyamalan, pero en forma de pareja despareja.
Aquí el tono va y viene entre la comedia y el policial con imágenes asquerosas, como los cadáveres que van apareciendo con escenas de crimen que recuerdan a orígenes de personajes conocidos de las historietas. Una vez que uno se acostumbra, y se acostumbra a los nombres y los apellidos que homenajean editoriales, la acción va a buen ritmo y los 100 minutos se disfrutan.
Podría haber sido una comedia propiamente dicha, o un policial serio. Podría haber sido muchas cosas y seguro en alguno de los infinitos universos paralelos habrá Orígenes secretos que ganan el Oscar a la mejor película extranjera. No así en el universo en el que nos tocó vivir.