Charlie Kaufman es un creador muy particular. De su mente han salido guiones de películas como ¿Quieres ser John Malkovich? (Spike Jonze, 1999), El ladrón de orquídeas (Spike Jonze, 2002) o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004).
A veces de manera simbólica y a veces de forma tan literal que asusta, sus historias se meten en la cabeza de los protagonistas, o de algún actor de Hollywood en particular, para hablar de aquellos temas que nos acechan desde que desarrollamos la angustia existencial.
En los últimos tiempos este neoyorquino de 61 años comenzó con la doble tarea de filmar sus guiones, con obras como Sinécdoque, Nueva York (2008), Anomalisa (2015) y esta I’m thinking of ending things que Netflix acaba de estrenar, luego de un pasaje por “selectas salas de cine”.
Como en otras películas de su pluma, el espectador se verá exigido. Primero acompañará a la pareja protagónica durante el viaje en automóvil a visitar a los padres de él, mientras ella solamente piensa en terminar con la relación. Están saliendo hace apenas seis semanas, pero muchas veces un corte en el período de idealización puede ser mucho más profundo. Me contaron.
Para cuando lleguen a su destino, la realidad comenzará a dar muestras de mal funcionamiento. Desde un perro que no deja de sacudirse hasta biografías elásticas de los personajes, que luego incluirán saltos temporales imposibles de explicar, ya que ese no es el punto.
Si el espectador banca las más de dos horas de cinta, no solamente es por el misterio, que terminará respondiendo varias preguntas fundamentales y formulando otras (como “¿qué consume Charlie Kaufman?”). También se suman las actuaciones del hijo (Jesse Plemons) y especialmente la de su joven novia (Jessie Buckley). David Thewlis y Toni Collette como los padres también convencen.
El personaje de Buckley menciona que pinta paisajes en donde la naturaleza transmite emociones al espectador. Eso por un lado anticipa que el clima en la historia se pondrá cada vez más terrible, a la vez que describe de alguna forma el film. Que construye atmósferas muy atractivas, con diálogos que tienen mejores momentos que otros, y nos lleva a mundos oníricos en donde suele aparecer aquello que no queremos admitir.
Pienso en el final es una experiencia que merece la pena, aunque al apagar el televisor veamos nuestra mueca reflejada como reacción a los últimos minutos de la película. ¿Qué es real de todo lo que acaba de pasar? La respuesta es sí.