En su momento, no sorprendió a nadie que Garth Ennis destrozara a los superhéroes. Si algo ha dejado bien en claro el tan prestigioso como ruidoso guionista de historietas irlandés es su total y absoluto desprecio por aquellos que usan calzas, visten mallas o cuelgan capas sobre sus hombros.
Así lo hizo en sus series tanto dentro del Universo DC –en Hitman, en la que un asesino a sueldo con superpoderes esencialmente se alquila para bajar a sus congéneres como patitos en fila– como en Marvel –donde, utilizando a Punisher como ariete, derribó a grandes íconos, como Spiderman, Wolverine y Daredevil–, por lo que encontrarlo en una serie propia e independiente dedicado pura y exclusivamente a pervertir los códigos de justicia y bondad tan propios de esos personajes era algo que se proponía como muy digno de verse. The Boys fue editada por la compañía Dynamite, luego de un infructuoso intento de vendérsela a DC, donde, lógicamente, mandaron a Ennis a freír espárragos.
Y así fue. A lo largo de unos 60 números, Ennis –junto al dibujante Darick Robertson, entre otros– fue demoliendo cada uno de los mitos superheroicos conocidos, creándoles contrapartidas perversas en su propio universo, mostrando que detrás de los trajes colorinches y las sonrisas de publicidad de dentríficos vivían unos seres repugnantes, absolutamente corrompidos por el poder. Pero estos mismos seres tenían una contracara, y esos eran The Boys. Un equipo especialmente dedicado a controlar, vigilar y –cuando la situación se iba demasiado de mambo– erradicar a los superhéroes que no mantienen un mínimo de convivencia con el mundo que los admiraba equivocadamente.
El concepto no es especialmente novedoso: ya DC creó en su momento una Tierra alternativa, donde todos los héroes son villanos, y Marvel contó varias historias de su Escuadrón Supremo, que es esencialmente esto mismo.
Sin embargo, la serie resultó moderadamente exitosa (es una historieta muy buena pero lastrada por los excesos, tan caros a Ennis como guionista) y llamó la atención del combo Seth Rogen y Evan Goldberg, que buscaron llevarla a la pantalla chica.
La maniobra tenía su riesgo, porque Rogen y Goldberg son conocidos por haber arruinado variados personajes e historietas, como El Avispón Verde y Preacher. Esta vez la cosa salió bastante bien: hicieron una adaptación fiel al cómic, pero al mismo tiempo una reinterpretación independiente, que reduce en parte el sexo que abunda en el cómic, al tiempo que mantiene la violencia y le agrega una tridimensionalidad a varios personajes que no la tenían en el original (Homelander es el primero), logrando un muy satisfactorio resultado.
Ahora, The Boys están de vuelta.
Lo mismo, que no es igual
La segunda temporada recoge al testigo exactamente donde lo dejó la primera (por tanto, aquellos que no la hayan visto y les interese hacerlo bien podrían dejar de leer por aquí).
Nuestro equipo protagonista (Hughie, Mother’s Milk, Frenchie y The Female, encarnados por Jack Quaid, Laz Alonso, Timer Capon y Karen Fukuhara, respectivamente) ha sido fuertemente golpeado y se los persigue públicamente como terroristas. Por su parte su líder, William Butcher (Karl Urban), es acusado puntualmente del asesinato de la CEO de Vought Company (la empresa que regula el destino de todos los superhéroes), Madelyn Stillwell (Elisabeth Shue), y se encuentra desaparecido. Al mismo tiempo que nuestros héroes se lamen sus heridas y piensan en cómo reencauzar su batalla, Homelander (el mejor, con margen, del elenco: Antony Starr) se frota las manos pensando que ahora tiene todo bajo control, sólo para descubrir que Vought es bastante parecido a una hidra y aunque la cabeza que era Stillwell ya no está, otra (Giancarlo Esposito, que se especializa en villanos que aparecen al final de temporadas) ocupa ahora su lugar.
Así es que asistimos a una pelea que tiene varios frentes. Por un lado, The Boys buscan recuperar el paso y volver a la batalla, y el propio Butcher quiere reencontrarse con su esposa. Por el lado de los malos (podría haber usado comillas, pero lo cierto es que son bastante malos), Homelander sigue pugnando por dominar todo con la psicopatía que lo caracteriza, aunque encuentra problemas puntuales dentro de su equipo y con los nuevos reclutas que la empresa le va imponiendo (en particular Stormfront, interpretada por Aya Cash).
Lo que funcionó tan bien en la primera temporada se recupera, apostando a mantener el humor zafio y el gusto por el gore o la escatología, de la mano de personajes bien construidos y desarrollados. Sin embargo, por momentos en esta segunda temporada parecería que hay demasiado puesto en demasiados lados.
Se invierte mucho tiempo en seguir a The Deep (Chace Crawford, la parodia de Aquaman) y A-Train (Jessie T Usher, la parodia de Flash), personajes que no tienen relevancia puntual en la trama, cuya única función parecería ser estirar el argumento.
Asimismo, hay aspectos iniciales de la historia que parecen por completo olvidados –Hughie se unía a esta batalla para vengarse específicamente de A-Train, responsable de la muerte de su novia–,lo que no ayuda a mantener la coherencia de los personajes.
No toques mi binge watching
Con todo y esos peros, The Boys viene ofreciendo buen nivel de entretenimiento en esta segunda temporada. Y digo “viene” porque, a diferencia de su temporada anterior –y de la política que en general mantiene Amazon–, se viene estrenando de a capítulo por semana (van cuatro al momento de escribir esta nota), lo que ha generando una curiosa reacción en sus fans, quienes han calificado negativamente a la serie en cuanto lugar han podido.
Su creador, Erik Kripke, explicó la razón de este cambio de formato: sentía que toda la dedicación y el trabajo puestos en esta temporada se desperdiciaban en un estreno conjunto, porque pronto y muy rápido se dejaría de hablar de la serie (y quizá algo de razón tenga). Sin embargo, esta búsqueda de más “espacio reflexivo”, por decirle de alguna manera, que ameritó el cambio de formato, no parece haber tenido el resultado esperado, sino más bien el contrario.
Como sea –o al ritmo que sea, en este caso–, The Boys sigue siendo una serie muy interesante (y, sobre todo, divertida), así sea semana a semana.