No me atrevo a escribir “se puso de moda de nuevo Cantar de Mio Cid” por dos razones. Primero, porque ignoro si alguna vez se puso “de moda” (tal como se entiende según los cánones del siglo XXI) el cantar clásico de origen anónimo que narra las hazañas acometidas por el gran héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar o El Campeador. Segundo, porque tampoco son tantas sus reinterpretaciones modernas como para considerarlo efectivamente una “moda”. Sin embargo, cabe al menos recogerlas en un listado.
Luego de una lejana ‒y tengo entendido que muy mala‒ versión hollywoodense del personaje, allá por la década de los 60, con Charlton Heston, el Cid debió esperar sentado a que se lo volviera a recordar, pero en estos últimos años esto ha ocurrido con presteza. Ya sea protagonizando un estupendo episodio de la imprescindible serie El Ministerio del Tiempo o siendo objeto de una apasionante novela de Pérez Reverte (Sidi), el personaje ha dicho presente para las generaciones actuales, rescatado según los códigos de nuestro tiempo. No son las únicas versiones; de hecho, podemos sumar una mucho más cercana en lo geográfico, la estupenda adaptación a historieta del Cantar a cargo de los argentinos Alejandro Farías y Antonio Acevedo.
Todas las versiones mencionadas se caracterizan además por algo: eligen un momento preciso de la vida de Díaz de Vivar y lo desarrollan, en vez de tratar de abarcar toda su leyenda en un solo relato; una lección bien aprendida, que ahora concreta y repite a su manera esta nueva serie de Amazon, El Cid.
Mio Cid año I
Quizá consciente de la cantidad de material disponible dentro del mismo canto ‒que bien podría dar para media docena de temporadas‒, los primeros cinco episodios de la serie creada por Luis Arranz y José Velasco se concentran en la infancia y la juventud de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido cómo Ruy (en la piel del afamado ‒y, en este caso, muy efectivo‒ Jaime Llorente), quien es llevado por su abuelo desde su natal pueblo fronterizo al centro del reino, en León, donde lo encontramos en el rol de paje del príncipe Sancho.
Pronto va a quedar claro que conviene estar atento a tantos nombres mencionados o presentes, o tener Wikipedia abierta a mano, dado que esta es una serie histórica y la corte del rey Fernando el Grande es también protagonista. Así, el propio rey Fernando (José Luis García Pérez, el mejor del elenco con margen), la reina Sancha (Elia Galera), el ya mentado Sancho (Francisco Ortiz) y los demás príncipes y princesas, Alfonso, Urraca y García (Jaime Olías, Alicia Sanz y Nicolás Illoro) serán importantes en mayor o menor medida, mientras el destino del reino se juega tanto en los conflictos con los reinos rivales vecinos, en la frontera con las taifas moras o ‒particularmente‒ en las conspiraciones internas que amenazan constantemente al rey Fernando y, por su lealtad conflictuada, al mismísimo Ruy, que es demasiado fiel a su rey para su propio bien.
La narración es contundente ‒especialmente en sus primeros dos episodios‒, con una producción fastuosa que apela a grandes escenarios y a una esmerada reconstrucción de época. Acaso cuando más se desvía de la historia real es cuando más tambalea (lo hace por momentos, pocos, pero lo hace). Toma esos desvíos ya sea para generar alguna tensión dramática (correr un par de años una batalla o una decisión real para generar incertidumbre) o para reforzar ideas modernas en personajes históricos (como lo hace con la feminista Urraca, personaje interesantísimo en sí mismo sin necesidad de remarcar todo hasta lo obvio). Pero son detalles que no afectan en ningún momento el disfrute del espectador, que acompaña a este joven Cid en el acto mismo de volverse El Campeador y dejar sangre, sudor y lágrimas en tantos campos lejanos en el tiempo, es decir, de volverse leyenda.