En el episodio 22 de la temporada ocho de How I Met Your Mother (año 2013) se celebraba el cumpleaños de uno de sus protagonistas, el infame (y, por lejos, mejor personaje de la serie) Barney Stinson. Fanático confeso de Karate Kid, sus amigos le organizan una sorpresa: la presencia de nada menos que Ralph Macchio, el Karate Kid en persona. Pero para asombro de todos, Barney estallaba en furia. Odiaba profundamente a Daniel Larusso, quien había llegado desde la nada al Valle para robar novias, meterse en todo y ganar el torneo de karate con una patada ilegal. Para Barney no había otro Karate Kid más que Johnny Lawrence, el bully y villano de la película dirigida por John G. Avildsen estrenada en 1984, interpretado por William Zabka.
El mentado episodio de la sitcom se dirimía a su manera –y no corresponde aquí revelar más nada–, pero no cabe duda de que esa idea, la de hacer a Johnny el verdadero protagonista, tenía mucho jugo. Tanto, que en 2018 estrenaba, a través de Youtube (en su breve paso como generador de contenidos propios) Cobra Kai, una serie que, en tono de comedia –no parodia: más bien se ríe con y no de–, reconstruía la vida de Johnny Lawrence, quien ahora es un fracasado que pasa sus días en trabajos horribles, viviendo en un lugar horrible y con una relación horrible con su ex y su hijo adolescente. En algún momento vuelve a cruzar destinos con Daniel Larusso, convertido ya en la realización del sueño americano, y se le prende la lamparita: ¿cuándo fue que todo empezó a salir mal? Cuando aquel recién llegado al Valle le hizo la grulla.
Entre ese relanzamiento de hace tres años y hoy, la cosa explotó. Un verdadero fenómeno que voló algo bajo en Youtube, pero que luego Netflix empezó por sumar a su catálogo para después ya producir la tercera temporada, volviéndola furor, y que demostró que había mucho público, del nostálgico y del nuevo, dispuesto a ver cómo todavía hoy nuestros protagonistas, ya cincuentones, tratan de dirimir todas sus diferencias a golpes de karate (o no).
Cobra Kai versus Miyagi Do y... ¿Eagle Fang?
Luego de su tremenda primera temporada la serie ha ganado un espacio y un ritmo propios, y generado su propio universo de personajes que se alimenta obviamente de los que aparecieron en las películas, pero suma una gran mayoría creados para esta propia ficción que mantiene cómodamente atrapada la atención del público. Luego de los sucesos que cerraron la segunda temporada –un violento enfrentamiento entre los alumnos de los dos dojos de la ciudad: Cobra Kai y Miyagi Do en la secundaria– ya son suficientes las líneas trazadas como para mantener el relato funcionando con tan sólo seguirlas con cierta lógica. Ciertamente hemos trocado la fuerza que tenía la serie en su comienzo –con Johnny como protagonista casi exclusivo– por una telenovela coral que tiene en sí misma su propia virtud. Para este momento importan los vínculos entre varios personajes a nivel protagónico: la relación entre Johnny y Daniel San, primero que nada, pero también los distintos alumnos adolescentes que, a lo largo del relato, se van conformando en bandos de “buenos” y “malos”. Pero ya desde la segunda temporada el lugar del villano lo tiene recuperado por completo el senséi Kreese (un inmenso Martin Kove), el malo de las películas originales, que ha regresado a robarse cada escena en que aparece.
De hecho, lo mejor de la serie pasa (una vez más) por Johnny, que se separa del camino de su antiguo maestro para fundar su propio dojo –bautizado fantásticamente Eagle Fang Karate–, y es con él y con la recuperación de su único alumno, Miguel (Xolo Maridueña; junto a Jacob Bertrand los mejores del elenco joven), que transcurrirán los mejores momentos de esta temporada, que concentra su historia en dos narrativas que no llegan a terminar de cuajar del todo: por un lado, los conflictos de los adultos (línea que recupera de manera tan efectiva como nostálgica elementos de las películas una vez más, como ese viaje a Japón, o el regreso de un personaje determinante al Valle), y por otro el de los adolescentes (que es el que se diluye por momentos y termina resultando en un Beverly Hills 90210 con karate), logrando sin embargo entretener siempre. Es más; hay algo mágico, si se quiere, y es el corazón que ponen todos en el asunto, lo convencidos que parecen estar –sobre todo aquellos que vienen de allí– de que verdaderamente las películas de Karate Kid fueron algo muy especial (más, incluso, de lo que realmente fueron), alcanzando así con su heredero televisivo directo un producto muchísimo mejor de lo que parecía posible.
Una vez más, la tercera temporada deja todo listo para su continuación (ya confirmada), con un final algo abrupto –que no anticlimático–, pero que lleva las cosas a una situación por completo novedosa, tanto en esta serie puntual como en su universo iniciado en 1984. Veremos cómo sigue... Hasta ahora vale mucho la pena.