A medida que envejece, la estrella del cine de acción o de artes marciales encuentra tres posibles caminos: la triste decadencia, la explotación de la nostalgia de su propia era de oro o su reinvención auto paródica. Este tercer camino eligió el más famoso de los actores belgas, Jean-Claude Van Damme.

Exponente de la segunda generación de figuras del cine de acción (la primera la integraban Silvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Cuck Norris) con su gran pico de éxito sobre los 80 y 90 (en películas como Kickboxer, Corazón de León, Sin Salida o Time Cop), Van Damme pronto comenzó a demostrar que no tenía cuerda para tanto rato. Sin llegar a la ignominia de su colega Steven Seagal, el belga se dio cuenta de que el cenit de su carrera quedaba atrás junto al siglo que se iba.

Pero con el paso de los años —y una buena carga de problemas económicos: drogas, producciones paupérrimas— los legendarios Muscles from Brussels encontraron el resquicio, la supervivencia, en reírse de sí mismos. Había un amplio contingente de fans que aceptaban felices la transición y que disfrutaban tanto sus grandes logros pasados como sus ocasionales películas serias, y particularmente, sus ejercicios de humor autoconsciente.

Esa veta cómica incluye un comercial de camiones de Volvo (increíble), la reflexión despojada y desnuda de la que acaso sea su mejor película (JCVD, de 2008, una maravilla total y absoluta) y ejercicios puntuales como el que nos toca hoy (que se aparejan tanto a la reciente Welcome to the Jungle como a la cancelada Jean-Claude Van Johnson). 

El regreso del agente secreto

Aquí, Jean-Claude es Richard Brumére, alias La Bruma, el mejor agente secreto que ha existido en la historia de Francia. Sin embargo, en algún punto de los 90, su gobierno lo traicionó y dejó atrás, algo que La Bruma aceptó sin discutir a cambio de una única condición: su hijo, entonces recién nacido, quedaría cuidado y protegido para siempre. El gobierno aceptó y así se cerró ese capítulo.

Saltamos más de 20 años hasta el presente y tenemos a Archibald Al Mahmoud (excelente Samir Decazza), el hijo en cuestión, que ha vivido toda su vida sin enterarse quién es su padre y es un pánfilo la mar de tranquilo y criterioso. Pero un asunto de robo de identidades, corrupción interna en el gobierno y la aparición de mafiosos buscando comprar un sistema de armas de esos que cambian definitivamente el juego, pone la vida de Archibald de cabeza y obliga a La Bruma (quien ha operado cómo mercenario todo este tiempo; de allí el nombre de la película) a volver a la acción en su país de origen. 

En definitiva, pasos más acá, pasos más allá, una versión en clave de comedia de Le Professionel (aquella de 1981 con el recientemente finado Jean Paul Belmondo) que funciona muy bien, con humor —y acción, que JCVD sigue repartiendo estopa de lo lindo— perfectamente dosificado. Se disfruta en las casi dos horas que dura, sin mayores pretensiones que entretener, hacer reír y disfrutar del hoy ya sexagenario Van Damme gozando como loco en cada intercambio de golpes o palabras. ¿La disfrutará también alguien que no sea hincha del gran Jean-Claude? Por suerte yo no tengo que contestar esa pregunta.

El último mercenario. Con Jean-Claude Van Damme. En Netflix.