Historia de lo oculto, de Cristian Ponce (2020, en Netflix)

Estamos ante un mundo paralelo, una ucronía si así lo quieren, una Argentina diferente en la década de los 80, donde las Malvinas son un destino turístico nacional antes que un territorio en disputa. Pero es también una Argentina controlada por un gobierno que se ha tornado despótico y cuyo poder se alimenta de maneras non sanctas: tiene una poderosa secta estilo Illuminati como sostén.

Uno de los programas televisivos más populares, 60 minutos antes de la medianoche, ha hecho lo imposible por destapar la situación, pero llega el aviso de cierre: habrá un último programa, una última oportunidad. La narración, entonces, se dividirá en dos: por un lado, lo que pasa en estudio, casi en tiempo real, en esa hora de programa con un invitado que tiene el conocimiento y la posibilidad de revelar la conspiración; por otra parte, hay una casa escondida donde la producción del programa, ya despedida, hace todo lo posible para suministrar data que lleve a la revelación oficial. Las cosas pronto comienzan a ponerse muy, pero muy extrañas.

Cristian Ponce, director y guionista, apuesta antes que nada a una ambiciosa puesta en escena cuya estructura hace recordar a afamados falsos documentales como la ya mítica Ghostwatch. Se apoya en un guion desafiante –genial, diría– que apela a mucha participación del espectador. Ponce construye su trama con claros referentes –Lovecraft ante todo, y se menciona a Mariana Enriquez para potenciar el genio local– y un par de sustos fuertes bien escalonados.

Las actuaciones –con la notable excepción de Germán Baudino, quien se come la película en dos panes– son bastante discretas, lo que por momentos saca del clima, pero termina triunfando ampliamente, y el nivel narrativo produce un disfrute pleno. Junto a Aterrados, Abrakadabra y Punto muerto, esta es otra gran muestra de que en Argentina el cine de género vive y lucha.

Werewolves Within

Werewolves Within

Werewolves Within, de Josh Ruben (2021, en Amazon Prime)

Finn Wheeler (Sam Richardson) es el nuevo guardia forestal del pequeño pueblito de Beaverfield, perdido en las montañas. Tras sólo llegar y conocer a los escasos y variopintos habitantes del lugar, quedan todos aislados por una tormenta que –aparentemente– provoca la caída de las comunicaciones. Pronto comienzan a ocurrir horribles muertes y los cada vez más diezmados protagonistas aceptan que un licántropo se ha cebado con ellos. La pregunta es: ¿se esconde entre los protagonistas? Y de ser así, ¿quién de ellos es el hombre lobo?

Simpática combinación entre whodunit y comedia de horror de pocas pretensiones, apoyada en un muy buen elenco (con destaque de la tremendamente sexy y divertida Milana Vayntrub), que permite sobrepasar una trama convulsa y un final algo visto. No hay mucho más, pero que divierte, divierte.

Malignant

Malignant

Malignant, de James Wan (2021, en HBO Max)

James Wan vuelve al cine de terror que tantas alegrías nos (y le ha) dado. Responsable de sagas como Saw, Insidious y El conjuro, nada menos, ahora ataca desde un lado distinto, aunque sin traicionar aquello que gran parte de su estilo representa.

Madison (entregada Anabelle Wallis) vive un matrimonio infeliz y un nuevo embarazo luego de varios abortos espontáneos. Pero una noche pasa algo distinto y aparece una entidad que comienza a cobrarse vidas. Por alguna razón, puede ver lo que está entidad hace, lo que la termina volviendo sospechosa para la policía, claro.

Entregado por completo a un homenaje, un canto de amor al cine clase B, al giallo italiano y al grotesco más absoluto, Wan propone un tour de force para su película y sus protagonistas. Puede no ser para todos los gustos este baile entre lo casi humorístico y el horror sangriento con ribetes de grand guignol, pero vaya que Wan es consecuente. En el cierre, con la presentación del monstruo espantoso, la enorme cantidad de víctimas y el abrazo feliz a la narrativa más gore, termina por cerrar con moño una divertidísima propuesta.

Hunter Hunter

Hunter Hunter

Hunter Hunter, de Shawn Linden (2020, en NS Now)

En algún punto entre finales de los 80 y principios de los 90, padre, madre e hija adolescente viven en medio del bosque, allá por Canadá, donde mucho más al norte no se puede ir. La familia subsiste gracias a la caza con trampas y ocasionalmente vende pieles en el pueblo cercano. Pero cada día todo sale más caro y ellos cazan menos, lo que genera tensión entre la pareja, ya que él no quiere saber de nada con la propuesta de ella de mudarse a algún sitio más civilizado.

Lo que parece un drama familiar con algo de “hombre versus naturaleza” (sobre todo a partir de la aparición de un lobo hambriento en la zona) pronto toma un cariz distinto con el hallazgo de unos restos siniestros que indican que no sólo ellos han tomado este espacio como coto de caza.

Así, con muy pocas piezas –un elenco puesto por completo al servicio de la trama, un notable uso de la tensión y el escenario siempre ominoso del propio bosque– este modesto esfuerzo del director y guionista Shawn Linden se convierte en un efectivo survival de horror que difícilmente produzca indiferencia. Aunque cae en algunos lugares comunes propios del género, tiene la valentía de llegar a sus últimas consecuencias sin que le tiemble el pulso, con absoluta coherencia con lo que se había planteado inicialmente.

Ojos de madera

Ojos de madera

Ojos de madera, de Roberto Suárez y Germán Tejeira (2017, en Youtube)

Nuestro protagonista es Víctor (notable Pedro Cruz), un niño de 11 años que vive con sus tíos luego de un accidente automovilístico en el que perdió a sus padres (y, dato no menor, que involucra a un payaso). Es un niño muy callado y poco comunicativo, asolado constantemente por pesadillas relacionadas con aquel momento trágico.

El punto de vista de la película es el del niño, por lo que la narración tiene un tono surrealista, disperso, pesadillesco. No es baladí la época: estamos en el Uruguay de los 70 y el tío de nuestro protagonista realiza actividades no del todo claras (que incluyen manejar un Ford Falcon), lo que repercute en la realidad ya de por sí agobiante del niño.

Aunque no falta un tono de fábula que por momentos aporta algo de luz (la amistad de Víctor con su vecina ciega, por ejemplo), estamos ante una película de terror con perspectiva infantil, una suerte del Bebé de Rosemary contada desde otro punto de vista, digamos.

A las notables actuaciones (se destacan Florencia Zabaleta y César Troncoso) se les suma una narración tensa y una asombrosa fotografía que crea un universo propio con imágenes que nos quedarán grabadas en la retina (cortesía del siempre talentosísimo Arauco Hernández).

Breve (65 minutos), contundente y librada a muchas interpretaciones, esta es una de esas películas sobre las que se puede conversar luego largo rato.