Matsumoto es una historia pequeña que se ubica en el nacimiento de una amistad desde la mirada de una niña. Lejos de abordar un tema actual con el propósito de concientizar al lector, Lía Schenck (Historias de pueblo chico, Hay que salvar a Renato, El cumpleaños de Timotea, entre varios títulos más) cuenta desde la naturalidad y la inocencia de la protagonista, que mira el mundo con asombro y va creando un sueño propio tejido en las historias y sueños de Bianca, su vecina.

Matsumoto es un lugar en Japón donde hay un bosque de azaleas de muchos colores. Es, en este cuento, el lugar donde habita la belleza y que concentra los sueños de las protagonistas, que se conjugan en uno a medida que se van conociendo. Aparece como una palabra que sorprende por el eco de lugares lejanos y la extraña belleza de un idioma a desentrañar, y va adquiriendo sentido en tanto la niña protagonista se apropia de ella –significado y significante– como destino soñado.

La anécdota es sencilla: una nieta y su abuela conocen a una vecina y se van haciendo amigas. Las azaleas que ella cuida en su balcón son el lazo que une a las tres y que va hilvanando el texto en historias compartidas. Ese motivo, que centra el relato en la belleza, la sutileza y el color de las flores, da pie a una ilustración maravillosa, a cargo de María José Pita (A qué huele el amarillo), por momentos enigmática, a un tiempo delicada y potente, que interpreta el texto, lo expande y dialoga con él e invita, también, al viaje.

Así, Matsumoto es un título bienvenido y conmovedor, que recoge el gesto sencillo de comenzar una amistad y retoma el vínculo entre abuela y nieta desde un lugar algo novedoso, que trasciende la relación familiar para abrirse al mundo en una invitación a conocer y a transitar juntas el afuera.

Matsumoto, de Lía Schenck y María José Pita. Alfaguara, 2021. 28 páginas. $ 450.