Ahora parece que todo es un western, no importa si la acción transcurre en la Europa medieval o en un asteroide en el siglo XLVII. Basta con que aparezca un territorio salvaje por conquistar y algún bandido al que agujerear y se agrega la película al género. Así que no está de más, para variar, enfrentarse a un western que transcurre en el lejano oeste.
Más dura será la caída (The Harder They Fall), dirigida por el debutante Jeymes Samuel, es un flamante estreno de la plataforma Netflix. Cuenta una historia del oeste centrada en personajes afroamericanos y comienza con una escena tan violenta que solamente puede provocar la venganza.
Samuel, que en el ambiente musical es conocido como The Bullitts, parece haber seguido de cerca a Quentin Tarantino a la hora de construir la historia de Nat Love, el forajido que no parará hasta matar a todos los miembros de la banda que redujo drásticamente el tamaño de su núcleo familiar cuando era un pequeñín. Por suerte, en la escena siguiente un Love adulto termina con el penúltimo villano y solamente restará el premio gordo: Rufus Buck, un malo malísimo interpretado por Idris Elba, que no construye un personaje tan potente como en otras ocasiones y es malo por lo que el guion le dice que haga, no por cómo hace eso que el guion le dice.
De todos modos, está a años luz del actor protagónico, Jonathan Majors, una cara cada vez más conocida que se destapó en Lovecraft Country y tuvo un papel destacado en el cierre de la primera temporada de Loki. Sin embargo, eso que ven todos los directores de casting yo sigo sin verlo, y su presencia me distrajo durante gran parte de la película. Por suerte el elenco incluye a grandes actores, como Regina King, Delroy Lindo o Lakeith Stanfield, que se merece todo lo mejor en la industria de Hollywood.
En cuanto a la trama, da algunas vueltas para llegar a lo que estamos esperando, que es el enfrentamiento entre “malos” y “buenos” o quizás entre “malos” y “menos malos”. Por el camino habrá alguna escena interesante, como el asalto al tren, y una banda sonora que acierta en el uso de música moderna (o “menos vieja”) para acompañar las acciones. Los valores de producción están a la altura de una película cara de la plataforma del bom-bom, con vestuarios y escenografías (el saloon) que llenan el ojo sin ser iconoclastas.
Sin embargo, con todo esto Samuel no termina de construir un mundo más allá del estilo, un contenido más allá de la forma. Su uso de la violencia, que podría ser tildado de “tarantinesco”, se ayuda de las cámaras y los efectos especiales, sin que el drama acompañe; termina siendo algo como una westernploitation, con diálogos que no formarán parte del inconsciente colectivo.
El aspecto racial está presente, en especial en una escena ambientada en un banco tan blanco que hasta está pintado de ese color, pero el discurso crítico queda en segundo plano detrás de la venganza, el kill Rufus. Mientras tanto, se combinan los homenajes a las películas de vaqueros tradicionales y nuevas formas de hacer cine (y de matar personajes en el cine).
La acción termina, o empieza a terminar, cuando las dos facciones se ven las caras. Y allí también hay parte clásica y parte moderna, aunque el director se muestre demasiado encariñado con sus personajes como para sacrificar a alguno más, algo que tampoco hubiera dolido tanto entre los espectadores. La matanza final enfrenta a francotiradores con stormtroopers (los soldados de La guerra de las galaxias famosos por su puntería lamentable) y la vuelta de tuerca final no alcanza para elevar el metraje anterior por retroactividad.
Más dura será la caída tiene elementos suficientes como para lograr el entretenimiento, aunque se diluya un poco en 139 minutos. Si estamos en busca de un Tarantino light, un Los ocho más odiados menos teatral y más videoclip, seguramente estemos ante una buena opción. Siempre y cuando Jonathan Majors les caiga mejor que a mí.
Más dura será la caída, de Jeymes Samuel. 139 minutos. En Netflix.