Cuando nos abre las puertas de su hogar, una pantalla grande nos muestra un montón de césped verde, sobre el que juegan Wanderers y Rentistas, vaya a saber por qué. A Tania le gusta el equipo del Prado, pero además, mirar partidos intrascendentes como este, que va 0-0.

Sus intereses tienen que ver muy poco con las competencias y mucho más con la búsqueda y el rescate de diamantes, o bichos de luz, entre el pasto. Por tanto, el partido podría ser cualquiera, o quizás aquel que tuviera menos focos encima.

A la vez, y desde que comenzó su carrera periodística, disparando su cámara de fotos a los conjuntos en las noches de tablados, Tania se preocupa por la estética y el detalle de cada imagen. Siempre podría estar un poco mejor: un gráfico movedizo en su programa Todo carnaval - Fuera de concurso (TV Ciudad), los guiones –que ella misma escribe– para las presentaciones de sus invitados o los disfraces de un conjunto de vecinos en un corso barrial apoyado y promovido para la Intendencia de Montevideo, en la que también trabajó.

“Me encanta que mi hija Sofía sea ‘carnavalera ordinaria’ como la madre”, dice. “Desde chiquita se sube al tablado. Escucha una canción y te dice: ‘¿Esta no es la que cantaba Saltimbanquis el año pasado?’”.

Este no es el caso de alguien que simplemente opine o tenga algunas ideas sobre el año de una murga o un parodista. El carnaval ocupa un lugar muy importante en su vida, y así, aparece junto a cualquiera de las otras cosas que le suceden a diario. Cuando menciona a “Carlitos” es Carlos Melgarejo, un murguista gruñón, de verdades absolutas y con algo de alcurnia adquirida en sus años de Contrafarsa. Y a “Carlitos”, me cuenta, le decepcionó la reciente actuación de La Gran Muñeca. “En cambio, yo me morí de amor con esos muchachos que dijeron ‘bueno, la murga cumple 100 años, pidamos prestado el Teatro de Verano, vamos a los artistas, a un título precioso que sigue vivo y a la gente’. Lo hicieron, usaron la tecnología para llegarles a todos. Yo no preciso más”.

Los murguistas y los carnavaleros son parte de sus conversaciones diarias, como las que tiene con sus hermanas o su hija Sofía, que se sabe de memoria canciones de Contrafarsa: “La dormíamos con El tren de los sueños”, dice en referencia al espectáculo de la murga del año 2000”.

Entre cientos de recuerdos, los primeros ligados a su fascinación son de 1987, con el lujoso espectáculo de los parodistas Caras y Caretas, el recordado cuplé “La comisaría” de la murga Araca la Cana, y luego, en 1992, con Falta y Resto y su “Dale alegría a mi corazón”.

Por raro que parezca, su relación con las grandes figuras del carnaval es cercana y lejana al mismo tiempo. Se sabe parte de un mismo universo, pero las respeta desde el lugar de la admiración y el agradecimiento. Estudia sus carreras hasta el más mínimo detalle, y puede desarmar a los más míticos y encumbrados con una pregunta simple y al hueso.

Arriesgando un poco más, se les parece bastante, en su atrevimiento, en su expresión emocionada a flor de piel, en su discurso, a veces poético y a veces de estaño y futbolero. Dirá, por ejemplo, “eso fue una plancha en el medio del pecho”.

Mucho tiene que ver en sus trabajos el interés por registrar y conservar la memoria del carnaval uruguayo. “Hay pocas entrevistas a Cocina Márquez”, coincidimos cuando le menciono una de mis preferidas incluidas en Fuera de concurso, libro de reciente publicación que recoge 15 entrevistas a murguistas que pasaron por su programa de televisión y sus reflexiones y vivencias, previas y posteriores, de cada uno de esos encuentros.

Velódromo Municipal de Montevideo (archivo, enero de 2020).

Velódromo Municipal de Montevideo (archivo, enero de 2020).

Foto: Santiago Mazzarovich

A continuación, extractos de una larga conversación que tuvimos en este febrero extraño.

Expresión y terquedad

“Los protagonistas de Fuera de concurso son gente con ganas de decir. A veces muy terca, que está siempre en nuevos lugares para decir. Pueden pasar de una categoría a otra, o en una murga, por ejemplo, un año se dedican a cantar y otro a escribir o a hacer la puesta en escena. Tienen la necesidad de expresar cosas y compartir”, dice.

“Una de las entrevistas que más me gustaron, y también de las que más aprendí, fue la de Pinocho Routin. Primero por eso del ‘vecino disfrazado con intenciones artísticas’, para definir qué es un cupletero. Pero además porque dice ‘yo soy mejor persona, a eso vine, cuando me subo a un escenario aprendo del que está al lado’. Hay gente recontra grosa que me ha dicho ‘mi sueño es cantar con Fulano’, y no son Messi, Ronaldo, te hablan de pares con los que comparten tablados y las mismas rutinas. Esa es una muestra de la humildad que tienen, y además, de esa vocación por contar cosas y seguir aprendiendo”.

“Escuchar es algo que ellos agradecen mucho. El espíritu del programa es ‘ellos, que hicieron el carnaval, están legitimados para opinar de él, más que cualquiera de nosotros’. Y eso a veces en el periodismo de carnaval no es muy seguido. Los integrantes de los conjuntos están habituados al ‘no me gustó’, y a veces sin más”.

Todas las murgas, todas

“Yo, que no puedo entonar nada, me siento identificada con Eduardo Rigaud cuando dice ‘me gustan todas las murgas’. Prefiero ver una vez a una murga que no conozco que ver siete veces a una que sí y me encanta. Me gustaría que entraran muchísimas en la prueba de admisión, que en vez de 20 pasaran 60. Después repetís las diez que están notables, pero ya te diste el gusto de ver 60 conjuntos. Porque aunque una murga sea mala, te podés reír de un chiste bueno en su repertorio. Seguramente vas a encontrar más disfrute en esa novedad que en ver tres veces a un grupo de humoristas que puede que te guste, pero a la tercera vez ya te sabés todo el repertorio”.

“Entiendo que esto tiene un ribete económico, pero si se hiciera pensando en la gente y en la diversidad que tiene el carnaval uruguayo, prefiero tener ese abanico más amplio de 60 conjuntos. Como nos pasa en los festivales de cine de Cinemateca. Vas a ver algunas películas que son mejores que otras, pero a mí no se me ocurre ir tres veces a ver la misma”.

Foto del artículo 'Alegrarse cuando llueve: Tania Tabárez, su nuevo libro y el año sin carnaval'

Foto: Alessandro Maradei

Entrada gratis y mesas reservadas

Cuando Tania tenía 15 años su padre, el maestro Óscar Washington Tabárez, dirigía a Wanderers.

“Nos mudamos para el barrio Reducto y lo echaron. Fue un momento difícil: plata prestada de un amigo, papá vendió la camioneta que tenía. Pero a la vuelta de casa estaba el tablado del club Olivol. Entonces íbamos todas las noches a ver al último conjunto, porque entrábamos gratis. A veces había algo de plata y allá íbamos desde el principio toda la barra, con mis tres hermanas y otros amigos. O si no, cuando llovía caminábamos hasta el club Albatros y era como ir al Teatro de Verano. Ahí me empecé a enamorar del carnaval, de verdad. De chica escuchaba la radio. Mis tíos amaban las murgas de izquierda, y las siguen amando. Así que esa era la banda de sonido de todo el día”.

“En casa no era tan así. Pero después nos mudamos a Malvín. Antes de que empezara el Mundial de Italia 90, también la casa estaba a una cuadra del club Malvín con su tablado. Nos perdimos el carnaval del 90 porque nos mudamos en abril. En 1991 ya empezamos a ir. Primero íbamos a la tribuna, pero después supimos que se podía alquilar una mesa en la platea, cerca del escenario. Preguntamos ‘¿por qué no podemos ir a una de las mesas?’. Nos dijeron: ‘No, porque son vecinos que vienen hace muchos años. Recién en el 93 conseguimos la mesa siete, que hasta hoy sigue siendo la mesa nuestra. Y te juro que sale una plata. La pagamos entre las tres hermanas; papá nos dice: ‘Yo la pago, no se preocupen. A mí me gusta que ustedes y mis nietos disfruten’. Y a veces le agarramos. Amo tener esa mesa, los tenés ahí cerquita a los conjuntos”.

Reverencia y respeto por el legado

“Está buenísimo mirar las raíces. Cuando empezás a investigar, a ir para atrás y a agradecer eso que te dieron, te parás sobre un pedestal en el que vos no tenés que ser igual a tal murga, sino que construís a partir de lo que te dejaron los otros. Por eso es importante tenerlo arriba de la mesa”.

“¿Viste a Marie Condo? Me encanta. Dice ‘vos tenés un vestido que lo querés mucho porque lo usaste en tu primera cita. No lo tengas guardado en un ropero. Usalo, quedate feliz, mirate en el espejo y disfrutalo’. Y con los carnavaleros tiene que ser igual. No importa tanto cuáles son los mejores. Tenemos un montón de cosas de antes y tienen que estar. No puede haber viejos murgueros abandonados u olvidados. En el micrófono me lo dijo Bananita González, pero también se lo escuché a otros murgueros: ‘El carnaval no empezó con Agarrate Catalina’. No todo empieza hoy. Por eso amo a gente como Edén Iturrioz, que ha sabido trabajar con las nuevas generaciones, pero siempre atendiendo a quienes son los constructores de esta fiestas”.

Extrañar el carnaval de febrero desde enero

“Febrero y enero. Como dice el Coco Rivero, el carnaval empieza el día que abrís los ensayos a la gente. Y extraño mucho enero. Esas noches preciosas de verano, cuando decís ‘me voy para el ensayo’. Me gusta mucho ir al club La Isla, donde acostumbra a ensayar La Gran Muñeca. Me parece que es un milagro que no valoramos en su justa dimensión. Ningún espectáculo de teatro hace eso, abrir el ensayo hasta en las etapas más tempranas, de canciones que no se van a usar porque no sirvieron. A los ensayos de carnaval la gente va gratis, se sienta en una tribuna, si hay, o se lleva una silla de su casa y entiende el código de que no puede pararse y gritar algo. Ahí tenemos un ejemplo de convivencia maravilloso todas las noches de diciembre y enero. Cuando se terminan los ensayos hay gente que sufre. Una vez Diego González me dijo que sufría cuando empezaba el carnaval porque ya no podía disfrutar de las noches de ensayo. Ir a encontrarte con tus vecinos, hablar con los carnavaleros del espectáculo, que ellos son abanderados del ‘bien de al lado’, más allá de los egos que hay, que son muchos.

Si te ponés a pensar en todos los cambios que ha tenido el carnaval, los ensayos permanecen como un patrimonio de los barrios y de la gente más popular”.

Avenida 18 de Julio de Montevideo.

Avenida 18 de Julio de Montevideo.

Foto: Alessandro Maradei

Una esperanza y una voz

“Yo pensaba que la suspensión de este año me iba a pegar menos que lo que me pegó. Por suerte está lloviendo bastante, entonces como que te tranquiliza, porque no tenés que ver el cielo. Es espantoso pasar por el Teatro de Verano y verlo vacío, es espantoso que haya un montón de cosas que están pasando en nuestra sociedad y no tener la voz del carnaval, que ha sido una voz importante y transmisora, pero bueno, esperemos que sea un año sólo. La intendenta dijo ayer que después de que termine carnaval iba a dejar algunos días y que iba a abrir algún espacio”.

“Y te aseguro que todos los carnavaleros estamos pensando: ‘Capaz que hay algo, alguito de carnaval en eso que se va a anunciar, y no perdés nunca la esperanza porque ta, es de esos paisajes de los que vos sos. Yo soy la mamá de Sofi, yo soy la del carnaval, y vos dejás una parte de algo. No es lo único que soy, pero forma parte de mi rutina desde hace 15 años”.

“No estoy acostumbrada a tomarme vacaciones. Es horrible. Ahora tengo, pero no quiero esa libertad. Extraño un montón, incluso la competencia. A mí no me importa quién va a ganar pero me encanta el debate previo, con altura. Extraño esa canción que vas tarareando cuando te vas del tablado a tu casa y te queda como un latiguillo en el almuerzo, y todo el mundo de la risa, esa cosa de estar juntos o de encontrarte con gente con la que estás compartiendo algo en común”.

Reformista

“Me da mucha bronca el reglamento en muchos aspectos, pero no tiene que ver con la intendencia eso. Me tocó trabajar dos años en la Gerencia de Eventos. Los directores de los conjuntos tienen la posibilidad de cambiar el reglamento. Ojalá en un futuro los carnavaleros la tengan, a través de su sindicato. ¿Por qué algunas cosas no se cambian? Si a vos te parece que está mal que el carnaval está cada vez más profesionalizado en el mal sentido, ¿por qué no lo cambiás? No hay interés. Cambiar las cosas genera mil discusiones que luego llegan a foja cero. Lo vi yo”.

“En una charla que organizó Banda Oriental, me tocó hablar de carnaval en los últimos 30 años. Y yo hablé de esa pulsión que hay entre el folclore, que las cosas sigan así, como la prueba de fallos, y ese profesionalismo que sigue creciendo. ¿Por qué te tenés que quedar hasta las siete de la mañana para saber los fallos si apretás un botón y tenés todo pronto? Esa pulsión está todo el tiempo y en todas las cosas. En ningún reglamento dice que los parodistas tienen dos parodias, una canción movida al inicio, irse con una canción romántica y terminar a todo trapo, y te aseguro que todos los tienen. Esos reglamentos folclóricos construidos desde la experiencia y la práctica, que a algunos los favorece porque es cierto que también esperamos eso. Pero está buenísimo cuando llega un conjunto, te desacomoda y te mueve la estantería”.

“Esmoris dice en el libro: ‘El carnaval precisa una revolución más que una evolución’. Lo comparto plenamente”.

Integración verdadera

“A mi padre, que es un tipo divino, al principio no le gustaba mucho que nosotras estuviéramos metidas en ese mundo. Porque conoció otro carnaval, y sigue siendo, todavía, muy machista y patriarcal. No es un ámbito cómodo para las mujeres. Se está cambiando y cada vez más. Me encanta que en Todo carnaval sea una mujer la que hace las entrevistas, más allá de que sea yo. El cambio se está logrando, con base en el esfuerzo de mujeres, que han tenido que ser muchísimo más capaces que sus pares varones para ganarse un lugar. Por eso todas las que están terminan siendo figuras, o se van, porque no aguantan”.

Fuera de concurso

“Este libro en cierta medida me salvó. Estoy muy agradecida por el camino que he recorrido y porque ellos [los murguistas] valoren mi trabajo. Cuando les avisé de la salida del libro, y que se los iba a mandar, todos me lo agradecieron muchísimo, y la mayoría me pidió que se los firmara. Imaginate, yo firmándole un libro a Raúl Castro, al Flaco Lamolle y a Catusa Silva”.

“Mi novio, que trabaja por el Paso Molino, se lo iba a llevar a Catusa. El sábado le había escrito ‘Catusa, tengo tu libro’ y después ‘Pasame la dirección’. Nunca me contestó ninguno de los dos mensajes pero los vio, tildes azules. Y le volví a mandar ‘¿Me decís tu dirección exacta, así te mando el libro?’. Y no lo vio. Capaz que sí lo vio, pero siempre me va a quedar eso. Me consta que se alegró con el libro. Me había escrito que le gustaba viajar en esos sueños lindos que tenía yo con el carnaval”.

“Al final de su entrevista, Catusa les dice a los compañeros que quiere que Araca siga andando, que lo único que tenían que hacer era ir al velorio, cantarle ‘La compañera’. ‘Y viva el carnaval’. Bueno, me encantó el otro día cuando la murga fue a cantarle. Y cada vez que recuerdo la entrevista pienso ‘la puta madre, lo hice reír acá, se emocionó’. Ta, valió la pena todo”.