Aunque los falsos documentales de horror son bastante anteriores –como la mítica Alternativa 3 o la maravillosa Ghostwatch–, se puede coincidir en que ganan potencia, popularidad y empuje en 1999 con Blair Witch Project, tanto por la cuidada campaña promocional que sostenía el verosímil de que aquello que contaba era real (algo que en una época con menos internet incluso era creíble) como por la efectividad de su ejecución realizada con escaso dinero y actores desconocidos, pero con muchísimo talento e ingenio.

Los falsos documentales se han sostenido con éxito creciente y han evolucionado junto a la tecnología, por lo que ya no es raro contemplar toda una película que se compone solamente por lo que muestra la pantalla de una computadora o un celular. Fue el caso de Unfriended en 2014 (que disparó una saga que ya va por la tercera entrega) y de la más policial Searching en 2018.

Pero lo que destaca a Host, película británica estrenada recientemente por Netflix, es la combinación feliz de ambas cosas: por un lado, el uso de un contexto tecnológico actual (es toda la película una larga sesión de Zoom), pero, por otro, una ejecución artesanal de poco presupuesto integrada por un elenco desconocido y colaborador (tal y como ocurría con Blair Witch Project).

Horror en pandemia

Separados por esta cuarentena que ya lleva casi un año, un grupo de amigas –y un varón– se propone diferentes actividades online para matar el rato y al mismo tiempo mantenerse haciendo “algo” juntos. La propuesta para esta ocasión es contar con los servicios de una médium y tratar de contactar algún espíritu chocarrero durante una sesión de Zoom.

A pesar de que la médium los insta a tomarse las cosas en serio, hablamos de un grupo de veinteañeros aburridos y que llevan demasiado tiempo encerrados en sus casas –la pandemia es aludida en más de una ocasión, pero la película no gira en torno a ella–, por lo que pronto habrá competencia de chupitos y tomadas para la chacota a la propia espiritista. Mal hecho, veinteañeros aburridos, mal hecho.

Porque pronto comienzan a pasar cosas raras: la médium se desconecta y cada casa unida a la sesión comenzará a ser protagonista de sucesos inexplicables y quizá paranormales, algo muy difícil de comprobar para los protagonistas, ya que apenas pueden ver lo que pasa en las casas de los demás, dependiendo de la habilidad para filmar de quien allí habita.

Host adolece de algunos defectos propios del cine de horror y del falso documental o found-footage, como esa inexplicable vocación por seguir filmando, pase lo que pase, cuando la reacción natural sería tirar la cámara al diablo y salir corriendo, o que no haya demasiada justificación de lo que ocurre. No obstante, la forma en que provoca sustos es encomiable y la transforma en una de las más efectivas películas de horror de tiempos recientes, con un par de momentos de julepe no aptos para almas sensibles.

Todo lo anterior se incrementa al saber que tanto Rob Savage –director y coguionista– como cada uno de los integrantes de su elenco rodaron la película mediante el mismo Zoom que da cuerpo a su historia. Es decir, el director marcó a sus actores qué pasaba y cómo en cada casa de manera online y allí, in situ, cada cual se las arregló para cumplir con lo propuesto sin salir de sus casas, algo verdaderamente asombroso sobre todo si se toma en cuenta algún que otro efecto especial o situación por demás escalofriante.

Host es, entonces, una muy buena película de horror en un año de buenas películas de horror (quizá el único género potenciado por la pandemia global), pero además es un documento del talento y la creatividad puestas al servicio de crear con todo éxito en condiciones por completo adversas. No es poca cosa.

Host, de Rob Savage. En Netflix.