Los australianos tienen una firme relación con el cine de género. Tan es así, que su abundante producción desde fines de la década de 1970 ha llevado a hablar de ozploitation ‒o sea, films baratos y oportunistas made in Australia‒ y a dejar bien claras sus marcas de fábrica: películas que abrazan felices su condición de “clase b”, con bajos presupuestos, elementos de horror, comedia, sexo y desatado uso de la sangre y la violencia.

Convertido en el lado oscuro de lo que se conoce como la Nueva Ola del cine australiano ‒una suerte de renacimiento del cine local basado en películas existenciales, profundas e incluso metafísicas‒, el ozploitation llegó para instalarse permanentemente gracias a películas hoy por hoy míticas como Wake in Fright (1971), Stone (1974), The Man from Hong Kong (1975), Roadgames (1981) y su ejemplo más reconocido: la saga de Mad Max, siempre con la acción, el humor negro, el horror y la violencia (splatter, sobre todo) presentes.

La tendencia se expandió por toda la región; un ejemplo es Peter Jackson, que generó su propio exploitation en Nueva Zelanda, y se volvió parte fundamental del quehacer cinematográfico en Australia.

El ozploitation goza de muy buena salud hoy por hoy, con constantes aportes y presencia. Basta recordar ejemplos como los vampiros de Daybreakers (2010), el cocodrilo gigante en Primal (2010) o incluso el revival de Mad Max con Fury Road en 2015. También es buen ejemplo el que ofrece el catálogo Amazon Prime: Nekrotronic.

Cazademonios de la B

Imaginen que alguien pone en una olla a los Cazafantasmas, Hellraiser y Evil Dead, revuelve todo con fuerza y saca como resultado una aventura a todo trapo de muy bajo presupuesto, con el único objetivo de divertir y divertirse. Ese alguien es el australiano Kiah Roache-Turner, quien unos quien unos años atrás ya había logrado algo bastante interesante con la comedia de zombis Wyrmwood.

Ahora nos cuenta la historia de Howard (estupendo Ben O’Toole, nacido para ser protagonista), un desgraciado que trabaja en una barométrica junto con su mejor amigo, Rangi (Epine Bob Savea, el gran comediante de la cinta), quien viene a desayunarse varias cosas juntas y a los tropezones: primero, ese nuevo juego que circula por todos los celulares del país es la forma que tiene un poderoso demonio de apoderarse de las almas humanas; segundo, que ese demonio (una divertidísima Monica Belucci) es además su madre y, tercero, que él es miembro de un grupo de personas muy especiales con la capacidad de cazar estos demonios.

Así, Howard ‒y Rangi, aunque este lo pasa bastante peor‒ es reclutado a la fuerza por los últimos cazademonios en guerra, Luther y sus hijas Molly y Torquel (el gran David Wenham, Caroline Ford y una imponente Tess Haubrich), para la gran batalla final.

Listo, no hay más. Pero alcanza y sobra, porque aunque el guion es bastante obvio y no va a sorprender a nadie nunca jamás, hay una efectividad y un desparpajo en el tan ridículo como sangriento relato que propone Roache-Turner.

En definitiva, ozploitation del mejor, que ya hoy por hoy está hermanado con un tipo de cine de vísceras, carcajadas y explosiones que tiene representantes a nivel mundial como Pablo Parés en Argentina y Takeshi Miike en Japón, y que termina por ser un trasnoche para fin de semana de lo más divertido. Un poco de escapismo para estos oscuros tiempos que corren: justo lo que nos recetó el doctor.