En sus pasos sobre hojas secas y su leve curva de columna habita su estirpe rockera. En “¿Dónde estás”?, su nuevo sencillo, vuelve al desamor y canta “mi universo se hace trizas olvidándote”. Solo entre los árboles, se puede ver al pequeño hombre de negro en su desventura amorosa, en su mundo.
Desde la perspectiva ajena y lejana de un monitor confinado, tratando de adormecer las preguntas más urgentes con otras que me rescaten, de la mano de cierta nostalgia y entretenimiento cultural, me pregunto si Sebastián Gavilanes, El Gavilán, no será uno de los últimos de su especie.
Luego, cuando llega al lugar convenido para la entrevista, la pregunta, ante su presencia, pierde su razón de ser. El músico, cantante y compositor es ‒desde hace casi dos décadas‒ admirado por decenas de sus colegas uruguayos y de otras partes del mundo, que reconocen en él a un músico versátil y todoterreno, de especial sensibilidad, y también a una buena persona.
Todos conocen a El Gavilán: compartieron escenario, ensayaron, tienen sus discos o lo fueron a ver. La primera banda con la que se enfrentó al público se llamó La Reunión. “Éramos todos amigos y nos invitaron a tocar en un liceo de la avenida 8 de Octubre. Teníamos un tocadiscos con parlantes para amplificar una guitarra y sacar las voces, un bajo con dos cuerdas y una batería con el pedal del bombo roto, que tuvimos que arreglar de apuro. Al final salió todo bárbaro, y hasta pagaron. La banda duró lo que ese concierto”.
Como integrante de la banda de Max Capote, recorrió el mundo y giró sin pausa, por años.
Acompañó a Mint Parker en su apuesta mexicana. Se quedó un buen tiempo, y a gusto, en el DF. hasta que en 2016, sin mayores motivos o explicaciones, volvió a afincarse en Uruguay.
Con su banda emblema, Los Verde, editó tres discos, y luego siguió, nunca del todo solo, grabando canciones como El Gavilán.
“¿Dónde estás?” será parte de un nuevo LP de diez canciones, que piensa editar este año.
Esta vez lo acompañan Los Inmortales: Leroy Machado y Martín Sanjines en guitarras, Guillermo del Castillo en bajo y Nicolás Rodríguez en batería.
Quisimos saber más sobre su linaje ‒su amor por The Beatles‒ y descubrimos otro más antiguo.
Clases de música y de comportamiento
“De chico me decían que era huraño, pero no sé si era tan bravo como otros compañeros. Por lo menos a mi vieja siempre le decía dónde estaba”, recuerda.
“Cuando yo estaba en segundo de escuela, el piano estaba en el piso de abajo. Entonces le pedía a la maestra para ir al baño, bajaba la escalera y me ponía a tocar el piano. Me mandaban un rato a la dirección, pero no pasaba gran cosa. Me acuerdo de que la profesora de música cantaba ‘Aún es tiempo de soñar’ de Banana Pueyrredón, y me parecía hermoso cómo a la vez tocaba el piano y todos cantábamos al unísono. Mi abuelo tenía guitarras criollas en casa, que estaban fuera de mi alcance, siempre. Pero como me llamaban la atención, de alguna manera me trepaba al ropero y las bajaba. No duraron mucho, las terminé rompiendo todas. Después pasé a fabricar mis propias guitarras. Agarraba una madera y le ponía un palo, y las cuerdas las hacía con gomitas elásticas. Les ponía dos clavos, las tensaba y cambiaban el tono. En realidad yo quería ser baterista. Hasta que me di cuenta de que era un instrumento muy caro y no iba a poder tener una hasta que laburara, y que si era baterista iba a estar en el fondo de la banda. Dije: ‘No, yo quiero cantar, agarro la guitarra y me voy para adelante’”.
Renzo, Los Tontos y The Beatles
“Una banda que me partió la cabeza fue Los Tontos”, dice El Gavilán. “Me enloquecían. Y el look en la contratapa, ellos así, inmaculados, todos lindos, parecía la tapa de Beatles for Sale. No entendía las letras. Escuchaba la música y me alucinaba. Yo era gurí y las noticias que me llegaban eran de los más grandes del barrio. Me decía ‘le tiraron monedas y botellas a tu bandita’. Y yo pensaba ‘¿por qué me dicen esto, son tarados?’ Yo era fanático. Los escuchaba todo los días, sabía dónde sonaba cada plato de la batería. Incluso, cuando Renzo volvió a tocar hace unos años en Perdidos en la Noche, yo era el más fan, y le gritaba: ‘¡Dale, Renzo!’ Tengo la grabación de ese concierto”.
El Gavilán se cruzó varias veces con Renzo, pero nunca se animaba a hablarle. “Quería decirle ‘¡sos mi ídolo!’, pero no me animaba. Cada vez que lo veía: ‘Bueno, ta, le digo’. Y al segundo: ‘No, no le digo’, y seguía de largo. Otra vez, y lo mismo. No me animaba. Y así, hasta que un día salgo de la casa de un amigo ‒yo no sabía, pero resulta que vivía cerca de la casa de Renzo‒, eran como las tres de la tarde, no había nadie en la calle, y lo veo a Renzo yendo a tirar la basura a un contenedor. Pensé ‘ta, es el momento, se lo tengo que decir’. Mientras camino hacia él me voy convenciendo: ‘Se lo digo, se lo digo, se lo digo’, y cuando me acerco, me mira y me dice ‘vos sos El Gavilán, ¿no?’ Muy fuerte. Para mí fue como que me conociera Paul McCartney. ‘Sí’, le dije, ‘y vos mi ídolo’. Eso fue alucinante.
“Le afané todo a los Beatles. En mis canciones hay muchos guiños”, confiesa. “Con Los Verde éramos todos muy beatleros. Con Fede Graña, Nico Román, Charly Cervetto y Nicolás Rodríguez, de alguna forma jugamos a acercarnos al espíritu de su música. Quién no quiso ser un Beatle, ¿no? Estábamos lejos de ellos, pero nos divertíamos. Durante épocas los escuchaba todos los días, hasta que en un momento nos peleamos. Cosas de colegas. Los sigo escuchando, la elección depende del día. Es como un timbre que suena y se te da por escuchar una canción. Ayer estuve escuchando ‘In my Life’, la que canta Lennon en Rubber Soul”.
Vida de gira
“Para mí fue una bendición. Alguna vez dije que si bien tengo algunos músicos que admiro y que son un poco más grandes en cuanto a mi edad, y de otros países, considero que toqué y toco con los más grandes de mi época: Leroy Machado, Max Capote, Ramón Chao, Nacho Echeverría y, por supuesto, los componentes de Los Verde”, dice.
“Nunca tuve la oportunidad de estudiar música, soy autodidacta, y cada vez que tomaba un avión a cualquier parte del mundo con ese grupo de músicos, amigos y hermanos, que tienen un poder musical más amplio que el mío pensaba, “no puedo creer que me voy a tocar con estos tipos”.
Los jinetes españoles
“Tuve la oportunidad de grabar una canción con Jaime Urrutia”, dice en referencia a “Saber de vos”. “Los cuatros jinetes, que le dicen: Loquillo, Enrique Bunbury, Andrés Calamaro y Urrutia. A mí me gustaría grabar con todos. Grabé con el jefe, y ojalá que se dé en algún momento poder hacer algo más con él. Hay una posibilidad, me llamaron por eso, y vamos a ver si podemos concretarlo”.
“Yo no sé qué podría decir. Por supuesto que escucho a mis colegas y trato de aprender de ellos. Mi manera de escribir no sé de dónde sale; no sé si es buena, si es regular, no tengo idea, pero lo que te puedo decir es que las letras son importantes. Cualquier canción, sólo con el ritmo, me puede conmover, pero si tiene una buena letra es como tener una linda charla con alguien. Estás con una chica, empezás a hablar con ella y eso te alucina la cabeza. Bueno, cuando escuchás una buena línea en una buena canción, ya está, no puedo con eso. Me gustan muchos poetas, robo un montón, conceptos, ideas, palabras, pero no te podría decir nada de la calidad de mis escritos”.
Relanzamiento
Después de años de giras, discos y ensayos, algo dijo basta. ‘No fue que me levanté una mañana y dije ‘no voy a tocar más’. Es algo que te recorre el pecho y ta, quería dejar de tocar.
Sentía que no quería más. Estaba bien con lo que había hecho y ni siquiera sabía qué iba a hacer después. No tenía un plan B. Íbamos a hacer un disco con Diego Drexler, con dos canciones”.
De a poco, el impulso volvió. “Primero iba a ser un simple, y luego mutó a un disco con más canciones. Yo no quería grabar demasiado, dos cosas y nada más. Entonces grabé ‘Saber de vos’ y me contacté con Esteban Hirshfield”, dice en referencia al tecladista de Los Mockers y de Jaime Urrutia. “Y así fue que Esteban grabó ese Hammond maravilloso que aparece y Jaime le puso su elegantísima voz. En realidad, la canción la tendría que haber cantado él solo”.
“Me volví a entusiasmar”, confiesa. “Fijate que cuando me llegó la grabación con la voz de Jaime Urrutia, yo venía de tocar, y llegué como a las tres de la mañana a casa. A mí siempre me cuesta mucho dormir a la noche, y fue una mala idea abrir el correo a esa hora. Escuché su voz y lo que había hecho y automáticamente no pude dormir más. Toda la madrugada despierto, nervioso, fui al baño, bajé la tapa del inodoro, me senté hora y media ahí, aterrado. Pensaba: ‘Y ahora ¿qué carajo hago? Tengo la voz de Jaime Urrutia y me toca hacer algo bueno con esto, no puedo defraudar’. Supongo que la música, el entusiasmo y ese cagazo de hacer las cosas bien me volvieron a motivar”.
Luego grabó “De moda” como otro estreno. Pensó en hacer un disco recopilatorio: “Para darles una oportunidad a otras canciones que no toco mucho en los conciertos. Saco estas dos canciones nuevas, en un disco de 31 temas, y le pongo de nombre Fuera de moda. Un poco porque las canciones eran de otra época, y porque comenzaban a aparecer otros ritmos musicales, con un lenguaje que yo no manejo. Me sentía un poco fuera de ambiente. Es como un juego, también. De alguna forma era darles la bienvenida, me pueden gustar o no pero hay que respetarlos y pueden surgir cosas maravillosas de ahí”.
Regreso
La canción que acaba de lanzar El Gavilán se llama “¿Dónde estás?”. El artista firma que está basada en un hecho real. “Tomé de inspiración algo que me pasó. Cuando se rompe un amor, uno trata de expresar lo que siente. En mi caso traté de decir qué sentí esa primera noche. Después, al otro día, tal vez me sentí un poco mejor, y al otro, un poco peor. Dice ‘queriendo que me quieras como quieras...’ Como esos manotazos de ahogado cuando no querés que se termine una relación. Te podría decir que es la continuación de una canción de otro disco de hace unos años. El amor es algo que siento bastante fuerte. Creo que es una energía que merece varias lecturas, y trae muchas posibilidades también. Si bien tengo mis cosas para decir sobre lo que está pasando en este momento o en otras épocas, me resulta más natural escribir canciones de amor. Justo ayer un amigo de un estudio me decía “tenés que grabar más canciones de amor, que esas te quedan lindas” Y no sé, capaz que sí. Ojalá que venga algún amor duradero, así no tengo que escribir tanto del desamor. Uno escribe de lo que le sale. El desamor te pone más sensible y te genera mejores metáforas, pero cualquier estado es bueno para componer canciones”.