Tras Polonio, de Daiana Rosenfeld, y Alamar, de Pedro González-Rubio, dos historias sobre personajes que habitan en medios donde los sistemas de supervivencia son distintos de los que nos resultan más familiares, llega la tercera entrega del ciclo de cine ambiental que Cinemateca presenta en TV Ciudad.

Andrés Carrasco: ciencia disruptiva, de Valeria Tucci, es otro tipo de relato, distinto de aquel cuyo protagonista se va a “vivir con la naturaleza”: trata sobre el veneno, sobre el hombre que contamina pueblos en todo el mundo con el fin de colmar las expectativas del monocultivo. El estudio de este veneno pone en cuestión la idea de que la ciencia y la tecnología son neutrales y objetivas.

La película narra, mediante material de archivo y entrevistas, el recuerdo de la investigación de Andrés Carrasco, médico especializado en biología molecular y biología del desarrollo que se enfrentó al final de su carrera, siendo presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, a un gigante como era Monsanto, sumado a otras empresas multinacionales productoras de herbicidas y manipuladoras de semillas. Carrasco se puso en contra de todo el establishment científico y político al comenzar a hablar de estos compuestos y los daños que producían a las personas, sobre todo a las más expuestas en el sector rural, y al medioambiente.

Es imposible hablar de ciencia sin hablar de medioambiente, y menos aún hablar de ambos sin hablar de modelo económico. Carrasco definió el tipo de producción imperante como “ecocida” y “genocida”. El gran rescate del documental es desentrañar de manera fina las relaciones de poder, incluso dentro de la academia. De hecho, Carrasco no publicó en una revista académica los primeros resultados de sus investigaciones, sino que se acercó a quienes ya estaban luchando para darles argumentos científicos de que efectivamente se los estaba matando.

“No hay ninguna perversión en poner un poco de ADN dentro de una semilla. El hecho en sí no tiene ningún valor ético, lo que sí importa es el sentido con el que se hace. Los sentidos tienen intenciones, contextos históricos, intereses económicos, cuestiones políticas, ideológicas, y estupidez”, sentencia Carrasco en un tramo del documental.

Con la excusa de “las buenas prácticas agrícolas” y de la pérdida de puestos de trabajo que implicaría incomodar a las multinacionales del sector se ha ignorado a la población destrozada por los tóxicos. Ni malformaciones ni muertes han impedido que dejen de rociar, por ejemplo, escuelas rurales.

Monsanto, fundada en Estados Unidos en 1901, fue vendida en 2016 por 66.000 millones de dólares a Bayer, que se consolidó como la mayor compañía agroquímica del mundo. Del otro lado, la historia de un investigador que cambia el rumbo de sus prácticas para volverse parte de un movimiento de lucha a partir de la ciencia es esperanzadora para cualquier ciudad o poblado que pelea contra las avionetas que la rocían de veneno.

Andrés Carrasco: ciencia disruptiva, de Valeria Tucci. El lunes a las 23.00 en TV Ciudad.