Ursula K Le Guin + gatos es una fórmula que no puede fallar (una trampa infalible en la que caerá el incauto o la incauta que vaya a una librería con el propósito en mente de cualquier otra cosa y sus ojos se topen, de golpe, con esta belleza hecha libro, que se revela irresistible). Se trata de gatos con alas, para más datos y mayor expectativa.
Catwings. Las aventuras de los gatos alados, de la editorial española Flamboyant, reúne la serie de cuatro relatos publicados por la autora, con ilustraciones de SD Schindler, entre 1988 y 1999: Los gatos alados (1988), El regreso de los gatos alados (1989), El maravilloso Alexander y los gatos alados (1994) y Jane va a su aire (1999).
Es casi ocioso presentar a Le Guin, una voz imprescindible de la ciencia ficción y la fantasía. En su trayectoria, que se extendió por casi 60 años, dejó obras fundamentales del siglo XX como Los desposeídos, La mano izquierda de la oscuridad y la serie de Terramar, que se destacan en un conjunto enorme de más de 20 novelas, más de 100 cuentos, más de una docena de volúmenes de poesía, cinco traducciones y 13 libros para niños. “Su voz sensata, astuta y lírica es más necesaria ahora que nunca”, sostenía Margaret Atwood, una de las tantas se declaran deudoras de su influencia, cuando Le Guin murió, en 2018.
Multipremiada y reconocida por la crítica por su obra, nunca dejó de defender los intereses colectivos, y cuando le entregaron la Contribución Distinguida a las Letras Estadounidenses, aceptó la medalla en nombre de sus colegas escritores de fantasía y ciencia ficción, “excluidos de la literatura durante mucho tiempo”, desplazados por los “así llamados realistas”. Ubicada decididamente del lado de los más débiles, “de los conquistados antes que de los conquistadores”, consideraba que la ciencia ficción no era nada menor, y sostenía al respecto: “Significa experimentar con la imaginación, responder preguntas que no tienen respuesta. Implica cosas muy profundas, que cada viaje es irreversible”.
Gatos de callejón
La serie de cuentos para niños que componen Catwings no es ciencia ficción, por supuesto, pero no está exenta de fantasía ni del sentido profundamente ético habitual en la autora, aunque se trate de gatitos.
Los protagonistas son una camada de gatos nacidos en el callejón más estrecho y desastrado de una ciudad, en un barrio terrible y decadente, de donde “La mayoría de los gorriones se habían marchado. Las ratas eran feroces y peligrosas; los ratones, escasos y flacos”. Pero aun en las peores condiciones puede surgir la maravilla: lo inexplicable, en este caso, es que los cuatro felinos tienen alas. Y esa diferencia marcará sus vidas: por un lado, será la salvación y el vehículo que les permita irse de la ciudad y cambiar sus vidas; por otro, los obligará a vivir escondidos de los humanos y su ambición.
Hay en estas cuatro historias, que pueden leerse de un tirón como si fueran una sola, una mirada tierna y divertida que homenajea al universo gatuno, al que la autora muestra conocer muy bien. Hay, también, una visión crítica de los humanos y de cómo se relacionan con las demás especies de animales, pero, en definitiva, una apuesta a la aventura y a seguir por los caminos que marca el deseo como actitud vital.
La salida
“Si encuentras un par de manos buenas, nunca tendrás que volver a cazar. Pero, si son malas, pueden ser peor que los perros”, les dice su madre, la señora Jane Tabby. Los zapatos y las manos eran, claro, metonimia mediante, los humanos (“los seres a mano”, como les llama, en un error lingüístico propio de la media lengua, uno de los pequeños).
La sentencia materna, de esa madre que mima y protege pero también es fuerte para impulsar a sus hijos a volar, a pesar de que eso signifique la separación, es al mismo tiempo advertencia y profecía cumplida, en un sentido y en otro. Porque lo que los gatitos descubren cuando salen al mundo, además de hacerse fuertes, de tener nociones fundamentales sobre el arriba y el abajo en su necesidad de ser invisibles a ojos extraños, es que hay humanos –y otros animales– en los que no se puede confiar, pero también hay otros que los respetan y los ayudan; no es azaroso que en este último grupo haya dos niños –y su madre, que finge que no se enteró– y una anciana.
En los cuatro relatos hay idas y vueltas, hay incorporaciones al equipo, hay viajes. Lo que es común a todos ellos es el espíritu de hermandad y de colaboración del grupo de gatos alados, la naturalidad con que aceptan esa diferencia con los gatos comunes que horroriza a los pájaros, fascina a quienes los ven y les juega malas pasadas al volverlos objeto de curiosidad. Estos gatos les sacan jugo a sus alas y, aunque asumen que “ser diferente es difícil”, logran encontrar su lugar en el mundo.
Mención aparte para las ilustraciones de SD Schindler, las mismas de las ediciones originales. Siguiendo las vicisitudes de la historia, aportan al mismo tiempo belleza y maravilla, y son increíblemente expresivas, minuciosas en la pintura de todos los estados de ánimo gatunos posibles. También es de destacar la cuidada edición de Flamboyant, que no descuida ningún detalle y nos regala un díptico de fotografías de la autora, de William Anthony, al inicio y al final.
Catwings es, pues, una invitación a buscar el camino propio, a ir en busca de aventuras, y una lectura deliciosa en la que es posible zambullirse con ganas, aunque uno imagina que la situación de lectura ideal es la de leerlo con otro, dejarse llevar por el vuelo gatuno hasta que el sueño nos lleva.
Catwings. Las aventuras de los gatos alados, de Ursula K Le Guin, ilustrado por SD Schindler. Traducción: Blanca Gago. Flamboyant, Barcelona, 2020. 176 páginas. $ 980.