Mauro Ezequiel Lombardo Quiroga se fue de su casa de adolescente, harto de las burlas y el aire augurioso de sus hermanos mayores con respecto a sus logros profesionales para amenizar la picante charla de la cena. Decidió comenzar a competir en batallas de rap en Buenos Aires y terminó convertido en el Duki: un trapero que escribe los capítulos de su propia leyenda y supera las audiencias de las grandes bandas de rock en los mercados de Argentina, México, España y en el resto de América Latina.

No han pasado más de cuatro años desde que puso de moda su lunfardo “modo diablo” con sencillos cargados de autotune y mensajes encriptados para una generación adolescente de madrugadas frente a la computadora, que encontró en sus cuentos de lealtad y traición una forma romántica y entretenida de canalizar su angustia.

Usó su música y sus videoclips, pero también, y sobre todo, las redes sociales para contar cada uno de los episodios de su serie a través de la pantalla vertical de su teléfono celular. Sin dormir, envió cientos de advertencias a sus enemigos y mensajes de amor a sus aliados. Tal vez su tarea literaria lo consumió tanto que olvidó por demasiado tiempo su música, o simplemente a su personaje le llegó la hora de caer al vacío y dejar en suspenso lo que vendrá.

En 2020 el Duki no murió, pero cambió su nombre a “el Duko”. Dejó de citarse para pelear en esquinas con sus colegas y terminó con sus licuados de alprazolam y alcohol. Bajó un cambio y movió la pantalla al modo horizontal. En su programa de Youtube Fideos con Duko presentó en sociedad a Sandra, su madre, quien además trabaja con él como abogada.

En el video de ese capítulo los dos comparten una pequeña mesa en un restaurante italiano. Ella le aprieta el cachete y le dice “lo lindo que es”, destaca su nobleza y cuenta que, luego de cobrar su primer sueldo como cadete de farmacia, su hijo volvió al hogar con empanadas para toda la familia. Recuerdan canciones que le gustaban a su abuela y, entre risas, Sandra revive una escena en la que Mauro, con sus padres separados, le dice, por el teléfono de línea, a un posible novio de su madre que la cuide o de lo contrario “va a correr sangre”.

Todo pasa rápido, incluso el capítulo de la resurrección, pero el Duko se muestra preparado para lo que viene. Un afiche gigante y luminoso de Spotify que ocupa toda una pared de un edificio en la Quinta Avenida de Nueva York anuncia el lanzamiento de su nuevo disco: Desde el fin del mundo. Su apuesta más accesible y comercial, con la que intentará un plan de conquista más ambicioso. En medio del furor de sus seguidores, más joven y sin ejército, su colega Nicki Nicole llegó antes al programa nocturno de Jimmy Fallon, y en su país nació una nueva estrella del trap (mezclado con cumbia): L-Gante.

Tal vez la construcción de su relato trágico lo haya llevado demasiado lejos, aunque nadie le puede quitar ni desconocer lo bailado. Ahora lo intentará nuevamente, con una versión más limpia, con el testimonio de sus golpes y las lecciones aprendidas, pero sin abandonar su épica ganadora.

El animé Dragon Ball Z y la saga cinematográfica de El padrino son dos de sus más grandes influencias. En las canciones de su nuevo disco todavía juega a “ellos y nosotros” pero con un lenguaje más clásicamente rapero y con estribillos que bien podría cantar Abel Pintos.

Duki, el Duko, Mauro, se fue a Miami a grabar este disco salvador con el productor Federico Yesan Rojas y se propuso tener pronto un tema por día. Así lo contó a la diaria en la conferencia de prensa virtual del lanzamiento de Desde el fin del mundo: “El flash era: con Yesan tomamos la decisión de armar el estudio directamente en una casa. Entonces, sea la hora sea, yo sabía que iba a poder grabar y cuando me encuentre la inspiración iba a estar ahí. Todos los días era más o menos parecido. Me levantaba. Aprovechaba que había pileta en la casa y me tiraba un rato. Salía, comíamos algo y a eso de las cuatro, cinco, yo le decía Fede: ‘Vamos a hacer algo’. Y después, todos los días era distinto. Tal vez un día él empezaba agarrando la guitarra y tirando unas notas y en base a eso tirábamos el beat, otro día nos sentábamos y buscábamos alguna referencia y empezábamos a hacer el beat juntos. Otro día yo ya venía con una temática o con algo medio planteado y le decía a Yesan: ‘Enchufame el micro y lo tiro de una’. Pero más que nada era eso: el mano a mano de él y yo. Y más o menos a las cuatro nos obligábamos a sentarnos y ver cómo íbamos a arrancar el tema y a desarrollarlo”.

Antes del primer chapuzón, Duki observó una lluvia de seis días seguidos, recordó la leyenda oriental de los peces koi y para su tema “Cascada” escribió: “Afuera llueve y parece que no va a parar. Duko trajo la cascada cuando pisó la ciudad. Yo soy el fucking tsunami, van a tener que aprender a nadar, pa’ llegar a la montaña van a tener que remar”.