A la par de los escape rooms, los juegos “de situación” se han puesto muy de moda (o lo estaban cuando nos podíamos juntar unos con otros sin problema) especialmente en los países del norte. Funcionan así: los participantes asisten a una cena o una reunión y solucionan un misterio, un falso asesinato, una intriga o realizan búsquedas del tesoro por toda la ciudad.
Estos juegos son el no va más para quienes han superado todas las vertientes caseras posibles, léase videojuegos o juegos de mesa, y buscan experiencias lúdicas más potentes o extremas. Muchas veces, por llevar las cosas más allá de la línea del deber –los titulares dicen cosas como “¡Jugadores de rol pasan dos años en un desagüe!”–, los juegos de situación o acción real son pasto verde para la ficción, que los ha aprovechado en películas de misterio (David Fincher con The Game, aquella con Michael Douglas y Sean Penn) o franquicias de terror (el díptico Escape Room, que no da lugar a equivocación sobre su tema) y encuentra ahora, en esta comedia vertiginosa, su espacio para el humor.
Velada con secuestro, canapés y juegos
Max y Annie (Jason Bateman y Rachel McAdams) son una pareja que vive por y para los juegos. Se conocieron jugando en un bar, se casaron jugando y mantienen dentro de su relación la firme tradición de una noche de juegos semanal junto a su barra de amigos. Lo que muchos considerarían una obsesión es la razón misma de la existencia del matrimonio.
Pero aparece Brooks (Kyle Chandler), el hermano triunfador y exitoso de Max, aquel que siempre lo ha superado en todo, y propone una game night inédita: implicará una desaparición, una búsqueda y un complicado misterio. El ganador se quedará como premio con el elegante auto clásico de Brooks que Max siempre ha ansiado.
Pero ¿qué pasa cuando realidad y ficción se mezclan y no hay manera de discernir cuál es cuál? Lo que podría ser una parodia de la ya mencionada The Game cobra vuelo propio gracias a un elaborado guion (cortesía de Marc Perez), filosos diálogos y una minuciosa realización a cargo de la dupla de directores John Francis Daley y Jonathan Goldstein (la misma que aggiornó la saga Vacaciones con bastante éxito). Hay mimos para los jugadores (las miniaturas que emulan juegos de caja y que nos trasladan de escena en escena son la gloria) y un elenco descontrolado y metido hasta las cejas en lo suyo.
Jason Bateman es parte de una camada de comediantes de registro medio (Will Forte, Ed Helms, Jason Sudeikis) y, aunque es quizá el menos gracioso, ha demostrado una gran veta dramática, a la par de su propio trabajo como realizador, en series como Ozark y la magistral The Outsider. Acá funciona perfecto como gran respaldo del inmenso protagónico de Rachel McAdams, quien nunca antes estuvo tan graciosa, volcada a la comedia franca y directa.
Hay aportes del elenco secundario, empezando por el Brooks de Kyle Chandler (una garantía) y siguiendo por apariciones específicas y muy agradecidas de Michael C Hall, Danny Huston y Chelsea Peretti, así como el sostén continuado de la barra de amigos compuesta por Sharon Horgan, Billy Magnussen, Lamorne Morris y Kylie Bunbury. Se destaca especialmente un secundario de Jesse Plemons, llamado a robarse todas las escenas en las que aparece.
Fue una de las comedias de su año (2018), a la que nadie le hizo en su momento demasiado caso y que ahora brinda la oportunidad de redescubrirla.
Game Night, dirigida por John Francis Daley y Jonathan Goldstein. A demanda en servicios de cable.