Los argentinos Mariano Frigerio y Denise Urfeig se conocieron en la productora de televisión Cuatro Cabezas (la de Caiga quien caiga). Luego de casi 20 años, mantienen su amistad y continúan trabajando en el rubro de la pantalla chica.
“Mariano era muy fanático y vive cerca del barrio”, cuenta Denise. Ahí surgió la idea. Lo siguiente fue la decisión de comprar una cámara entre los dos mientras comenzaban su investigación sobre ese barrio tan barrio y tan especial, y esa casa, la de Elvira (China Zorrilla) y Sergio (Juan Manuel Tenuta), dos de los protagonistas de Esperando la carroza, el clásico del cine rioplatense que el argentino Alejandro Doria basó en la obra del uruguayo Jacobo Langsner.
El barrio en cuestión es Versalles, en la ciudad de Buenos Aires, y queda cerca de la plaza Ciudad de Banff. La casa encantada recibe a diario a decenas de curiosos, y en fechas particulares, a cientos de fanáticos de la película, los carroceros, que van a sacarse fotos junto a su fachada, a verla de cerca, a vichar hacia adentro, a ver qué más pueden descubrir o a esperar que salga de allí adentro, de repente, uno de los personajes de la película.
La casa está igual que en 1985, el año de estreno del film, o eso le parece a Mariano, que se reconoce como un carrocero más. Vio la película más de 100 veces y se la sabe de memoria, pero no es ni por cerca el más extremo de los fans. Su frase preferida es una de Elvira (“¡Qué duda cabe!”) y lo descubriremos, entre otras cosas, a lo largo del documental, en el que su narración nos acerca a la vida de personas de todas partes de Argentina nucleadas en grupos de Facebook, peñas y comunidades, que se juntan para cenar y ver la película, para jugar a quién se sabe mejor sus diálogos o escenas.
En sus vidas cotidianas, los carroceros limpian sus casas, o se toman un whisky mientras de fondo suenan las voces chirriantes, absurdas o divertidas de China Zorrilla, Luis Brandoni, Betiana Blum, Julio de Grazia y Andrea Tenuta. También veremos las reacciones de parte del elenco actoral original cuando se enteran del fenómeno, y de las vecinas del barrio cuando vuelven a ser consultadas mientras barren la vereda como cualquiera mañana.
Carroceros, el documental dirigido y guionado por Mariano Frigerio y Denise Urfeig, resultó un éxito en Argentina y todavía sigue sorprendiendo a quienes no sabían de esta armada inverosímil y heterogénea de fanáticos. Pero los dos sueñan con venir a estrenar la película en salas uruguayas. Imaginan que Mónica Villa (Susana) o Betiana Blum (Nora) podrían acompañarlos, locas de la vida, y un encuentro muy esperado con el público uruguayo.
Mientras tanto, el documental se puede ver en nuestro país en la plataforma digital de Cinemateca, +Cinemateca, cosa que aprovechamos para charlar con sus directores.
La casa en que transcurre la historia de Esperando la carroza es una de las protagonistas del documental. ¿Cuánto la conocían antes de empezar con este proyecto?
Mariano: Al barrio sí lo conocía bien, pero a la casa no. La primera idea que teníamos para este documental era hacer algo con el barrio y la casa, y después el proyecto fue mutando a la vida de los carroceros. Nos acercábamos a la gente para contarles sobre algo que al principio no estaba del todo claro. Una vez que empezamos a encontrar a los grupos de fanáticos y enfermitos de los diálogos en las redes, medio que alucinamos y dijimos: “Vamos a filmarlos a ellos y hacer el relato alrededor de ellos”. También, a la hora de hablar con Diana Frey por los derechos de la película [es la productora asociada del documental, y productora de Esperando la carroza], eso la terminó de enganchar. No queríamos hacer un documental sobre la película. Nos parecía que lo novedoso era que haya fanáticos en el Río de la Plata. Nada por estas zonas genera eso. Siempre lo comparo con lo que pasa con Star Wars y sus fans. Hay algo de eso, de cómo lo fanáticos interactúan con la película. No es simplemente que saben los diálogos, sino que van a las locaciones, al lugar donde se rodó la película, y es parte de sus vidas. Recorren el barrio, hacen tours, encuentros. Nos pareció que lo fascinante alrededor de la película eran ellos.
Denise: Cuando empezamos a ir todos los días al barrio, los vecinos estaban al tanto de este grupo de fanáticos. Porque no es sólo que van todo el tiempo a sacarse fotos, sino que están estos tours, eventos que se organizan una o dos veces por año. Es como lo que dice el hombre en bicicleta [en una escena del documental]: “Van a la plaza, que al final es una plaza común y corriente”. Es como que el barrio está un poco revolucionado todavía, luego de 35 años de la filmación de la película.
Mariano, sin espoilear, pero vos decís en un momento, por ejemplo: “La escalera está igual”, y hay algo como del tiempo suspendido en el barrio, que deja ver el documental.
Mariano: Hay algo de Capital Federal; cuando te alejás un poco del centro y las zonas más de moda lo que encontrás es medio lo que ves en Esperando la carroza. Mismo donde yo vivo hay barrios que están detenidos en el tiempo, las vecinas y los vecinos vivieron toda su vida ahí y saben todo lo que pasó en su barrio, y esa cuadra, la de la casa, no es la excepción. La gente salía a la calle orgullosa a contarnos. Lejos de alejarse de la cámara, se acercaban y te contaban algo más. De hecho, una de las primeras veces que fuimos salió una señora que vivía al lado de la señora con la que estábamos hablando para contarnos más cosas de la filmación de las que se acordaba.
Denise: Es un barrio que tiene el funcionamiento de un pueblo. Todos se conocen, todos saben de todos, sus padres vivieron ahí, y nos pasa ahora, cuando hacemos algunas notas de prensa, que en la casa vemos a la misma señora con el perrito a la que Mariano entrevistó para el documental. O sea, siempre que vamos vemos a la misma gente y siempre hay alguien nuevo que se nos acerca para contar algo más. Ahora incluso van de otros medios a hacer notas por su cuenta y vemos a los mismos vecinos contando lo mismo de la película, y eso hace que nuestro documental tenga un clima muy parecido al de Esperando la carroza. Es muy lindo, porque los vecinos del barrio tienen una identificación muy fuerte con la película. Es algo importante que les pasó en sus vidas y todos, de alguna manera, participaron en el rodaje, aunque no aparecieran en cámara. Esta señora de la que cuenta Mariano, y que fue la primera con la que hablamos, vivía al lado de la casa. Nos contó sobre cuando fueron al estreno de Esperando la carroza: Doria les puso un colectivo, llevó a todos los vecinos al estreno a un cine de la calle Lavalle, y ella se acordaba de ese momento como si fuera hoy, aunque ya pasaron más de 30 años.
Mariano: Cuando ella hablaba de esa salida decía: “Doria nos llevó al centro”. Y son diez minutos en auto. Hay algo de eso, de pueblo.
Denise: Es un barrio alejado, Mariano. O sea, es casi provincia. Es como al borde de la capital.
Mariano: ¿Pero en comparación con qué? Es Ciudad de Buenos Aires.
Denise: Del centro es lejos. Pero, bueno, sí.
Mariano: En Esperando la carroza, cuando se queman los ravioles, Elvira está todo el tiempo insistiendo con Antonio para que lleve a Sergio en el auto a comprar un pollo al espiedo, porque en el barrio no existía un lugar para comprar comida.
Los vecinos les cuentan en el documental que el equipo de rodaje les pedía de todo: una silla, una regadera, cualquier cosa. Resulta muy raro hoy, cuando los departamentos de arte suelen tener estas cosas resueltas. No sé si era la época o algo propio del cine de Doria, pero hace pensar que eso debe de haber colaborado en la fusión del barrio con la película y viceversa.
Denise: Me parece que es una combinación de las dos cosas. Lo que sí sabemos es que fue una película chiquita. Se hizo en pocas semanas y con poco presupuesto. Viste que Doria con los actores iba improvisando en función de lo que conseguían y funcionaba. Y los viejitos de la escena final son todos vecinos. No sé si eso lo tenían pensado o se les ocurrió ahí. Y esa cosa que cuentan y que se ve en el material de archivo, de los actores en la plaza, con los nenes alrededor, era normal en esa época. Ahora se cierra todo y es muy raro que la gente de un barrio participe en un rodaje.
Mariano: Con el tiempo todo se profesionalizó, pero también es cierto que el cine de Doria estaba muy centrado en los actores. Entonces quizás no estaba tan pendiente de la utilería o del arte.
¿Qué les pasó a los actores y actrices de la película cuando ustedes los fueron a entrevistar para este documental?
Mariano: Hubo una gran diferencia entre los diferentes encuentros. Antonio Gasalla [Mamá Cora] vino con tiempo y revisamos un material de rodaje que nos cedió él. Lo miramos juntos y fue más en profundidad nuestro encuentro. Con Luis Brandoni [Antonio] fue una entrevista común y corriente. Pero después con el resto pudimos tener charlas más abiertas. Con Enrique Pinti [Felipe] hicimos una entrevista re linda. Y algo que nos sorprendió fue que muchos de ellos tienen el recuerdo, pero en el momento en que filmaron Esperando la carroza era como que estaban haciendo algo más en sus carreras, sin muchas expectativas. Entonces había mucho que ahora no recordaban.
Denise: Otra cosa que me gusta contar es que ellos se enteran por nosotros del fenómeno de los fans y de los tours. Como eso que dice Gasalla: “¿Y trabajan?”. Tanto así que Diana Frey vino a uno de los tours para ver qué era eso, y Cecilia Rosetto [Dominga] también.
A nosotros ahora lo primero que nos dice la gente es “no tenía idea de todo esto”. Y a los actores les pasaba lo mismo y fue de las cosas que más me gustaron del proceso. Contarles a ellos y que descubran de pronto este fenómeno.
¿Encontraron algo en común en los fanáticos?
Mariano: Es cierto que la película es como un ícono de la cultura gay, pero después no hay un patrón. Va para cualquier lado y para todas las edades. Hay gente muy cool a la que le gusta y otra que la puede asociar al cine de Emilio Disi. El espectro es muy amplio.
¿Ustedes tienen su propia teoría del porqué de este fanatismo?
Denise: Para mí es algo como del ser rioplatense. Hay algo del ADN que está en esa película. Es muy raro que no te guste. De hecho, me enteré hace poco de que hay toda una parte de la crítica cinematográfica, así como más culta, que la repudia, pero es un grupo muy chiquito. Pero no tenemos una respuesta.
Mariano: También hay algo en esto de que la película es claramente re progre. Se ríe de todos los personajes más nefastos. Pero hay gente que se lo toma al revés. Es muy notorio que el guion de Jacobo Langner y Doria era crítico con ciertas desigualdades y formas de vincularse entre las clases sociales. Hay quienes toman la escena de las tres empanadas como “qué hijo de puta”, así, con complicidad. Hay gente a la que le causa gracia desde otro lado, no desde la crítica.
Denise: O chicos que no entienden la ironía o el sarcasmo, pero les dan gracia las malas palabras. Así que, sin querer, la película abarcó a una sociedad entera.
Desde el comienzo y hasta el final vamos descubriendo a diferentes fanáticos que terminan siendo los protagonistas de la historia, pero ¿existió un momento en que dijeron “acá encontramos la película”?
Mariano: Cuando conocimos a Mariana [Pianciola, una de las fans] nos flasheó y decidimos llevar la historia hacia cierto lugar. Ahí sí nos dimos cuenta de que habíamos encontrado el gran plato fuerte. Los creadores de los grupos de fans como Andrés son la piedra fundacional, pero cuando apareció Mariana fue como que nos dio la luz, y había algo en el guion que nos faltaba. Para mí el gran corazón de Esperando la carroza es China Zorrilla con su humor y todos sus latiguillos. No tenerla y llenar eso con material de archivo era un embole, y Mariana vino a cubrir todo eso y a llenar también esa cosa del típico cliché de la fan que se sabe la película de memoria. Además, lo que más nos gusta de Mariana es que ella no imita a China, sino que le baja el personaje y ahí arranca. Nosotros en toda nuestra logística de producción, que hicimos con muy poca plata, hicimos un enroque para viajar a Bahía Blanca y filmarla allá donde vive, porque es el gran personaje.
Denise: Para mí, igual, el protagonista de la película es Mariano: la historia está llevada por él. Pero es verdad que cuando apareció Mariana fue notable, ella tiene un fanatismo y algo muy diferente del resto. De hecho, aparece en la mitad de la película no casualmente, y a partir de ella empieza otra cosa.
Es muy impresionante lo de Mariana. Cuando interpreta a China en el jardín de su casa, por un momento no sabés qué es ficción y qué realidad. Más allá de su fanatismo, es una gran actriz. Desde la escena del piano te pone la piel de gallina.
Mariano: Nuestro sueño es que alguien la vea y la descubra, porque tiene un potencial zarpado. Aparte es una mina que va para adelante. Sí, sería otro sueño cumplido que alguien la acompañe a comenzar una carrera en el cine.
Denise: Es una persona hermosa, y es como la ves en la pantalla.
Ustedes tienen un vínculo muy cercano con muchos de los fans, y eso es parte del encanto o del clima cálido que se aprecia a lo largo de todo el documental.
Mariano: Eso creo que tiene que ver con que la película la hicimos re íntima. Cuando empezamos a filmar, para nosotros no eran desconocidos. A los chicos ya los conocíamos un montón y teníamos una pequeña relación. Es decir, no eran perfectos desconocidos intimidados por la cámara. Hay algo del relato y de la historia que ya habíamos hecho en la parte previa de investigación, y eso también nos ayudó a que ellos estuvieran tranquilos y se abrieran a contarnos. En un punto era una relación medio amistosa. Sobre todo con Matías y Marcos, que los vimos mil veces. Nosotros cubrimos varios encuentros de fans. A los dos primeros fuimos sin cámara y después fuimos con cámara. Así que quizás es por eso.
Denise: Y además yo me acuerdo mucho de una vez que nos encontramos en la plaza con un par. ¿Te acordás, Mariano? Les aclarábamos: “Miren, esto es un proyecto chiquito, somos nosotros dos. Lo estamos tratando de presentar al INCA, pero esto lleva tiempo”. Porque, claro, después nos iban a preguntar “¿Cuándo sale en la tele?”. Y la verdad es que nos tuvieron mucha paciencia. El otro día Matías puso en Facebook todas las efemérides de la película y decía que la primera vez que nos vimos fue en 2017. Hace un montón. Pasó mucho tiempo. Ahora, viendo fotos y videos de backstage, yo hasta me veo distinta. Fue un proceso largo y en todo ese tiempo con ellos mantuvimos una relación. A los actores los convocamos una vez y chau, pero con ellos pasamos mucho tiempo juntos. Así que ahí está la diferencia.
Además de lo del tiempo suspendido, también hay algo de lo idealizado. Insisto: ¿cuál creen que es el secreto del magnetismo de Esperando la carroza para que genere este tipo de devoción?
Mariano: Yo creo que el gran secreto de todo el fenómeno es el guion de Jacobo Langsner y la adaptación de Alejandro Doria. Hay algo de la perfección del relato y de cómo fueron construidos los personajes. Está tan bien hecho todo que luego de 36 años no hay nada fuera de contexto. Me parece que el chabón armó, no sé si de forma tan consciente, una historia con cuatro clases sociales diferentes, con dos que están en mejor posición, cagándose en los dos que están en peor situación. Hay algo que me parece que ellos escribieron que es maravilloso y es como una música, y que te da la posibilidad de hacer cualquier cosa y que te acompañe sonoramente. Y sobre todo los personajes de Mónica Villa [Susana], China Zorrilla [Elvira] y Betiana Blum [Nora] es como que llevan todo eso a la perfección. Para mí ese es el gran secreto de por qué sigue funcionando. Y el gran enganche que queda son sus frases. Escribió algo que es gracioso y funciona. Es cortito y compacto, y es irónico todo el tiempo. Hay frases como “¿qué somos, negros?”. Ahora no se hacen chistes con eso. O “¿qué se puede esperar de la hija de un mozo de bar de barrio?”. Es fuerte. Me parece que los chabones se jugaron por una. Y para mí lo mejor es que en su momento los recontra criticaron, y ahora si estuvieran vivos supongo que dirían: “Tomen, forros, nosotros ganamos, todo lo que hicimos estaba re bien y ustedes no entendieron nada”.