Alien y Blade Runner. Pocos realizadores tienen semejantes anchos de espada para sacar durante un asado como podría hacerlo el bueno de Ridley Scott. Pero lo cierto es que, en una filmografía que se prolonga durante más de 50 años, no siempre tiene todas consigo a la hora de presentar un proyecto de ciencia ficción.

Puede exhibir ejemplos como los mencionados –y, en tiempos más recientes, la estupenda The Martian–, pero Scott también se ha derrumbado con incoherencias al límite de la estupidez. Dentro del universo Alien, nos referimos a películas como Covenant o Prometheus.

Scott, cabe recordar, es un autor que ha transitado géneros diversos, desde la road movie protofeminista (Thelma y Louise) a la acción en ambiente histórico (Gladiador). Pero cuando se habla de ciencia ficción se ha vuelto difícil adivinar qué tendremos por delante ante el anuncio de cada proyecto.

En su nueva serie para HBO Max (junto al creador Aaron Guzikovski y su hijo Luke), por fortuna, todos los patitos se ponen en fila. Raised by Wolves es, en todo sentido, un triunfo tanto para Ridley Scott (aquí productor general y director de los primeros dos episodios para sentar las bases del estilo) como para la ciencia ficción en general.

La gran guerra de religión espacial

Lo que sabemos es esto: una guerra entre ateos y religiosos dejó a la Tierra reducida a cenizas. Los pocos sobrevivientes se lanzaron al espacio con el ya famoso Kepler 22b como objetivo. Así que seguimos a la “nave atea” rumbo al primer exoplaneta encontrado en la denominada zona habitable (la región alrededor de una estrella en la que un planeta podría mantener agua en estado líquido).

Acompañamos a quienes son probablemente los últimos sobrevivientes de la humanidad. Dos androides programados para la crianza humana, llamados simplemente Madre y Padre –unos magníficos Amanda Collin y Abubakar Salim, que componen el alma de la serie toda–, desarrollan en un campamento seis embriones humanos que deberían comenzar el renacimiento de la especie en Kepler 22b.

Obviamente, la cosa tiene sus bemoles: el planeta será habitable, pero lejos está de ser un lugar fácil o cómodo. Todo se complica más cuando entran en juego los religiosos que, en una gigantesca arca, logran también llegar a Kepler. El conflicto se reinicia de inmediato.

Raised by Wolves es desafiante desde su comienzo. Todos los personajes son complejos. Desde los androides, que van sufriendo (literalmente) una humanización que los desconcierta, hasta los humanos, entre los que se destaca otra pareja peculiar de Padre y Madre encarnada en Travis Fimmel y Niamh Algar en el lado de los religiosos. También la supervivencia es compleja, tanto por las condiciones ambientales como por los tremendos combates. Además, algo raro pasa en Kepler –algo incluso místico– que empieza a generar una suerte de argumento metafísico muy extraño (y, por momentos, casi delirante) que avanza en paralelo con el relato puntual de los personajes.

Lo cierto es que la serie apela a cierto tipo de relato, al de la ciencia ficción densamente filosófica pero matizada (y amenizada) con batallas, gore y hasta momentos puntuales de horror, que quizá no sea para todos los paladares (especialmente su episodio final, que no es un cierre). Si se está en sintonía, funciona de lo más bien y deja al respetable muy intrigado para la segunda temporada (ya confirmada y actualmente en producción).

Como nota final, destacar la producción visual: el planeta nuevo al que llegan, los flashbacks al arca de los religiosos, a lo que fue la cruenta guerra en la Tierra.

Raised by Wolves. Creada por Aaron Guzikowski y dirigida por Ridley Scott. En HBO.