Esta noche Iván Solarich y Micaela Larrocca estrenan Nadie es la patria en Teatro Victoria, una serie de postales sobre la idea de pertenencia, sobre lo que nos une y nos separa. “Si nadie es la patria, ¿es que todos lo somos? ¿Qué nos iguala y qué nos diferencia? ¿Tenemos una identidad colectiva? Ser uruguayo, ¿es una razón de ser? Fragmentos de un espejo que intentamos mirar” son las sentencias a modo de sinopsis del espectáculo, que cuenta con dramaturgia y dirección del argentino Gustavo Kreiman.

Este cordobés de 30 años, con lazos de amistad con el teatro local, vino en 2019 a Montevideo a cursar la Tecnicatura Universitaria en Dramaturgia y celebra el buen recibimiento del medio. “Por suerte, tuve una banda de amigos que apenas llegué me abrió la cancha. Hice la asistencia de dirección de una obra de José Pagano, di una mano en Cleopatra y los perros, de Sebastián Calderón, estrené Si no me come la noche y esta es la segunda obra que dirijo acá. Antes había traído a La Cretina un monólogo que hice en Córdoba, El rinoceronte negro, por ejemplo”.

Kreiman construye Nadie es la patria a partir de que Solarich le propone trabajar sobre José Artigas en base a una obra del historiador Leonardo Borges. Sin embargo, no mucho de héroes o símbolos nacionales sobrevive en este texto, que bajó a papel luego de una serie de ejercicios de improvisación planteados a los actores.

“Del lugar concreto de la figura del prócer nos desplazamos. La forma de encontrarle la vuelta que le encontré fue pensar la identidad nacional. Y se empezó a dar algo alrededor de lo generacional, porque Iván es un tipo más grande y Mica es re joven; entonces era pensar lo uruguayo a partir de dos miradas y dos tiempos distintos. Arrancamos con el proceso el año pasado; empezamos preguntándonos si hay algo que caracterice a los uruguayos y encontramos que el concepto de identidad es resbaladizo, que por ahí les sirve a políticos o paradigmas de los que nos distanciamos. Hay una frase de Lucrecia Martel que me acompañó mucho, que plantea directamente que la identidad es una cárcel, que hay una idea de que va a salvar a la humanidad de algo, pero que en realidad te encierra; ella cree en lo fluido, en lo dinámico. Entonces, de alguna manera, eso que empezó como un intento por capturar la uruguayitud, empezó a ser la pregunta de por qué necesitamos hacernos esta pregunta”.

Kreiman y los protagonistas fueron ampliando el horizonte del cuestionamiento: ya era más universal, lo humano. “Obviamente para mí fue jugar con la mirada de afuera, pero al mismo tiempo me tuve que rodear de uruguayes para generar un diálogo de mucha pertinencia”, relata. Las pautas de escritura y de improvisación derivaron en un material que consideraron valioso, lo que concluyó en “siete miniobras autónomas”. Una pareja, un padre y una hija, dos pescadores en la rambla, un par de genetistas, una escena sobre la vejez, la pereza, la nostalgia y una duda sobre la tristeza, ese ánimo que parece constitutivo.

De esa investigación surgió la dramaturgia de Kreiman, que pasó por una clínica con el autor y director Gabriel Calderón como parte de la tecnicatura que cursa. Para el dramaturgo es una comedia dramática, cruzada por una ficción clase Z, tratando de hacer una reflexión social desde distintos registros. “Desde un lugar personal siento que hay puentes tendidos entre Córdoba y Montevideo. Córdoba es una ciudad con la misma cantidad de habitantes que Montevideo, y siento que la movida teatral en algún lugar está hermanada. Somos más o menos la misma gente haciendo las mismas cosas desde otras escuelas y quizás con otros referentes, pero hay una idiosincrasia en Montevideo que siento más parecida a Córdoba que a Buenos Aires, que es otra intensidad y otro apasionamiento en el orden de las cosas. Después hay algo en el espíritu de la obra y del título: como los localismos, que no es que no sean importantes, pero en un lugar se difuminan. Creo que el Río de la Plata nos hermana. Si me preguntás, creo que hay puntos en común en la forma de vincularse, de llevar el día a día, en el humor, en la manera en que vamos encarando. Pero también una de las cosas que más me llamó la atención de Uruguay –agradezco estar acá– es una calma, un respeto por la integridad humana que tienen súper naturalizado. En Argentina hay otra prepotencia, otra idea de competencia quizá. En definitiva, lo que encontramos fue la identidad como un conjunto de fragmentos que no llegan a conformar unidad. La patria es un rejunte”.

Nadie es la patria. En el Teatro Victoria (Río Negro 1477) los sábados y domingos de julio. Entradas: $ 400. Reservas: [email protected], Whatsapp 098 948 817, o los días de función, desde las 18.00, por el 2901 9971.