“Les propongo que me acompañen a recorrer mi departamento a través de cinco canciones que lo exponen cual radiografía”, cuenta la voz en off de la cantautora Florencia Núñez. “Quiero acercarles parte de la música de la que inevitablemente estoy hecha”, continúa, en el comienzo de su documental.

“Entre la serranía, y el palmar, la bravura oceánica y las calles angostas, se ha construido un legado de canciones del que hoy me siento parte”, dice sobre imágenes de esos paisajes, que la acompañan hasta un bar abierto de mañana, donde un viejo conocido de lentes de armazón grueso y mucho aumento le devuelve su saludo con un “todo bien, ¿y tú?”.

Florencia produjo, guionó y dirigió su primera película, el documental Porque todas las quiero cantar: un homenaje a la canción rochense. Buscó y esperó “horas doradas, mágicas” para filmar la historia de un grupo de artistas, poetas y músicos rochenses que en el umbral del siglo pasado supieron escribir alguna de las mejores canciones del folklore uruguayo.

En la primera escena se la ve tomando apuntes, junto a algunos libros y una computadora. Quiere saber más sobre esos momentos de inspiración artística hechos canciones, que interpreta aquí a su modo, con sus músicos y su voz, y que también pueden escucharse en un disco compacto o en una plataforma de archivos digitales. “Algo que da vueltas en el aire, y sobrevive al paso del tiempo”, dice.

En las vísperas del ansiado estreno, nos contará, por ejemplo, sobre una de las presencias legendarias y fantasmales en el film, la del bohemio Enrique Silva, el Gallineta, autor de poesías que luego cantaron Los Zucará, entre muchas de las que compuso, y que podían encontrarse en la madrugada de cualquier boliche para quien quisiera llevarlas.

“Yo hablo hasta por los codos, como te darás cuenta”, nos dice, sobre un hábito que conserva en su actual estancia montevideana, y que conocen los comerciantes y los vecinos de su barrio, con los que acostumbra a conversar, por gusto e interés.

Del mismo modo, en la tarde más lluviosa y fría que yo recuerde, Florencia compartió su experiencia de caminatas y entrevistas junto a estos rochenses, celosos de este misterioso lugar, que algunos definen como un paraíso.

Antes de esta experiencia, ¿ya tenías una inquietud cinematográfica, audiovisual?

Yo sabía que quería agarrar cinco canciones, traerlas a mi universo sonoro y, de alguna forma, darles una vida nueva. Pero no quería solamente cantarlas, quería contar sus historias. Al proyecto primero le llamaba “especial audiovisual”. Comencé a filmar, a investigar, y un día me encontré con María José Santacreu [directora de Cinemateca], le conté la idea y me dijo “tenés que hacer un largometraje y lo vas a estrenar en Cinemateca”. Y yo, que soy media kamikaze, me metí en esto, que primero iba a hacer un corto, o algo así similar, y terminó siendo una película.

En el documental se menciona el adjetivo “abrumador”, con referencia al lugar y al protagonismo de la naturaleza. Como algo que no se puede obviar de ningún modo.

Claramente es un protagonista. Lo sabíamos antes de ir, y mientras filmamos, los paisajes tomaron todavía mayor protagonismo. Y mismo por esas historias como las de Julio [Victor González] o Enrique [Cabrera] cuando vamos a la playa. Son esas cosas que, de no haber sido por la forma en que rodamos, quizás no salían. Vas con preguntas, o una idea, pero después las respuestas te llevan para lugares que tal vez no tenías previsto.

¿Cuándo se te ocurrió la idea del proyecto?

En 2017. Todavía no había sacado mi segundo disco, Palabra clásica. Sentía que esas canciones que para mí significaban tanto y para mucha gente también, a lo mejor por cuestiones de coyunturas, habían quedado un poco relegadas, si las comparas con la obra que quizás tiene más preponderancia a nivel nacional como cancionero.

Y este trabajo me ayudó a darme cuenta de que no estaba tan errada, hay mucha gente que siente estas canciones como algo muy valioso. Faltaba un empujoncito.

Foto del artículo 'La mirada luminosa: Florencia Núñez estrenó su documental Porque todas las quiero cantar: un homenaje a la canción rochense'

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Decís que naciste con estas canciones. ¿Siempre tuviste el mismo vínculo con ellas?

Es muy loco eso. La música, en la medida que uno cambia, se va resignificando. Y también cuando uno se mete en una canción y se hace parte, la redimensiona. Por eso hay que tener cuidado cuando uno juzga o prejuzga. Por ejemplo, “En tu imagen”, la cantábamos en la escuela, ¿cómo iba a saber el nivel de esa letra? Imposible. Son de esas cosas que de tanto mirarlas, y tenerlas presente, en algún momento las rodeas y las miras de otra forma. Yo hace diez años y pico que vivo acá en Montevideo, creo que esa distancia seguro tuvo que ver. Te da otra perspectiva. Y lo mismo pasa después de haber hecho dos discos. Cuando empecé a hacer canciones no quería saber nada con la música de Rocha.

Es lógico, uno tiene 18 años y lo que quiere es diferenciarse. Venía con esa búsqueda, y no me dijeras de hacer otra cosa porque me iba a poner malaza. Creo que se trata de madurar en ciertos aspectos para darte cuenta de que meterte con otras obras también te suma. Tú también creces, aprendes, y estás creando algo nuevo.

¿Y cuándo aparecen en tu vida los cuentos o los comentarios sobre estos músicos rochenses?

En mi familia nunca estuvo. En mi vida rochense hay una segunda etapa después de los 15 años. En los últimos dos años y medio que estuve ahí hice muchísimo. En casa había algo como que antes de irte (para Montevideo) tenías que haber aprobado el First Certificate (examen de inglés). Sin eso no te ibas. Además de tener que hacer deportes y ser una excelente estudiante. No había mucho lugar para otras cosas. Yo ya había intentado que me enseñaran guitarra, iba a un coro, a otro. Era evidente que me gustaba la música, así que un año dije “ta, yo tengo que aprovechar el tiempo”.

Con un compañero de inglés, muy amigo, le ofrecimos a nuestra profesora que en vez de preparar el examen en un año, lo hiciéramos en seis meses, para salir de eso y hacer otra cosa. Lo preparamos en tiempo récord, de febrero a junio. Dimos el bendito examen, que lo veníamos a dar acá, en la calle San José. Lo salvamos. Fui y le dije a mis padres: “Ya cumplí, ahora [hago] lo que yo quiera”. Esa es la historia.

Comencé a estudiar teatro en la Escuela Municipal de Arte y en un grupo independiente, y guitarra con Enrique [Cabrera]. A mitad de año Enrique me dijo: “Florencia, hay una presentación del grupo de estudiantes, pero tú no te sientas con el compromiso de ir porque recién arrancas”. Yo le dije: “No te preocupes, voy a ir y voy a tocar”. Me acuerdo de que fue muy gracioso, porque no solamente toqué y canté, hice una voz; suponte, una segunda, de lo que cantabas los demás. Como una armonía. Mi madre había ido a verme con una amiga que le decía: “Cómo se anima esta chiquilina...”. Y desde ahí no paré nunca.

¿Cómo es ahora tu conexión con Rocha?

Me siento muy conectada. Es que a mí me escuchan hablar en Montevideo y ya saben que no soy de acá. Además, me he encargado de que esté siempre en mi presentación el lugar de dónde soy. No canto al Río de la Plata, ¿entiendes? Yo vengo del océano. Entonces no es lo mismo. Crecí bañándome en el océano y con la ola que me tapaba.

¿Cómo es el rochense? Vos sos de Rocha capital.

Hay una cosa lenta, muy pausada de hacer las cosas, de encarar, de trabajar. Es un ritmo distinto, aunque yo no lo tengo. Una cosa muy pacífica, como pidiéndole permiso a un pie para mover el otro. Cuando pienso en un rochense, lo primero que imagino es ese otro ritmo. El otro día hablábamos de esto con unos amigos. En verano, por ejemplo, el que va a un kiosco a las siete de la tarde y pregunta “che, ¿y los bizcochos?”, le contestan “no... no hay, porque...”. Es eso.

En la poesía de estas canciones rochenses son una constante el misterio y lo escondido.

Viste que lo paisajístico y lo geográfico se mete de lleno. Es como un autor más de la música, como decía Enrique. Muchas veces el paisaje define al ser humano, quien después lo vuelca a su poesía; entonces es una especie de círculo. Pero es cierto que hay mucho misterio. Supongo que el agua debe tener que ver. Tenemos agua de muchas formas: arroyo, océano, lagunas, mucha presencia de lagunas.

El agua baña todo con un halo misterioso, y de ahí sale la leyenda que cuenta Gabriel [Núñez Rótulo] en “Contigo en el palmar”; lo mismo se podría decir de “Canción del camaronero” [de Humberto Ochoa y Nelson Pindingo]. Esa canción es increíble. Bueno, viste que dicen que Rocha es donde nace el sol de la patria; tiene como un mito alrededor. Yo siempre digo que es el departamento más lindo del Uruguay, y creo que no me equivoco.

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El documental parece que tiene dos partes. La primera más urbana y la segunda cuando se abre al mar, y también cambia el relato.

El guion parte del orden de las canciones. Yo entendía que tenían que estar ordenadas de esa forma. “En tu imagen”, “Contigo en el palmar”, “Poema a las tres”, que es la noche, y la ciudad; después nos vamos a la playa, con planos mucho más abiertos, y la última es “Un lugar de medio locos”, que es la de Julio [Victor González].

No es casualidad que él, que tiene 72 años y es un estandarte de nuestro cancionero, aparezca al principio y al final del documental. Y creo que son dos Julios bastante distintos. Uno que evoca el pasado y uno que piensa que está planeando nuevas canciones. De alguna forma, te dice: “Sobre estas vigas se generó este cancionero, pero también hay un montón de futuro”. Porque está todo lindo con estas canciones, pero no nos podemos quedar ahí para siempre. Hay que abrir la vida para lo que viene.

Fijate que Lucio Muniz [autor de “En tu imagen”] falleció en 2017, pero Los Zucará fueron quienes hicieron popular la canción. El Petiso Humberto [Piñeiro] murió en 1995 y queda él, Julio, como representante de esa canción y de lo que significó. La historia empieza con ese hito y cierra con él, nuevamente, que pasó de ser Los Zucará, a ser Julio Victor, que sigue generando obra increíble.

En un momento decís que le encontrás un lado luminoso al lugar.

Tiene que ver pila con la perspectiva de volver a lugar donde te criaste y te formaste, y verlo con otros ojos, con otro peso en la espalda, el de haber hecho algunas cosas, y también con la responsabilidad de “che, quiero hacer esto bien”. Por la forma en que planteo la historia, trato de sacar siempre lo bueno. También forma parte de cómo yo me manejo. Soy totalmente optimista, pienso que todo lo mejor puede llegar.

¿Cómo surgió la escena del bar?

En principio tenía la idea de hacer la caminata que cuenta el autor de “Poema a las tres” [Enrique Silva], junto a Julio [responsable de la música].

Pero después se me ocurrió que podría estar bueno que otras personas dieran su visión sobre eso, y ahí me interesó mechar diferentes generaciones de músicos. No solamente para hablar de la canción, sino también sobre cómo las canciones surgían en esa época, y sobre la dimensión colectiva en la historia de una canción. Viste que están Enrique Cabrera [autor de “Mar Atlántica”], Julio, Carlitos Malo y los Arcavoces [Alejandro Arbulo y Gerardo Techera]. La locación es alucinante, todo lo que uno puede desear para un documental. Y surgió así: le dije a Carlitos Malo “che, tengo esta idea, me gustaría hacerlo en un bar, para que sea una charla nuestra pero filmada, ¿qué se te ocurre hacer?”. Y me contesta: “Le pedimos al Cafetera que nos deje hacer la charla en el bar del club [en la sede del Club Atlético Lavalleja]. Yo soy vicepresidente”. “¡No se diga más!”, le respondí. Ese día fue épico. Se armó algo en el aire que yo hace tiempo no vivía. Nos esperaron con el fuego prendido, choripanes, lo que quisiéramos tomar, y después empezó a caer gente, se armó una peña y cerró en cantarola general hasta las mil.

En un punto tus versiones son bastante distintas de las originales.

Son bien distintas. Yo tenía algunas ideas en la cabeza, sabía para el universo que tenían que ir. Nos juntamos con Guille Berta, el batería de mi banda y productor, y empezamos a armar las canciones. Quería sacarlas de su lugar lógico o esperable. También para que significara un desafío para mí; meterme con algo que no estuviera hecho.

¿Qué te han devuelto los rochenses que escucharon tus canciones o que tuvieron la oportunidad de ver la película?

Hicimos una función en verano con Efecto Cine. Pero recién la gente la va a poder ver a ahora. Los rochense que están contentos con esto, también se muestran agradecidos. Con esto, estamos hablando en pila de Rocha. Estamos poniendo al departamento en el mapa con algo lindo, que tiene que ver con quiénes somos y con nuestra identidad. Hay algo que digo siempre. Yo había escuchado el disco homenaje de Natalia Lafourcade a Agustín Lara [Mujer divina, 2012], precioso álbum. Entonces dije: “Pucha, mira tú, no tenía ni idea de quién era Agustín Lara, y estoy cantando sus canciones porque ella me las acercó a mi lenguaje. ¿Qué pasa si yo, en otra escala, acerco con mi lenguaje esta música que para mí está buenísima, y que tal vez necesite un nexo?”.

Si hoy me escribe gente joven y me dice: “Che, no paro de cantar ‘En tu imagen’, para mí ya cumplí.

¿Cuándo vos vivías allá, las calles de Rocha capital estaban igual de vacías como aparecen en la película?

Creo que sí. La casa de mis padres está en una calle muy larga. Siempre tienes un punto de fuga. Tengo incorporadísima esa imagen. Los adoquines, el sol y el reflejo que se te va al horizonte.

Porque todas las quiero cantar: un homenaje a la canción rochense, de Florencia Núñez. Hasta el miércoles, todos los días a las 20.30 en Cinemateca (Bartolomé Mitre 1236 y Ciudadela).