El músico argentino Enrique Chalar, más conocido como Pil Trafa, murió en la madrugada del viernes en Lima. Había conseguido notoriedad con Los Violadores, la agrupación que integró desde que tenía 20 años, pionera del género punk en Hispanoamérica.
Los Violadores (que al principio se llamaban Los Testículos) se habían formado a fines de la década del 70 en el entorno de Hari-B, el músico que consiguió nuclear en Buenos Aires a interesados por las corrientes del rock que habían surgido en Europa y Estados Unidos tras el estallido punk. En 1980 Chalar se unió a la agrupación y se ganó su apelativo escénico gracias a su aspecto (era altísimo, flaco, desgarbado) y al uso intensivo de una remera con el logo de Public Image Ltd (PIL, la banda liderada por John Lydon, excantante de los Sex Pistols).
Los Violadores -años más tarde se encargarían de aclarar en un tema que eran “violadores de la ley”- iban a contracorriente de los restos de rock progresivo y campestre que todavía hegemonizaban la música pop argentina, pero además su actitud y sus letras se daban de frente con las restricciones promovidas por la junta militar que gobernó el país entre 1976 y 1983. Las detenciones policiales a los miembros de la banda (Pil en voz, Stuka en guitarra, El Polako en el bajo, Sergio Gramática en batería) se hicieron frecuentes.
El comienzo del fin de la dictadura le dio nuevo impulso a la música argentina (la guerra de Malvinas, además, había obligado a promover un cancionero nacional para suplir las voces en inglés de la radio) y en ese auge Los Violadores consiguieron grabar los temas que venían tocando en vivo desde hacía años, a pesar de las amenazas de las autoridades y el desprecio del establishment musical. Su primer disco también sería el primero de una banda punk en Latinoamérica.
Ese álbum, llamado como la banda, se ha convertido en un clásico gracias a sus durísimas letras antidictadura y antisistema, y el afilado y veloz sonido de la banda, que contó con la ayuda de un atento productor, el baterista Michel Peyronel (de Riff). “Represión”, el tema que abría el lado B del disco, dejaba claro desde dónde hablaban estos muchachos punk: “Represión a la vuelta de tu casa / Represión en el kiosco de la esquina / Represión en la panadería / Represión: veinticuatro horas al día”.
Cuando Los Violadores grabaron su segundo disco, en 1985, el clima ya era otro: en la primavera democrática argentina habían eclosionado infinidad de bandas pop -en Uruguay, en cambio, el ethos punk fue dominante a mediados de la década- y Los Violadores supieron agiornar su estilo a tiempos más coloridos. Lo hicieron de la mano de un hit que combinaba su actitud amenazante, su talento para los estribillos pegadizos e inspiración en la novela/película La naranja mecánica. Cientos de miles de jóvenes de todo el continente corearon versos escritos en un argot delincuencial inventado por Anthony Burgess y reciclado por Los Violadores en “Uno, dos, ultraviolento”, una canción tan subversiva como bailable.
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La banda continuaría navegando ese delicado equilibrio entre el punk y el pop durante unos cuantos años, que incluyeron varios ciclos de separaciones y reuniones, pero, a diferencia de otros “disidentes” rockeros -como Los Ratones Paranoicos-, nunca hicieron del todo las paces con la generación de músicos que los precedió. Pil Trafa armó su familia en Perú, uno de los tantos lugares donde Los Violadores fueron exitosísimos, y mantuvo su actitud polémica, mientras ocasionalmente volvía al ruedo con su banda Pilsen. Fueron las redes sociales de su banda las que informaron de su muerte por un paro cardiorrespiratorio.
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