La ley de las probabilidades dice que tenemos más chances de ser alcanzados por un rayo en el medio del desierto de Sahara que de ganar el 5 de Oro acumulado (bueno, más o menos). Sin embargo, seguimos jugando. ¿Por qué? Pues porque alguien lo gana. Ahora, si después de jugar una década en un concurso que regaló millones y millones de dólares, descubrimos que las chances de quedarse con el premio mayor eran cero, ¿qué pensaríamos?
De eso se trata la serie documental McMillions, disponible en HBO Max y en plataformas de televisión para abonados con paquete HBO (como NS Now). La historia verdadera de una de las estafas más grandes de los últimos años en Estados Unidos, de la que nadie salió perjudicado económicamente excepto aquellos que hubieran tenido la suerte de ganar... ¡Pero no hay forma de saber quiénes hubieran sido! Tranquilos, que la serie se centra menos en lo filosófico y más en el aspecto detectivesco del asunto.
En 2001, el FBI recibió una denuncia anónima acerca de una promoción de McDonald’s y el juego Monopoly, que juntos venían regalando premios millonarios en forma directa desde hacía más de una década. En varios productos de la cadena de hamburguesas se adjuntaba pegotines que simulaban ser casilleros del popular juego de mesa, que al despegarse podían revelar premios como un automóvil cero kilómetro o un millón de dólares.
Después de semanas de arduo trabajo, los investigadores descubrieron una organización con ribetes mafiosos que conseguía los pegotines ganadores, los distribuía entre sus conocidos de manera sutil (a lo largo del país y a gente con apellidos diferentes) para luego quedarse con un porcentaje de las ganancias. Porcentaje que, debido a temas impositivos, a veces era más que importante.
Al tratarse de eventos del pasado muy reciente, los productores de McMillions tuvieron la oportunidad de entrevistar a la mayoría de los investigadores y a varios de los nombres que irían apareciendo en la tradicional pizarra que grafica el organigrama de un grupo delictivo. Por ese mismo motivo, también se cuenta con suficiente material audiovisual como para acompañar las entrevistas.
El problema es que, por encima de todo, estamos ante el robo de pedacitos de papel en circunstancias misteriosas, y eso no sería suficiente para mantener nuestra atención durante seis episodios de una hora (que podrían haber sido cuatro, pero bueno). Por suerte contamos con la presencia invalorable del agente Doug Matthews. ¿Quién?
Matthews era un novato cuando comenzó la investigación y parece que lo hubieran criado mirando películas de espías, porque desde el comienzo propuso toda clase de operativos encubiertos que le permitieran jugar al agente secreto. Por suerte para nosotros, logró llevar a cabo un par de ellos. Y lo más importante es que el Matthews del presente sigue siendo un payaso con déficit de atención, así que cada una de sus intervenciones levantará el ritmo de la historia para nuestro disfrute.
Con el equilibrio justo de trabajo burocrático y gente que se hace pasar por un equipo de producción para entrevistar a pillos, McMillions cuenta una historia interesante, que se agota un poco en los últimos dos episodios, pero a esa altura necesitaremos saber cómo hizo el cabecilla de la organización para robarse los malditos pegotines. Por suerte la respuesta está en la serie.
McMillions, escrita y dirigida por James Lee Hernandez y Brian Lazarte. En HBO Max.