En un futuro no tan lejano, los realizadores de documentales tendrán la tarea más sencilla y al mismo tiempo más complicada. Al zambullirse en la historia de vida de su sujeto de estudio, encontrarán miles y miles de horas de filmaciones de teléfonos celulares, videos subidos en las redes sociales y toda clase de material audiovisual. Será más sencillo encontrar material, pero mucho más complicado editarlo en un producto de menos de dos horas.
Val, el documental dirigido por Leo Scott y Ting Poo que puede verse en Prime Video, es de 2021 pero podría ser del futuro. Porque el hombre alrededor del cual gira la historia dedicó gran parte de su vida a filmar. Primero filmó películas caseras, hasta la trágica muerte de su hermano menor. Después fue entrando en el mundo del espectáculo, y mientras se encendía la cámara para tomarlo a él, él tomaba una cámara y registraba lo que ocurría alrededor.
Él es Val Kilmer, cara muy conocida por los espectadores de cine, en especial en las décadas de 1980 y 1990. Cara tan conocida, que en la actualidad todavía nos suena la cara de Val Kilmer; la cara que tenía en los 80 y 90, porque en la actualidad el actor ha envejecido con la naturalidad con la que envejecen aquellos que no son actores.
La historia comienza con el Val de hoy en día, luego de haber atravesado un cáncer de garganta que lo dejó prácticamente sin voz. De hecho, la voz en off que cuenta su historia a lo largo de los 108 minutos de película es la de su hijo Jack, leyendo las líneas escritas por quien fue Batman (en Batman Forever, 1995), Jim Morrison (en The Doors, 1991), Iceman (en Top Gun, 1986) y, por supuesto, Nick Rivers (en la maravillosa, insuperable Top Secret!, 1984). Pero también escuchamos su voz, cascada, sufrida, producto de un gran esfuerzo, lo que en general garantiza que tiene algo interesante para decir.
El Val del presente no se oye y por momentos no se ve, oculto debajo de un traje de años y de cierto descuido en el aseo. Como el Marlon Brando de La isla del doctor Moreau, podría ser otra persona debajo del traje. Pero con el correr de los minutos no quedan dudas de que es el mismo intérprete de mil papeles, muchas veces acusado de “difícil”. Algo que el documental intentará dilucidar, aunque cometerá la trampa de presentarnos el caso después de una hora y media de testimonios a favor de Val, por parte de Val, único testigo de la defensa.
Es lógico que sea su historia, contada igual que uno de sus libros de recortes, repasando su inicio en el teatro y su llegada al cine, algunos de sus papeles más importantes y una improbable historia de amor, la fama y el fin del matrimonio, sus hijos y su madre. No hay otra voz más que la suya (y la de su hijo), pero debemos creerle. No fue inmaduro, malcriado y difícil en el set de filmación... solamente quería hacer las cosas bien.
Salvando este importante detalle, Val (el documental) es interesante por la forma en la que Kilmer decide presentarse ante su público: con vulnerabilidad y dignidad. Que quedan de manifiesto en sus travesías por el mundo en las que repasa viejas actuaciones y firma autógrafos a sus fanáticos, que una y otra vez le piden frases de una película que tiene más de 30 años. Pero en lugar de sentirse humillado, él se siente agradecido por la posibilidad de viajar, de interactuar con esas personas, y también de tener una entrada de dinero.
A diferencia de Alanis Morissette, que rechazó el documental sobre su vida que acaba de estrenarse en el Festival Internacional de Cine de Toronto, Val Kilmer también tiene que estar agradecido con Scott y Poo, que lo muestran en toda su hermosa imperfección, su empática fealdad (al menos hasta que se afeita) y delante de una lente en la que siempre sale bien parado. Sobre todo porque él suele ser el camarógrafo.
Val, dirigida por Leo Scott y Ting Poo. 2021. Prime Video.