Esta podría ser la señal es el flamante nuevo disco de Papina de Palma, disponible en plataformas digitales, que significó un cambio de rumbo en las letras de la cantautora si se las compara con las de su primer disco, Instantes decisivos (2016). La mayoría de los temas del último álbum forma parte del repertorio que la música está interpretando en una gira por el este, que el miércoles la tendrá en el bar La Onda de La Paloma (Rocha) y el viernes en el Centro Cultural Entrecasa de San Carlos (Maldonado). Papina no se aguanta y por eso también tocará canciones más nuevas, que aún no grabó, y cuenta que siempre está pensando en el próximo álbum. Pero antes conversó con la diaria sobre el disco que acaba de sacar.
¿A qué se debe el nombre del álbum? ¿Esta podría ser la señal de qué?
Es el texto que aparece en una de las tumbitas de Untonga, el artista callejero. Siempre me encantó porque es como un llamado de atención por la calle. Me gusta encontrarme con esa tumbita, me deja pensando. Leer “esta podría ser la señal” podría ser la señal; es un juego.
¿Y el disco nuevo qué señal es para vos?
Es como el cierre de una etapa. La mayoría de las canciones no son nuevas, las vengo tocando hace un montón de tiempo. Siento que está bueno sacarlas y hacerle lugar a algo nuevo. La palabra que se usa, “sacar” un disco, si la tomás literal es como correrlo, sacarlo para que quede espacio para cosas nuevas, que es reimportante.
Tocar canciones nuevas en vivo durante mucho tiempo y grabarlas luego era más común en otras épocas. ¿Presentarlas sobre el escenario te cambió la forma de pensarlas a la hora de grabarlas?
Sí, aparte la elección de las canciones tuvo mucho que ver con lo que vi que les gustaba y que me pedían las personas que van a verme, porque hay muchas que van seguido, vuelven una y otra vez. Más allá de ser complaciente o no, es una opinión muy importante la de las personas que van a los toques. Las elegí también pensando en hacerles un regalo, porque dedicarse a la música en condiciones independientes, de la manera en que lo hago, sólo es posible si las personas se copan para ir a los shows. Sin esas personas no es viable, no hay una disquera poniendo dinero o algo así.
También fuiste la productora del disco. ¿Cómo te sentiste en ese rol?
Es re difícil, tengo mucho que aprender. Recién estoy empezando a coquetear con la producción. La primera vez que lo hice fue en 2020, cuando saqué un EP con cuatro canciones [Lo que encontré mirando para adentro]. Lo grabé y mezclé yo sola; fue una patriada también en lo técnico, porque estaba encerrada. Fue en el momento en que estábamos más asustades con el coronavirus –al menos yo, que estuve meses casi sin ver a nadie–. Esta vez el disco lo produje yo pero en condiciones técnicas muchísimo mejores: lo grabé en un estudio que me encanta, con un técnico que me encanta, Juan Manuel Cola. Fue como un paso más allá, y me pude concentrar en los arreglos, en la producción y en las decisiones. Traté el tema con humildad, porque tampoco me quería embarcar en una producción súper compleja, con arreglos muy complejos y una banda de 80.000 instrumentos; traté de mantenerlo simple, reconociendo que estoy en el principio del camino de aprender a producir.
Si bien el disco tiene la cantidad de canciones estándar –diez–, es bastante corto, dura 26 minutos.
Sí, porque a veces siento que buscar determinadas cosas en la estructura es medio caprichoso. Si no tenés nada más que agregar, no me parece necesario hacer fuerza para alargar una canción o para repetir determinada parte. Hay veces que sí y está buenísimo. De repente lo escucho en canciones de otra gente y lo disfruto un montón, pero en varias de las canciones que están en este disco, como “Timba”, “Cosas para darte” y “El bálsamo”, la idea es aparecer para decir una cosa y retirarse. Eso me encanta.
En los cinco años que pasaron desde tu primer disco hasta este, ¿qué cambió en tu manera de componer?
Agrandé el abanico temático. En el primer disco eran todas canciones de amor, y además de un amor romántico tipo Disney, de princesa y príncipe azul. Quizás no lo hubiera reconocido en ese momento, porque es difícil crecer viendo determinado tipo de películas y consumiendo determinado tipo de información, como Rebelde Way, y de repente pretender actuar de otra manera. Pero estoy en el camino en el que estamos muchas personas, de tratar de relacionarnos mejor y de pensar un poquito más cuando sentimos algo, por qué lo estamos sintiendo; revisar constantemente todo lo que nos pasa. Estas canciones nuevas representan ese camino que estoy transitando, que no es nada definitivo; no es que sea una capa y ahora sí me relaciono bien, no, es un aprendizaje.
Se nota en la canción “La manada”, que refleja el feminismo.
Sí, esa canción la escribí hace tiempo, tiene unos tres años. Cuando me puse en contacto más fuerte con el feminismo, me pasó que las canciones que no tenían un contenido político me parecían al pedo, que a nadie le importaba una canción de amor o que reflexionara sobre alguna otra cosa, cuando pasan cosas tan horribles. Pero de repente tuve la epifanía de que en realidad mis canciones para algunas personas son importantes –obviamente, en universo diminuto–, y eso es todo lo que necesito. Porque hago canciones porque me gusta, es mi vocación y todo, pero también necesito que haya otras personas que las reciban, porque si no pierde un poco el sentido, la circularidad del asunto. Entonces reconocí con mucha claridad que para algunas personas esas canciones eran algo, como un refugio; además, en aquel momento tenía esa visión de que la mayoría de las personas que me escuchan son mujeres, y me pareció que se merecían una canción para poder contarles ese proceso: “Casi pierdo las canciones, / encontré en los corazones / la salida”. Son esas personas que me van a ver y recibí esa respuesta a lo que me estaba preguntando. No era que hubiera dejado de tener sentido hacer las canciones que hago, no todo tiene que ser una cosa súper política necesariamente.
“Tuve que reconocer mi hipocresía / para dejar que me abrace la manada que me guía”.
Es parte del proceso reconocer en nosotres los comportamientos patriarcales que tenemos súper arraigados, que tenemos que empezar a desprender y también amigarnos con el proceso. Reconocer la hipocresía para mí es un poco amigarme con mi propia hipocresía, porque no puedo ser perfecta, todo el tiempo congruente y coherente con las cosas que me parece que están bien.
“La memoria” es otra que obviamente es política, ya que en parte trata sobre los desaparecidos.
Esa canción la escribí para el espectáculo de 2020 de Falta y Resto, que se llama Distopía, en el que la murga viajaba al futuro y entonces podía ver el impacto de algunas decisiones que se estaban tomando en aquel momento. Viajaban al futuro y decían “si votamos esto, va pasar determinada cosa”; ese era el juego del espectáculo. Ese año yo ya no salía en la murga, pero igual estaba en contacto con todo el colectivo. Hice la canción final de la murga y me pareció que estaba bueno que fuera sobre la memoria. Cuando la presento me gusta decir –y lo dice la canción también– que no hay un futuro posible sin memoria, porque si no estamos condenados a repetir una y otra vez lo mismo. Entonces, no se puede pensar en un avance. Es medio paradójico.
¿Qué te dejó haber estado en carnaval? Porque es un ambiente históricamente machista.
Fue fuerte en todos los sentidos. Primero, hubo una relación y un compañerismo con mis compañeras de la murga muy profundo, que quizás en otro contexto no hubiéramos desarrollado. Somos hermanas hasta el día de hoy. Y sí, también fue habitar un poco la contradicción: ser feminista y estar cantando en esa murga, históricamente toda de varones, que muchas veces tuvo discursos machistas. Estar ahí también fue un poco abrazar la hipocresía y la posibilidad de un cambio, mirando para adelante. Si bien era todo hacia afuera, cantando por todos lados –viajamos mucho por Argentina–, como un sueño, también había mucho de reflexión. Algo que me dejó la murga, que para mí fue muy revelador, es una visión de mis canciones: el acceso a la música que yo hago –no por la forma que tiene ni nada– termina siendo algo medio burgués, no tiene el alcance de la plena, la murga o el reguetón. Y no sé cómo se hace para conseguirlo. ¿Cómo se puede hacer para que las canciones lleguen a todos lados? Después, que la gente vea si le gusta o no, eso ya es cuestión de cada uno. Siento que no hago lo suficiente para que las canciones lleguen a todos los lugares, y es un cuestionamiento que me quedó del carnaval. O sea, ocupar espacios en otros lugares, descentralizar mis actuaciones, pero no sólo ir y tocar una vez cada no sé cuántos meses en otro barrio más lejos del Centro, sino realmente hacer una cosa que permita que otras personas se puedan copar también con el proyecto. Si no estás medio metido en la movida, no sabés que existo o que existen [Luciana] Mocchi, Inés Errandonea o Lu Ferreira. El carnaval me mostró todo ese otro universo y esa manera de llegar a todas las personas, pero todavía no sé cómo resolver para hacer eso con mis canciones.
De vez en cuando das un taller de canciones. ¿De qué se trata?
Son talleres grupales –de hasta diez personas– de escritura de canciones. Hacemos una sesión larga, de dos horas. Cuento un poco algunas herramientas que he ido adquiriendo para componer, aun cuando no me pasa nada. Porque a muchas personas les pasa eso, que también me sucedía a mí, que si no me estaba pasando algo re denso en la vida, no podía escribir, no tenía inspiración. Entonces, me empecé a rebuscar para escribir igual. No podía ser: si yo tanto defiendo que es mi trabajo y es un oficio, no puedo estar dependiendo de que la musa inspiradora venga y me toque con su varita; tengo que poder sentarme, meter horas y escribir, cueste lo que cueste, aunque sea algo que después no use para nada.
Eso de que hay que sufrir para inspirarse es un cliché que viene desde la época del Romanticismo.
Pero es real igual, si no te ponés a buscar un mecanismo... A mí me pasa que desde el sufrimiento es mucho más fácil, me brota todo y sale solo. Pero hay otras maneras, esforzándose un poquito más y controlando la frustración. Porque de repente te sentás dos horas y no te salió nada, pero capaz que te tenés que quedar media hora más para que te salga algo.
Diane Denoir
La cantante se presentará el miércoles a las 19.00 en el museo Blanes (Millán 4015), acompañada por Daniel Lobito Lagarde, Andrés Arnicho, Antonino Restuccia y Andrés Wels. La entrada es gratuita.
Milongas Extremas en Piriápolis
El cuarteto de guitarras criollas y espíritu rockero se presentará hoy a las 21.00 en Playa Grande, Piriápolis. Por información y reservas: 098 596 759.
Otro Tavella en Jaureguiberry
Santiago Tavella (Cuarteto De Nos) se presenta en formato acústico y solista. La cita será el viernes a las 21.30 en La Cantina del Yacht Club de Jaureguiberry. “Voy a cantar canciones de toda mi vida, capaz que hay gente en el público que no había nacido cuando las hice. También habrá canciones nuevas, que capaz que nadie las conoce”, adelantó el músico en Facebook.
Gustavo Cordera en Punta Ballena
El excantante de Bersuit Vergarabat se presentará hoy a las 22.00 en el club de jazz y restaurante Medio y Medio de Punta Ballena, en el marco de su tradicional festival veraniego. Las entradas se venden por Redtickets y valen $ 1.550.
Christian Cary en Cabo Polonio
El líder de La Triple Nelson tocará hoy de noche en Narakan Art Hostal de Cabo Polonio (Rocha). Por reservas: 099 222 937.
Jazz a la calle
Hoy y mañana son los últimos días del tradicional festival Jazz a la calle de Mercedes (Soriano). Hoy tocarán The Bolling Experience (Uruguay) y Speakin Jazz Big Band (Brasil). Mañana se presentarán Sintia Piccin Sexteto (Brasil) y la Orquesta de las Mil Melodías (Uruguay).