Sobre la avenida Santa Fe, a metros de la Rural, un cartel artesanal enganchado a un poste recuerda que “Banksy no estuvo aquí”; tampoco la muestra es oficial ni fue autorizada por el artista que previene sobre eso desde su web Pest Control. Allí expresa: “Banksy no tiene nada que ver con ninguna de las exposiciones actuales o recientes y no se parecen en nada a una auténtica exposición de Banksy. Podrían ser una mierda, así que, por favor, no vengas a pedirnos un reembolso”. Sin embargo, más allá de la advertencia, esta exposición ya se presentó en Nueva York, Las Vegas, Moscú, Madrid, Barcelona, Milán, San Petersburgo, Lisboa, Bruselas, Tokio, Hong Kong, Hiroshima y Osaka. Llegó a Argentina mediante la agencia de Daniel Grinbank, reconocido productor mayormente ligado a la música, que meses atrás en ese mismo predio llevó adelante la muestra inmersiva sobre Van Gogh, que recibió alrededor de 350.000 visitas.
Banksy: Genius or Vandal? cuenta con alrededor de una veintena de salas que reflejan distintos hitos del artista con una puesta en escena laberíntica que se acentúa por la penumbra en que transcurre gran parte del recorrido y la ambientación sonora con trip-hop. Cada espacio está vinculado con asuntos que ha abordado: las desigualdades socioeconómicas, la guerra, el consumismo, la inmigración, el poder político, la represión y el control policial. Este está representado no sólo con piezas artísticas sino también con sonidos de alarmas y helicópteros, además de una estación con seis pantallas que transmiten en vivo por circuito cerrado lo que sucede en varios espacios de la muestra. Colabora con esa sugestión de vigilancia la ambientación oscura, que evoca la nocturnidad que Banksy suele aprovechar para sus acciones fuera de la ley.
Esténciles sobre metal, óleos sobre lienzo, serigrafías, acrílicos, spray sobre madera, esculturas, fotografías, frases enmarcadas, discos en cuyo arte participó y videos, algunos proyectados en 360 grados, forman parte de la exposición. La sala inmersiva evoca Apenas legal, una de las primeras y más exitosas exposiciones de Banksy en una galería de arte de Los Ángeles en 2006, donde hizo entrar a un elefante con flores pintadas en su lomo, estilo tapizado, para representar cómo se ignora la pobreza.
Tal variedad de propuestas hace recomendable llevar auriculares para acompañar la visita escuchando la audioguía para celulares, que se puede descargar a través de un código QR en la entrada de la muestra, aunque algunas de las obras exhibidas allí no precisen de mayor presentación. Así ocurre con la imagen de “el lanzador de flores” que creó durante su primer viaje a Palestina: aquel manifestante retratado en una protesta callejera con la cara tapada por un pañuelo y empuñando un ramo en lugar de un cóctel molotov. O la “niña con globo”, que representa a una nena con la mano extendida hacia un globo rojo con forma de corazón al que se lleva el viento y que una encuesta de Samsung en 2017 la distinguió como la obra de arte favorita del Reino Unido.
Se dice de él
Que es Robin Gunningham, el músico de Gorillaz Remi Kabaka, Robert Del Naja de Massive Attack o un colectivo de artistas conformado por todos o algunos de ellos. La exposición no echa luz al respecto, aunque dedica las primeras estaciones a desarrollar esas teorías contribuyendo al misterio sobre la figura de Banksy y además incluye la representación de un maniquí de buzo con capucha rodeado de aerosoles, tachos de pintura, monos y ratas, tan presentes en su obra. Asimismo, hay fotografías tomadas por Steve Lazarides en las que aparece mayormente de espaldas o tapando su cara con un libro.
La identidad de quien o quienes están detrás de Banksy permanece en el anonimato. Se sabe que empezó a grafitear las calles de Bristol durante los 90 y para evitar que lo atrapara la Policía perfeccionó su uso del esténcil, porque le permitía pintar el muro y huir de la escena en cuestión de minutos. Sus obras fueron tomando cada vez más notoriedad y desde 2004 comenzó a comercializarlas, como el caso de Devolved Parliament (una reproducción del parlamento británico en la que reemplaza a sus integrantes por monos), que, a una década de creada, se vendió por más de 12 millones de dólares durante el debate por el Brexit.
En 2010 la revista Times lo destacó como una de las 100 personas más influyentes y ese año hasta participó en una perturbadora apertura de Los Simpson. Hay varios puntos de contacto con Matt Groening: cierto humor crítico sobre el estado de las cosas y un ingenio visual capaz de captar audiencias infantiles y adolescentes. Además, ambos conjugan creatividad con una elocuencia apta para todo público sin caer en la obviedad y sumando la intervención de íconos de la cultura y el arte pop.
Los vínculos con ese género son explicitados en una sala dedicada a exhibir sus influencias, como las de Jean-Michel Basquiat y Andy Warhol, del que interviene sus icónicas sopas Campbell y también el colorido retrato de Marilyn Monroe en Shot Sage Blue Marilyn, sustituyéndola por Kate Moss. Esa interpolación adquiere su mayor dimensión en Dismaland, aquel parque de diversiones en ruinas que montó durante cinco semanas en la costa de Bristol. Una de las últimas escalas de esta exposición es la sala de cine que proyecta un video sobre esta versión tenebrosa de Disney, anunciado como un “parque temático no apto para niños” en el que participaron 58 artistas.
La penúltima estación, no recomendada para gente con vértigo, permite recorrer a través de un casco 3D las principales obras del artista en los muros de Los Ángeles, Nueva York, Sídney, Palestina y Bristol.
Finalmente, el último salón de la muestra corresponde a la salida y consiste en una tienda de merchandising que, ahora sí con una mayor iluminación, ofrece distintos productos. El stand no desentonaría en alguna de las obras sobre consumismo, más allá de procurar atenuar la contradicción con un cartel que dice “Exit trough the gift shop” (“Salga por la tienda de regalos”), nombre del documental dirigido por Banksy.
En ese sentido, también es paradójico pagar una entrada para encerrarse a ver las obras de un referente del arte callejero, pero la posibilidad de apreciar la obra de Banksy, quien tampoco reniega de sus contradicciones, lleva a un segundo plano aquellos pasajes ajenos al discurso de sus producciones. Sucede cuando el artista es el mensaje y su obra, fundamentalmente compuesta por piezas de arte efímero, ya es imborrable.