“La otredad”. Es el tema que está estudiando Carolina García para una entrega de Antropología Cultural. En sus ratos libres, cuando no está conduciendo la edición del mediodía de Subrayado, en Canal 10, se dedica a la Licenciatura en Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, carrera que empezó en 2016 y de la que le quedan algunas materias. “Fue un desafío grande volver a la facultad, yo había estudiado poco. Soy de las pocas que tienen una cédula que arranca con dos millones. Por suerte, tengo alguna compañera que está cerca de mi edad, pero no somos muchas”, dice.

En su apartamento, ubicado en donde Pocitos acaricia Parque Rodó, tiene un espacio específico, con una notebook merodeada por libros, para dedicarse al estudio. Pero en su living, reposando sobre una mesa ratona, hay más libros. Uno en particular lo recomienda: Decrecimiento, vocabulario para una nueva era, de autores varios, que desliza una crítica al antropocentrismo y al capitalcentrismo, explica, y también tiene relación con lo que estudia.

La periodista confiesa que, a la hora de cursar una carrera, trabajar en televisión le da “un poco más de exigencia con respecto a las entregas y a cómo rendir”, una “autoexigencia grande”. “Porque venimos con esa carga de la frivolidad de la tele y de la reproducción del discurso hegemónico”, acota. Carolina García conversó con la diaria y no sólo de lo que estudia.

Arrancaste en los medios en 1990, en Telenoche. ¿Qué recordás de aquellas primeras experiencias?

Me vienen recuerdos medio caóticos, de no entender mucho qué estaba haciendo. Entré a trabajar para aprender, fue didáctico. Entré porque calcé bien en la idea de la presentadora de informativos, pero no tenía experiencia de trabajo periodístico. Tenía una experiencia previa en Paraguay, pero fueron pocas las herramientas que había conseguido en ese tiempo de trabajo de menos de un año. Entré a trabajar a los 19 años y tenía bastante miedo de salir a la calle y preguntar. Me acuerdo de una pregunta que le hice al canciller [Héctor] Gros Espiell, en el gobierno de [Luis Alberto] Lacalle [Herrera], en una rueda de prensa con varios periodistas –muchos de los cuales todavía siguen trabajando–, en un ambiente contenedor. El canciller me dijo “usted está extrapolando”, porque había una formalidad que yo no entendía. Recuerdo una cosa de mucha vorágine. De todas maneras, cuando me voy hacia ahí es casi como pensar en otra vida.

¿Querías ser periodista o fue de causalidad?

De casualidad, por la búsqueda de una salida laboral. Como venía de la experiencia de Paraguay, en la que había presentado noticias en el informativo –también por una cosa bastante casual–, pensé que tenía una herramienta de trabajo, siempre sabiendo que me cabía una responsabilidad y un compromiso que tenía que construir. Pero necesitaba trabajar y abrirme un camino. Fue un momento súper efervescente, porque al poco tiempo conocí al padre de mis dos hijos, [el periodista] Jorge Arellano; entonces, hubo una mezcla importante de muchas cosas, profesionales y personales. También fue una etapa de inauguraciones en los modos de hacer televisión. Entré a trabajar en un informativo que estaba muy bien posicionado, era el más visto y a la vez tenía una competencia muy fuerte, la de Néber Araújo [en Telemundo, Canal 12]. Ya estaba Blanca Rodríguez en Canal 10, pero recuerdo que Néber era la figura fuerte con la que había que competir. Después se inauguraron los informativos de la noche, que para eso entré, y luego el del mediodía; fue un tiempo de muchos cambios.

Desde ese entonces, cambió casi todo. A la hora de hacer periodismo, ¿qué fue lo que cambió?

La información se democratizó y se expandieron los modos de obtener conocimiento; aunque sea efímero o no muy profundo, eso modificó muchísimo. Siento que hoy hay un compromiso mayor porque también hay una interpelación mayor por parte de la ciudadanía con respecto a lo que uno hace. Hay una mayor conciencia sobre la importancia de los medios de comunicación. Es abismal haber pasado de la teletipo y de la máquina de escribir, con la que yo arranqué, a este mundo. Se apelaba mucho a la memoria, pero también a la fantasía. A veces pienso: ¿cómo trabajábamos citando, construyendo un relato sobre hechos del pasado sin tener Google, sin poder consultar una fecha? Era un recorte, tal vez mucho más pequeño, más instantáneo –hablando de la televisión–. Era un informativo con mucha declaración, se buscaba la declaración de todos y la elaboración de los informes llevaba un tiempo largo. Hoy hay más un use y tire: los 75 tapes que se hacen en un informativo se desechan a las tres horas.

“En los informativos está la disputa de la construcción cultural”.

En la actualidad todo es efímero; sin embargo, hay muchas más horas de informativo por día que antes. ¿Por qué?

Tiene que ver con que la televisión uruguaya, que representa nuestra identidad, necesita construir contenidos que tengan que ver con la vida de las personas, porque las plataformas digitales ofrecen todo lo otro que hoy ya no ofrece la televisión. Antes mirábamos todo en la televisión: Cine continuado, Viernes 13 –que eran las películas de terror–, Sábados de cine, etcétera; entonces, los informativos pasaron a ocupar ese lugar donde nos identificamos o no nos identificamos, pero es donde está la disputa de la construcción cultural. Va por ahí, más allá de algunas otras decisiones comerciales, y de que se fue extendiendo el horario central de la televisión y es muy difícil dar marcha atrás en la programación.

A veces se debate sobre el rol de los conductores de informativos, y hay quienes piensan que en su vida pública, sobre todo en las redes sociales, deben ser casi asépticos, sin opinar de nada. Vos, por ejemplo, en ocasión de la marcha del 8 de marzo, en tus redes mostraste que tenías una balconera de “vecina feminista”; marcás un perfil sin problemas.

Siento que las personas que estamos en los informativos tenemos el derecho de opinar y de marcar nuestro perfil. Creo que es importante porque construye la imagen que tenemos. La imagen del informativo es muy acotada, entonces, genera muchas fantasías en las personas. Somos portadores de noticias, pero a mí me hace sentir un poco incómoda no poder decir un poquito más, no en el informativo sino en las redes. Yo comparto el modelo del informativo de Subrayado –y, en general, de los informativos uruguayos–, donde no hay una opinión.

A lo sumo, una cara.

Sí, para mí es importante respetar al que me está mirando, y el respeto va en el sentido de no meterme en la noticia, no sesgarla con mi opinión. De todas maneras, hay cosas que son fuertes y la gente se da cuenta cuando estás dando tu opinión. En las redes sociales, con respecto al perfil más vinculado con el feminismo: yo desde hace unos años me defino como feminista, y me interesa utilizar las redes y el conocimiento que las personas tienen de mí, la posibilidad pública que tengo, para poder difundir esos mensajes.

Se suele decir que hay muchos feminismos. ¿Cuál es el que reivindicás?

Hay muchos, pero no puedo decirte en cuál me paro, porque entiendo algunos feminismos y también entiendo otros. Ponerme una etiqueta o clasificarme me acota. Las reivindicaciones del ecofeminismo, por ejemplo, son muy válidas, y el feminismo de la igualdad también tuvo su momento histórico importante. Hay quienes dicen que estamos en la cuarta ola feminista y hay quienes dicen que no; hay una discusión muy grande, es muy diverso y prefiero sentirme en esa diversidad. No hay que bloquear ni frenar ningún tipo de movimiento o expresión que se vincule con el feminismo.

Foto del artículo 'Carolina García: “La política es el lugar más machista”'

Foto: Mara Quintero

¿Por tu experiencia, en el periodismo hay más machismo que en otros lados?

No, trasciende al periodismo y a la televisión. El lugar más machista es la política, y tal vez las empresas, porque son los lugares de gran control del poder que están en manos de los varones en general. En las empresas uruguayas la mayoría de los cargos de jerarquía son de varones. Por eso Alemania estableció cuotas en las empresas públicas, porque es muy difícil que las mujeres lleguen a los cargos jerárquicos.

Hay personas que critican las cuotas, y algunas, incluso, son mujeres y políticas...

Sí... Creo que hay que dar un paso más y asumir que, para que de verdad haya una democracia paritaria, tenemos que avanzar hacia una paridad, más que un sistema de cuotas –de una en tres–, porque está comprobado que nuestro sistema electoral genera trampas: los varones siempre encabezan las listas. Este es un tema muy de fondo, muy sustancial de la política. Además, en el gobierno actual ha habido un pequeño retroceso, más allá de que Beatriz Argimón sea la vicepresidenta y que represente esta demanda. Ahora la Red de Mujeres Políticas está cumpliendo 30 años, pero en el gabinete y en las decisiones políticas están los varones.

A la hora de presentar noticias en el informativo, sobre todo las de femicidios, ¿tratan de abordarlas desde un punto de vista feminista, discuten sobre el enfoque? Porque eso es algo que también ha cambiado: hace no muchos años en la televisión tranquilamente podían hablar de “crimen pasional”.

Ya está bastante discutido. De todas maneras, se puede cometer errores y creo que se cometen, porque en el ADN tenemos esa mirada más machista, que nos implica cometer errores. Ya hay un ejercicio de crítica, pero igual tenemos que ir un poco más allá: hay que buscar otra manera de contar, pero no la hemos encontrado. Si bien, conceptualmente, ya hay algunos errores que no se cometen, no logramos encontrar una forma de relato que marque de verdad el conflicto que tiene que ver con la violencia de género. Nos seguimos preguntando si la mujer hizo la denuncia o no, nos falta hablar más del drama, del círculo de violencia, de cuándo se genera eso, de qué pasó en la vida cotidiana de esas personas, la parte más estructural del problema.

Quizás en un informativo de televisión abierta, donde también juega el entretenimiento, es más complejo conseguirlo.

Creo que, más que el entretenimiento, lo que limita es el tema de los recursos materiales y humanos. Porque, en realidad, en un informativo tan largo necesitás producir mucho contenido, y lo que le pasa a un informativo –y a todos los medios de comunicación hoy en Uruguay– es el problema de los recursos y de los salarios.

Participaste en la campaña “Todos somos familiares”, en la que comunicadores y personas de la cultura se toman una foto sosteniendo la imagen de un detenido desaparecido. ¿Pensás que se puede hacer mucho más para encontrarlos?

Sí, hay que hacer mucho más. Puede haber una responsabilidad del Estado, si pensamos que el Estado son los seres humanos que están dentro de las instituciones. Hay información que tiene que estar y falta un compromiso mayor. Ha habido ciclos en los que hubo un mayor compromiso y se dieron las condiciones para una mayor apertura, tal vez. Me temo que en este momento, de alguna forma, si no están los recursos suficientes en la Justicia –también materiales y presupuestales–, muchas de las causas pueden quedarse en el camino. Ese es un cuello de botella importante, que tiene que ver con cuáles son los instrumentos que tienen los operadores de la Justicia para poder avanzar en las investigaciones.

Estás estudiando la carrera de Desarrollo en la Facultad de Ciencias Sociales. ¿De qué se trata?

De poner una mirada social al desarrollo humano, en el sentido de que en general, desde el punto de vista más histórico reciente, se expresaba en el crecimiento económico, en la actividad del mercado o el PIB –para hacerlo sencillo–. Pero en las últimas décadas se ha comprendido que para que las sociedades encuentren un bienestar y construyan su propio destino, hay una gran complejidad que tiene que ver con lo social, lo político, lo económico y lo cultural; entonces, la licenciatura en Desarrollo problematiza la manera en la que las sociedades han construido su camino hacia el horizonte del bienestar. Obviamente, critica los modelos de desarrollo más hegemónicos, que justamente dicen “América Latina no pudo seguir la senda del desarrollo de los países industrializados”, y se pregunta por qué. A partir de eso, todo lo demás. Puede haber una perspectiva más ambiental, más económica o más de género. Después está la teoría de que la palabra “desarrollo”, como concepto más hegemónico, ya implica un paradigma, un paquete.

Básicamente, es una crítica al capitalismo.

Exacto. Al capitalismo lo tenemos que cambiar, sin duda. El cuestionamiento es en gran parte al capitalismo y a todo lo que vino con él, a las creencias y valores que genera el capitalismo. Lo interesante de la licenciatura es que está todo el tiempo interpelando las formas. A mí lo que más me interesa es sentir que no hay una forma, que hay que construirla.

¿Lo de cambiar el capitalismo no es una utopía?

Pero se ponen algunos cotos al capitalismo, es utópico pero también es un horizonte. A nivel del mercado, de las empresas, hay cambios que se pueden dar. La economía no sólo es capitalista, también se le debe dar lugar a la economía social y solidaria y al cooperativismo. Que el valor no sea sólo lo monetizable también es una cuestión de discurso. Porque hay muchas personas que viven sin afán de lucro, la mayoría del mundo, porque no acceden ni siquiera a pensar en el lucro; entonces, al final, estamos repitiendo un discurso de unos pocos.

Llegaste a tener un programa de televisión sobre ambiente, en el Canal 20, de TCC. ¿Falta concientización sobre el tema?

Muchísima, estamos muy alejados. Una cosa que este año me generó pila de satisfacción fue que Naciones Unidas convocó a unos diálogos sobre el futuro y nombró a una comisión de acompañamiento, y el representante de Naciones Unidas me convocó para integrar esa comisión –no puede decir de expertos porque es mucho– junto con Enrique Iglesias, Pablo Atchugarry y Martina Crispo, del Institut Pasteur. Están diseñando, de aquí a dos años, encuentros para dialogar sobre el futuro, con diferentes ejes temáticos que tienen relación con lo que necesitamos transformar y los desafíos del futuro. Eso me encantó, y me genera un entusiasmo grande poder participar en una conversación en la que ponemos contenido que tenemos que valorizar. El próximo es sobre economía social y solidaria, precisamente.

¿En la vida cotidiana a qué estás atenta desde la mirada ecológica?

Soy –desde hace mucho tiempo– de clasificar la basura y de estar atenta a lo que compro. Trato de comprar ropa de segunda mano y ver qué hay detrás de cada cosa que se hace, trato de no comprar productos que sé que vienen de una situación de explotación. Siento que pensar en un modo de vida un poco más regenerativo es un camino más acorde con lo que necesitamos, pero es difícil.

Durante varios años estuviste en el programa Consentidas, también en Canal 10, de entretenimiento puro, donde tenías otro perfil. ¿Qué te dejó esa experiencia?

Fue una etapa divina, de mucho conocimiento personal, porque hizo que me expusiera más, que saliera del esquema de presentadora de noticias, que genera una barrera de contención, porque te amolda. Fue un desafío grande, me daba mucha vergüenza. Me generó mucha inseguridad y tuve que trabajar bastante la autoestima, porque me hacía sentir que estaba fuera de cuadro. Hubo una intención de generar una especie de equilibrio, con tres mujeres que representaran lugares distintos, esa combinación de diferentes miradas. Después, para mí fue divino, desde el punto de vista amoroso, del trabajo, de mucho crecimiento personal; me dio muchas amigas.

Desde el punto de vista feminista, capaz que el nombre del programa no estaba muy bien.

Sí, no estaba bueno.