El formato es uno que le ha resultado muy grato al género: las películas antológicas de horror tienen altos picos históricos como la mítica Dead of Night (de Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden y Robert Hamer, 1945) o la alucinante I tre volti della paura, más conocida por su nombre en inglés Black Sabbath (Mario Bava, 1963), y, más cerca en el tiempo, las dos Creepshow (en las que varios directores adaptan relatos de Stephen King) o la oscura Body Bags (John Carpenter y Tobe Hooper, 1993).

Pero no sólo en cine la antología de horror funciona y goza de estupenda salud. En televisión hay ejemplos paradigmáticos: Alfred Hitchcock presenta (que la serie que nos ocupa hoy emula), la inolvidable Historias para no dormir, de Narciso Ibáñez Serrador, o las dos temporadas de Masters of Horror, donde un verdadero quién es quién del mundo del horror anglosajón aportaba historias (y, en algunos casos, adaptaban relatos, incluido al menos uno que también aparece en la serie de hoy).

Pero aunque sea un formato reconocible y de éxito más que probado, es también un riesgo. Porque es inevitable que algunas historias brillen más que otras, especialmente cuando se convoca a diferentes realizadores; en esos casos, la mano, la óptica o como quieran llamarle puede resultar tan diferente que en vez de una ensalada de horror terminemos teniendo un Frankenstein sin pies ni cabeza.

Por fortuna, no es lo que ocurre con este Gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro, que entrega ocho mediometrajes de altísima factura y, en la mayoría de los casos, gran resultado.

Caso a caso

Si hay un concepto que sí se repite en cada relato de esta nueva serie de Netflix es la presencia ineludible del monstruo. Sean clásicos (como fantasmas o brujas) u horrores primigenios lovecraftianos, en todos los episodios hay uno para deleitarse las pupilas. Del Toro es un gran hacedor de monstruos y acá cuenta nada menos que con la ayuda de Guy Davis para el diseño. Comiquero viejo –no en vano contó con Mike Mignola en más de una ocasión–, aquí se asegura una presencia impresionante al contar a su lado con el autor de The Marquis y Sandman Mystery Theatre.

Como en la variedad está el gusto, no todos los capítulos le resultarán del mismo nivel a cada espectador, pero no cabe duda de que la de Del Toro es una apuesta grande, dado el nombre de los realizadores involucrados, los autores que adapta y su propio trabajo escogiendo los relatos y hasta aportando un par de su propia pluma.

La cosa abre e inicia con "Lote 36", justamente uno de los escritos por Del Toro, a cargo de su habitual colaborador y director de fotografía Guillermo Navarro. Es la historia de un hombre (un gran Tim Blake Nelson) bastante desagradable, quien adquiere un contenedor de cosas cuyo propietario ha muerto. A la mejor usanza Cuentos de la cripta (otra gran serie antológica de horror), por su carácter sabremos que encontrará un justo castigo cuando empiece a trastear con el contenido particular del depósito. Aunque se le podría exigir alguna sorpresa extra, hay buena construcción de clima y grandes valores de producción. Funciona.

Seguimos con uno de los tres mejores episodios, "Las ratas del cementerio", uno de esos cuentos inolvidables para quien lo haya leído (cortesía de Henry Kuttner). Relata la historia de un celador (David Hewlett) que se hace algunos dineros extra saqueando tumbas. Dirige aquí Vicenzo Natali, un autor algo irregular (aunque firmó El cubo, lo que es decir) que aquí consigue un resultado estupendo, magnífico en su grotesco.

Llegamos al mejor episodio de la temporada. "La autopsia" permite que el director David Prior (responsable de uno de los fiascos más grandes del cine de horror reciente, The Empty Man) adapte un cuento de Michael Shea y contribuya con el lado más cienciaficcionero de toda la serie. Un veterano forense (el siempre genial F Murray Abraham) acomete la difícil tarea de hacer la autopsia de diez cadáveres producto de un derrumbe en una mina, pero la historia tiene sus particularidades, y ni te cuento lo que será el propio procedimiento. Excelente.

El cuarto episodio es "El exterior" y cuenta con dirección de Ana Lily Amirpour (A Girl Walks Home Alone at Night) sobre un relato de Emily Carroll. Nuestra protagonista (estupenda Kate Minucci) comienza a obsesionarse con su apariencia física y el uso de una crema corporal que sólo parece hacerle daño. Para quien suscribe es el único episodio flojo, dado que la premisa –potente, sin duda– no alcanza para los casi 60 minutos que dura. En algún momento pierde al espectador por el camino (al menos a este).

A continuación, llegan dos adaptaciones de HP Lovecraft, ambas efectivas. La primera, "El modelo de Pickman", es bastante fiel al original y juega a aportarle mucho gore, a medida que un pintor (Ben Barnes) se obsesiona con un siniestro colega (agradecido siempre de ver a Crispin Glover). Su factura –a cargo de Keith Thomas– es algo genérica y cuesta ver ese “horror que te enloquece” en las pinturas que muestra, pero en general funciona. Mejor le va a "Sueños en la casa de la bruja", aunque la versión que firma Catherine Hardwicke (la responsable de la nefasta saga Crepúsculo) se aleje bastante del original al permitirse jugar en un mundo de sueños que se torna cada vez más sugerente y ominoso a medida que su protagonista (Rupert Grint) busque el alma perdida de su hermana fallecida. La bruja en cuestión es otro de los grandes hallazgos de diseño.

Para el penúltimo, llega el que completa el top 3: "La visita" combina horror cósmico con el repulsivo estilo del director Panos Cosmatos (Mandy), que es además autor del guion. Un cuarteto de destacadas figuras –un escritor, un gurú new age, una científica y un productor musical– asisten a la casa de un elusivo millonario (notable Peter Weller) para vivir una noche que nunca olvidarán. Vaya si no la olvidarán.

Por último, un relato que se destaca por no ser particularmente de terror, aunque tenga un par de sobresaltos de esos que te sacuden de la silla. "El murmullo" presenta a una pareja de ornitólogos que recién se recuperan de una tragedia personal, realizando una investigación en una isla, con su casa abandonada a tono, que pronto resulta estar embrujada, por supuesto. Lo cierto es que el aporte de Jennifer Kent (The Babadook) genera algo distinto, puesto que su propuesta es más melancólica y reflexiva, donde el fantasma es más un ente trágico antes que uno terrorífico. Cierto es que su ritmo moroso no es para todo el mundo, pero la entrega de su pareja protagónica (Essie Davies, quien ya protagonizaba The Babadook, y un comprometido Andrew Lincoln) y el emotivo resultado disculpan cualquier desvío por el camino.

En resumen, ocho relatos con la curaduría de un verdadero artesano del género, que demuestran que hay de todo en la viña del Señor (del señor Guillermo del Toro, y siempre y cuando hablemos de horror).

El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro. Ocho capítulos de una hora. En Netflix.