Criada en una comunidad judía ortodoxa en el barrio de Once, la escritora y filósofa argentina Tamara Tenenbaum asimiló costumbres afectivas y sexuales del “mundo laico” para luego, gracias a la militancia feminista y a sus propias vivencias, deconstruir parte de lo aprendido y rebelarse contra el concepto tradicional de romance. En su bestseller El fin del amor: querer y coger en el siglo XXI, de 2019, Tenenbaum ofrecía un cambio de paradigma del amor romántico y planteaba qué sucede cuando la pareja monógama ya no es un objetivo de vida. Su obra, mezcla de autobiografía y manifiesto feminista, nos invita a explorar el verdadero sentido de las relaciones y el deseo consensuado como centro del erotismo.

La serie homónima, basada en este ensayo de Tenenbaum y protagonizada por Lali Espósito (quien es además productora ejecutiva), nos permite adentrarnos en el mundo de los vínculos modernos y replanteos sexoafectivos de toda una generación. El fin del amor está dirigida por Leticia Dolera, Daniel Barone (Guapas, Farsantes) y Constanza Novick, y el guión está en manos de la misma Tamara Tenenbaum y Erika Halvorsen. Completa esta fórmula un gran elenco: Verónica Llinás, Vera Spinetta, Mike Amigorena, Candela Vetrano y Mariana Genesio entre otros.

En la serie Tamara es una exitosa columnista radial, profesora y periodista que tiene una vida aparentemente armoniosa: es reconocida en su trabajo, tiene un gran sostén en sus íntimas amigas Juana (Spinetta) y Laura (Giménez) y convive con su novio Fede (Andrés Gil), con quien parece que todo marcha bien. En sus columnas toca temas espinosos y se muestra alejada del mundo religioso en el que creció. De hecho, a su mamá Ruth (la siempre maravillosa Llinás), con la que tiene una buena relación, no le molesta que haya cortado con esa parte de su vida.

Un día, dando clases y hablando de la libertad y los miedos, Tamara se cruza con Sara Levy, una amiga de la infancia quien la invita a su casamiento judío. Las reminiscencias de su pasado, no muy trabajado ni hablado, la llevan a una fuerte revolución interna y, casi como una epifanía, advierte que no es tan libre ni tan desprejuiciada como pensaba y todo empieza a resquebrajarse. Su judaísmo, la Tamara de antes y su convivencia con un presente que ella autopercibe como rebelde pasan a estar en el centro de los dilemas.

El camino de autoexploración de Tamara es irreversible, y Lali Espósito, con todo lo que su figura de ícono pop representa, es la actriz perfecta para el papel. La amistad y la sororidad, la cultura del consentimiento, la maternidad como elección o imperativo, la soltería deseada o temida, el poliamor, la responsabilidad afectiva, las aplicaciones de citas y la pareja monógama como eje cultural de las relaciones amorosas son tratados con un humor descontracturado y una inteligencia reveladora. Patear el tablero, rearmarse, mover los cimientos de lo que tenía asumido como normal y amigarse con su pasado forman parte de esta agitada pero necesaria búsqueda.

El fin del amor lo tiene todo: es entretenida, pero a la vez interpela y emociona; tiene una hermosa estética, personajes bien construidos con los que nos podemos identificar, una genial Lali Espósito que se carga el personaje principal, y una removedora reflexión acerca de lo que es realmente sentirse libre. Es una serie que fluye con naturalidad porque es creíble: vemos a mujeres derrumbando lo aprendido, un matriarcado que experimenta y se recompone. Como dice la propia Tamara, luego de mil derrumbes que se reconstruyen de entre los escombros.

El fin del amor. 10 episodios de 30 minutos. En Prime Video.