Si las comparamos con los Navy SEAL, es evidente que el universo de la ficción no ha sido tan generoso con las fuerzas especiales británicas -o SAS por las siglas en inglés de Servicio Aéreo Especial- como con sus pares estadounidenses, a pesar de que fueron creadas casi dos décadas antes y tuvieron importante participación en la Segunda Guerra Mundial.

La unidad, fundada en 1941, opera hasta hoy, en tiempos de guerra como regimiento y en tiempos de paz como brigada antiterrorista; de hecho, saltaron a la fama como uno de los más respetados cuerpos de élite tras la exitosa operación Nimrod, en 1980, cuando ingresaron a la Embajada de Irán en Londres para rescatar rehenes. Es decir, poseen un aura mítica, pero muy poca construcción ficcional. En tiempos recientes hay algunos ejemplos cinematográficos -usualmente reconstrucciones de la operación Nimrod- y han sabido ser personajes jugables en las sagas de videojuegos Call of Duty, Counter Strike y Rainbow Six. En historietas han tenido más construcción narrativa: el afamado guionista irlandés Garth Ennis es confeso fan de la unidad y se ha explayarse sobre sus integrantes como temidos antagonistas en historias de personajes como Punisher o Hitman, e incluso les dedicó su propia historieta en la miniserie 303.

La fama de los SAS ha volado bajo durante sus más de siete décadas de historia, hasta que llegó el best seller del periodista e historiador Ben Macintyre Rogue Heroes: The History of the SAS, Britain’s Secret Special Forces Unit That Sabotaged the Nazis and Changed the Nature of War, publicado en 2017 y convertido en documental por la BBC ese mismo año. Allí, Macintyre se concentra en sus peculiares integrantes fundadores y -sobre todo- en las disparatadas misiones suicidas que llevó adelante la unidad contra nazis y fascistas, particularmente en el norte de África. Un material que ni pintado para convertir en una ficción bélica de aquellas que recuerdan a exponentes aventureros como Los 12 del patíbulo, Donde las águilas se atreven o la alucinante Play Dirty, de André De Toth (que guarda muchos puntos de contacto con esta historia). ¿Y quién mejor que Steven Knight, el creador de Peaky Blinders, para adaptarla?

Desde su primera secuencia, en la que las tropas de refuerzo británicas que viajan rumbo a Tobruk no llegan a destino por haber calculado el combustible en base a kilómetros y no a millas, queda claro dónde se para Knight: hay un humor socarrón, violencia explícita y construcción de personajes al límite que hacen que casi todo lo que pasa -por disparatado que resulte- funcione de manera verosímil.

La base de la fundación de los SAS son tres oficiales con entrenamiento de comando: Archibald Stirling (Connor Swindles), un aristócrata inglés con mucho para demostrar sobre todo ante su familia; Paddy Mayne (Jack O’Connell robando escena a dos manos), un irlandés de baja cuna y muchos impulsos ultraviolentos; y Jock Lewes (el mejor del elenco, Alfie Allen), un británico nacido en Calcuta. Lewes, veterano de Tobruk, plantea la idea: ante la inoperancia de los altos mandos, lentos a la hora de reaccionar ante los avances del mariscal alemán Erwin Rommel en África, hay que diseñar una unidad autónoma que opere detrás de las líneas enemigas y dedicada exclusivamente al sabotaje. Los contactos de Stirling permiten que se ponga en funcionamiento.

Knight sabe que tiene entre manos un potente esqueleto histórico con el que jugar y lo hace de inmediato, aunque el primer episodio es bastante tranquilo en comparación con lo que vendrá después, basándose en la interacción entre estos tres hombres tan dispares. Las misiones le dan cuerpo a esta falsa miniserie (remarco lo de falsa: sus seis episodios sólo llegan hasta 1943 y queda abierta para ser continuada) y la incluyen por completo en el formato bélico lúdico, ese subgénero que, más que reflexionar sobre la violencia de la guerra y su absurdo, se divierte con operaciones realizadas al detalle, tiroteos espectaculares y personajes carismáticos.

Para que este subgénero funcione, es clave tener personajes interesantes, y en eso SAS Rogue Heroes cumple con creces. No sólo en su escritura hay destaque: la dirección a cargo de Tom Shankland -los seis episodios- es tan austera como efectiva y nos recuerda lo talentoso que es este director británico (responsable de buenas películas como The Children y de series como Ripper Street).

Con sus episodios estrenándose semana a semana, SAS: Rogue Heroes recupera historias de guerra en su formato más entretenido. Diversión salvaje y explosiva, para ver sin cuestionar y después comparar con lo ocurrido en la realidad: tal y como advierte el cartel que inaugura cada episodio, lo más disparatado es lo más históricamente fidedigno.

Sas Rogue Heroes. Seis capítulos de 50 minutos. En DirectTV.