Ir a ver una película animada de Disney no suele considerarse un riesgo. Sus producciones garantizan un mínimo de calidad y un entretenimiento asegurado para los integrantes más menudos del núcleo familiar. Y algo de eso ocurre con su última producción, Un mundo extraño, que cuenta una historia con un alto componente de aventura, enmarcada en una historia familiar que incluye características de nuestro mundo en forma orgánica (lo que otros llaman “inclusividad forzada”).
El marco es una ciudad perdida llamada Avalonia. Y el hecho que desencadena la acción es la más reciente expedición de los Clade, padre e hijo, dos exploradores que quieren descubrir qué hay del otro lado de las montañas que nadie jamás logró atravesar. Uno de ellos continúa su viaje con destino desconocido. El padre. Pero el otro, el hijo, regresa después de haber descubierto una extraña planta con características que cambiarán el rumbo de Avalonia para siempre, como una especie de Wakanda menos política.
Como también ha ocurrido en numerosos títulos de Disney y Pixar, en el comienzo es necesario establecer las reglas. La ciudad rodeada. La planta capaz de generar electricidad y responsable de una veloz revolución industrial. La paulatina disminución de las capacidades de esta planta, bautizada Pando, lo que obligará a una nueva expedición en busca de una solución a la crisis energética.
Pasaron 25 años entre aquella aventura, en la que Jaeger Clade fue visto por última vez, y esta nueva que deberá encarar Searcher Clade. Que a esa altura ya es padre del adolescente Ethan Clade, que no tiene intenciones de ser un granjero como su padre y está más interesado en lo que hacía su abuelo. También está interesado en otro chico de su edad, algo que el guion maneja con la misma naturalidad que ojalá en algún momento se maneje en la no ficción. A diferencia de otros amagues de Disney, aquí no será tan fácil borrar la homosexualidad de la película si se estrena en algunos mercados.
Después de aquella primera escena en la que vimos a Jeager por última vez (sí, claro), la película se mueve en un registro similar al de Encanto en eso de mostrar cómo funciona un pueblito tan peculiar, y las relaciones de la familia protagonista. No lo hace con tanta efectividad, tampoco lidia con traumas intergeneracionales tan grandes (aunque los tiene), pero poco importa porque, una vez que comience la aventura en el mundo extraño del título, la acción no se detendrá hasta el final.
Don Hall venía de dirigir la muy interesante Raya y el último dragón, y en este caso parece apuntar las baterías a un público menor, sin dejar afuera al resto de la familia. El guion de Qui Nguyen (también responsable de la mencionada Raya) maneja un humor más infantil que en las últimas producciones de la compañía, recurriendo al golpe y porrazo en la segunda mitad, pero sin la brillantez de la segunda mitad de Up: una aventura de altura (Pete Docter, 2009).
Que no se malentienda: el diseño de la nueva tierra que descubren en la expedición está muy bien desarrollado. Y el esfuerzo por mostrar la relación entre las diferentes nuevas especies recuerda (y perdón por seguir linkeando, pero hoy estoy para esa) a Avatar (2009) de James Cameron. Si hasta por momentos podríamos pensar que estamos en algún rinconcito menos azulado de Pandora.
Pero (siempre hay un pero) este mundo extraño que incluye una gran sorpresa carece de la personalidad de otros mundos extraños. Las especies no tienen rostro, como ese bicho parecido a una mancha que se les une, y que maneja su expresividad con las extremidades. Era un desafío grande, y el equipo de trabajo lo logra, pero no se trata de un mundo del que uno vaya a colgar pósters en su habitación.
A diferencia de las películas de Pixar, y esto es algo bueno, el guion no es una pieza de relojería tan perfecta. Los primeros minutos de Unidos (Dan Scanlon, 2020) presentaban un montón de elementos, personajes y hasta bocadillos que regresaban sobre el final para encajar a la perfección en los huecos que habían sido elaborados durante el segundo acto. Acá, por supuesto, los personajes crecerán, incluyendo el que parece salido de Jumanji (Joe Johnston, 1995), y regresarán habiendo aprendido la lección. Sí, ese fue otro link. Espero que haya sido el último.
Disney nos tenía mal acostumbrados en sus últimos títulos animados familiares. Es por eso que uno llegó a Un mundo extraño pidiéndole un poco más de lo que entrega. Pero deja su mensaje positivo y lo hace en 102 minutos de muy buena animación, con una historia entretenida a la que no le falta acción y que toma algunos riesgos muy bienvenidos.
Un mundo extraño, dirigida por Don Hall. 102 minutos. En cines.