Anna es una joven insufrible, malcriada, carente de empatía y con un acento capaz de perforarte el tímpano a los 30 segundos de escucharla. Sin embargo, es una integrante de la alta sociedad y se pasea por Nueva York dejando propinas de “benjis” (en referencia al rostro de Benjamin Franklin en los billetes de 100 dólares). Así que Anna tiene su propio séquito de dizque amigas, dispuestas a levantar el muerto de algún restaurante cuando la tarjeta de crédito de la heredera millonaria tiene problemitas.

Anna es la protagonista de Inventando a Anna (Inventing Anna), uno de los más recientes buques insignia de Netflix, que quizás no goza de tanta popularidad en las redes porque sus nueve episodios llegaron juntos y en medio de otros tantos buques de la plataforma del pom-pom. Pero esta producción de Shonda Rhimes, la misma de Bridgerton, eleva su cabeza por encima de otras propuestas similares no sólo por sus valores de producción, sino por la actriz que interpreta a la insoportable del título. Pero no nos adelantemos.

Esta ficción, cuyos episodios pueden ser demasiado extensos para nuestros cerebritos castigados por el déficit de atención (65 minutos en promedio), tiene como protagonista a la periodista Vivian Kent, interpretada por Anna Chlumsky. Ella trabaja en una revista, pero errores del pasado la condenaron a tener su oficina en el rincón junto a tres colegas que están más cerca del retiro que de la gloria. Y descubre una historia que podría devolverle el respeto.

¿La historia? Una joven insufrible, con un acento capaz de perforarte el tímpano, fue arrestada por engañar a medio Manhattan, incluyendo bancos y servicios financieros, haciéndose pasar por una heredera millonaria. ¿Vieron cómo había algo detrás de tantas malas actitudes?

Inventando a Anna sigue dos líneas de tiempo: la de Vivian peleándose con sus empleadores para que les den más tiempo para cubrir el caso (que todavía no se había viralizado), y la de Anna, que sube las escaleras del jet set neoyorquino de a tres escalones, consiguiendo reuniones con referentes a fuerza de nombrar a referentes anteriores, en una calesita de contactos que la dejó a centímetros del estrellato.

La serie arranca con un ritmo un poco lento que, sumado a los pedazos de historia de más de una hora, puede espantar a más de uno. Pero con el correr de los capítulos se va armando el rompecabezas de una fábula que solamente existía dentro de la mente de la embaucadora, capaz de cenar en los mejores restaurantes, vivir en hoteles de lujo y viajar en aviones privados. Todo porque el trabajador promedio tiene terror de ofender a los poderosos.

Ese segmento de la historia, inspirado en la vida real de Anna, la convierte en un personaje atrapante desde la vergüenza ajena. Una Reina Tigre mucho más moderada. La investigación periodística, mientras tanto, se aleja del realismo en su forma de ser contada. Los tres escritores veteranos hacen las veces de coro griego, o simplemente son funcionales a que la trama avance sin que Vivian tenga que explicarlo todo. Pero todos por momento se vuelven idiotas, como cuando la pareja de la periodista le pregunta “¿Te vas a dónde?” cuando ella tiene la valija pronta sobre la cama y seguramente ya pidió el taxi rumbo al aeropuerto.

Le perdonamos todo eso a Shonda Rhimes porque sabe manejar el drama. Pero sobre todo porque eligió a la actriz perfecta para interpretar a la mentirosa serial. Julia Garner, quien ya se llevó elogios por su papel de Ruth en Ozark y acá está llamada a engrosar su vitrina de premios. Ella logra que Anna sea irritante como una picadura de mosquito, pero irresistible... como rascarse una picadura de mosquito.

Sobre el séptimo episodio es como si la serie llegara a un buen punto como para dejarla ir, pero el juicio de Anna tuvo sus propios condimentos que merecen ser contados, aunque en este caso la caída nunca sea tan interesante como el ascenso. Vean la serie, disfruten del personaje, pero si les pide plata porque la transferencia desde Europa no termina de llegar, no le paguen la cena. ¿A quién quiero engañar? Yo terminaría pagando si no anduviera más pelado que ella.

Inventando a Anna. Nueve episodios de aproximadamente una hora. En Netflix.