Hacer reír es de lo más difícil en materia artística y uno de los trabajos mentalmente más desafiantes del mundo. Y aunque muchos descrean de esta idea, los invito a imaginar cómo sería escribir material nuevo acerca de lo que nos rodea todo el tiempo y tener que probarlo con un público desconocido. El humor es una forma de arte subestimada y practicarlo frente a una audiencia es una tortura si la gente no responde, pero también puede ser el placer más grande si se consigue la perfección química de la risa.
Pero si además hay que vivir del humor y hacer malabares para llegar a fin de mes, es aún más caótico. De eso va la nueva comedia dramática de Netflix La vida en risa (originalmente titulada Drôle), una serie francesa de seis capítulos creada y dirigida por Fanny Herrero y guionada por Camille de Castelnau (conocidas por sus trabajos en la serie Diez por ciento).
A diferencia de otras series que no han sido del todo efectivas tratando de transmitir la magia del humor a través de la pantalla, esta no es una serie de stand up sino que sigue la vida y vicisitudes de estos comediantes que intentan abrirse camino en la profesión de hacer reír en París: el hijo de árabes Nezir (Younes Boucif) es delivery y un comediante novato que practica su rutina mientras hace los repartos. La afroeuropea Aïssatou (Mariama Gueye) está en pleno ascenso, tiene una hija pequeña e intenta plantarse como mujer en un ambiente tan masculino. Apolline (Elsa Guedj) es una chica de alta sociedad que rompe esquemas y quiere hacer comedia. El vietnamita Bling (Jean Siuen) es el “famoso” del grupo y dueño del club de comedia donde se presentan todos.
Todos tienen realidades muy diferentes: Nezir vive con su padre discapacitado, Aïssatou lucha desde su lugar contra el patriarcado estructural mientras trata de combinar su vida de humorista con su rol de mamá, Apolline pretende renunciar a una vida llena de privilegios por su deseo de ser comediante, y el decadente Bling parece no resignarse a que su humor machista caducó. Pero en definitiva lo que la serie muestra es cómo sus vidas confluyen en un mismo y único interés: el amor por hacer reír.
Presiones de llenar salas, de ser graciosos, de manejar las fallas y el éxito, de no cobrar, de ser originales y virales son algunas de las puntas que nos muestran una cara más humana del rol del comediante, lleno de conflictos y frustraciones como cualquier otra persona, pero con careta de payaso. La vida personal de estos artistas puede ser decepcionantemente compleja y reafirma la cuestión del trabajo duro y la rigurosidad que la comedia requiere.
La química entre los protagonistas es increíble y resulta un placer verlos interpretar a comediantes; no hay tanta rutina de stand up en sí, pero sí aparece en sus historias y eso es lo que hace que la serie sea tan disfrutable. En realidad, los problemas personales se vuelven parte de su material de comedia, pero ese mismo material puede transformarse en un problema futuro, como cuestionamientos de familiares y amigos, en épocas de ofensas y cancelaciones. Y también relata vívidamente lo efímero del éxito, donde un día la gente te reconoce y adora y al otro no sos absolutamente nadie.
La serie, en definitiva, enaltece la ardua tarea de hacer reír: es dinámica, con diálogos inteligentes y remates brillantes. Y deja muy en claro que el humor también es incomodar, patear estructuras, remover y renacer. Y que hacer reír es cosa seria.
La vida en risa, de Fanny Herrero y Camille de Castelnau. Seis episodios de media hora. En Netflix.