Un elefante de colores que quiere ser gris como todos los demás. Ese resumen escueto abre un mundo de historias. El libro inaugural, de 1989 –aunque sus antecedentes se remontan a 1968–, el que simplemente se llama Élmer, como su protagonista, inspirado en la obra del pintor suizo Paul Klee, presenta a este animalito que se pregunta por qué es diferente del resto y desea ser como los demás. En las antípodas de un tono aleccionador, la anécdota de Élmer pone el foco en los pequeños detalles cotidianos en los que encarna la incomodidad del personaje y el dilema de la identidad y de aceptarse como es, una perspectiva que, en definitiva, permite ampliar la mirada y extenderla a una vivencia que, de una u otra manera, es familiar para los lectores.

El éxito de Élmer lo transformó en una serie de 29 títulos publicados y reeditados a lo largo de las siguientes décadas. En casa, sin ir más lejos, hay tres: Los amigos de Élmer y El día de Élmer, editados por Anaya a fines de los 90 –seguramente estrenados por alguna de mis sobrinas–, y Élmer en zancos, publicado por Norma en 2006, que compré para mi hijo en su segundo cumpleaños. Todos ellos acompañaron a distintas generaciones de niños, y prometen seguir haciéndolo. Traducida a más de 60 idiomas, Élmer es una de las series de libros infantiles más icónicas y leídas de todos los tiempos, con más de diez millones de copias vendidas. El secreto quizá radique en la sencillez de las historias, la dosis exacta de humor –“Es muy correcto pero su sentido del humor le permite también ser incorrecto”, afirmaba McKee sobre el personaje– y la capacidad del autor de abrevar de los temas más variados para nutrir las aventuras de Élmer, poniendo oído y una fina sensibilidad en la escucha, de forma privilegiada, al diálogo con sus lectores.

En la mañana del jueves, la editorial Andersen Press anunció la muerte del autor, el inglés David McKee, a la edad de 87 años. Nacido en Devon en 1935, es dueño de una extensa obra, en la que se destacan Ahora no, Bernardo, Seis hombres, Tres monstruos, por mencionar unos pocos ejemplos, y obtuvo numerosos premios, entre ellos, el Deutscher Jugendliteraturpreis en 1987, el Children’s Choice Selection en 1997 y el International Reading Association/Children’s Book Council en 1997 y 1999, y fue nominado por Reino Unido al Premio Hans Christian Andersen en 2006. Pero su trayectoria trasciende el universo de los libros para niños: McKee tuvo una exitosa carrera como artista plástico y fue cocreador de algunas series de animación muy conocidas con King Rollo Productions, entre ellas Mr Benn, y comenzó su carrera dibujando tiras cómicas para revistas y periódicos como The Times Educational Supplement, Punch y Reader’s Digest.

Foto del artículo 'Elefantes, monstruos y mucho más: una breve retrospectiva de los libros de David McKee (1935-2022)'

Al conocerse la noticia de la muerte del autor, su editor Klaus Flugge comentó: “Se hizo gran amigo de todos los que encontraba; personal, autores e ilustradores por igual. La suya fue una voz singular y una luz brillante en los libros infantiles que destacó la inclusión, la diversidad y aspectos de nuestro mundo que no siempre están presentes en los libros para niños”. Desde el Río de la Plata, la escritora chilena Carola Martínez Arroyo sostuvo en su cuenta de Facebook: “Hay que ser jodido para ponerte una paleta brillante y rosa para hablar de las cosas más complejas de la infancia. Hay que ser brillante para homenajear a [Maurice] Sendak sin plagiar. Hay que ser un conocedor de las infancias para saber pegar y decir eso que nadie dice y de lo que nadie habla”.

Una obra imprescindible

No hay azar en la vigencia indeleble de una obra. Se trata de libros que se sostienen por la potencia de sus historias, por la honestidad con que son narradas, por el cuidado artístico puesto tanto en la narración como en la ilustración, engañosamente sencilla, por el respeto inmenso por un público que es cualquier cosa menos menor, por el equilibrio perfecto entre lo que se dice y lo que se deja librado a la lectura y, antes y después de todo lo anterior, por el amor puesto en la creación. Todos esos ingredientes están en los libros de McKee y los vuelven imprescindibles y eternos. Para muestra, y dejando de lado a Élmer, que ya se presentó al inicio de esta nota, algunos botones (y agradezco a Micaela Faingola, de la librería especializada en literatura infantil y juvenil Germina, por facilitar la consulta de los libros comentados aquí).

Foto del artículo 'Elefantes, monstruos y mucho más: una breve retrospectiva de los libros de David McKee (1935-2022)'

Ahora no, Bernardo fue publicado en español por Alfaguara, con traducción de Yolanda Reyes, en la colección Nidos para la Lectura. Quizá sea su libro más potente en la manera directa en que interpela al mundo adulto. “Publicado en 1980, ha fascinado a los pequeños y también –debo decirlo– ha hecho sonrojar a más de un padre, pues, de cierta forma, todos nos vemos caricaturizados en la historia. El autor, David McKee, ha declarado que su trabajo se dirige a niños y adultos a la vez, y que disfruta haciendo libros que dejen cosas sin decir. Mediante una conversación entre palabras esenciales e imágenes llenas de colorido, McKee asume la perspectiva infantil para exagerar, sin temor a la irreverencia, el drama que viven los pequeños cada vez que sus padres les dicen “ahora no”. (¿Quién de nosotros no ha pronunciado, acaso, la trillada frase?)”, sostenía Reyes en aquella señera edición. Y es que Ahora no, Bernardo conmueve e incomoda por partes iguales al poner en escena esa experiencia tan cotidiana para los más chicos –la falta de atención, la invisibilidad, la ausencia de una mirada enfocada, en la vorágine de “lo que hay que hacer”– y funciona como una invitación a poner patas arriba esa lógica, a desarmar esa inercia y volcarse a un posible y urgente “ahora sí”.

Vale la pena buscarlo en librerías de usados y bibliotecas, más allá de que posiblemente resulte algo difícil conseguirlo, aunque tuvo una edición nacional en 2014, como parte de la colección Para Leerte Mejor de Alfaguara Infantil junto con títulos de otros autores extranjeros de prestigio, como Ana María Machado, Luis Pescetti, Alejandra Vallejo Nájera. La editora Viviana Echeverría comentó que hubo títulos que tuvieron buena acogida, pero no fue el caso de Ahora no, Bernardo, que enfrentó una fuerte resistencia de los adultos. En esa recepción poco entusiasta ponía el acento la bibliotecóloga y mediadora Débora Núñez para cuestionar en redes sociales: “¿Será que los adultos no queremos ver retratados nuestros perfiles menos favorables? ¿Cuántas veces no escuchamos a nuestros Bernardos y los dejamos solos con sus monstruos por estar distraídos en otras cosas? ¿Cuáles son los monstruos que pueden estar asustando a los Bernardos de hoy en día?”.

Foto del artículo 'Elefantes, monstruos y mucho más: una breve retrospectiva de los libros de David McKee (1935-2022)'

Tres monstruos (Ekaré, 2011) transparenta un homenaje a Maurice Sendak y su Donde viven los monstruos. No es, en este caso, un niño el que arriba a una isla habitada por monstruos, sino otro monstruo, de otro color, al que los lugareños primero rechazan y luego tratan de engañar. En un tono irreverente y de una ironía demoledora, McKee pone sobre el tapete el rechazo al extranjero, desarma los tratamientos formales, se vale del humor para explicitar la violencia que se puede ejercer mediante las palabras y, sobre todo y antes que nada, cuenta una historia atrapante y sólida en su sencillez. Aunque pueda existir la tentación de llevarlo para el lado de la moraleja, como otros títulos del autor, Tres monstruos se sacude esa intención y sale airoso con el desparpajo de esta historia de timadores timados, dejándole al lector la potestad de cerrarla, de masticarla.

Por último, menciono una delicadeza: Minilibros Rey Rollo. Publicado por Ekaré, es una colección de seis pequeños tomos de 28 páginas cada uno, en formato pequeñísimo (7,7 x 9,5 cm), presentados en una cajita: “Rey Rollo y los zapatos nuevos”, “Rey Rollo y el rey Fermín”, “Rey Rollo y el pan”, “Rey Rollo y la búsqueda”, “Rey Rollo y los platos” y “Rey Rollo y el baño”. Cada uno es un cuento breve cuyo protagonista es el monarca del título, acompañado por “una corte de amigos y cómplices”, según promociona la editorial. El tono es desenfadado y fresco; McKee trabaja la materia de los cuentos de hadas para dar una colección deliciosa que pasa por el tamiz de la mirada infantil, el desparpajo y el humor, pero también de la inocencia.