Si hablamos de relaciones cinematográficas fructíferas, la que sostienen el actor Tom Hardy y el guionista y productor Steven Knight se destaca. Knight, un veterano del audiovisual en Gran Bretaña, es el responsable de guiones como Dirty Pretty Things (de Stephen Frears) o la memorable Promesas del Este (de David Cronenberg), aunque en años recientes su aporte más reconocido es la creación de la imprescindible serie de mafiosos Peaky Blinders, de la que es showrunner y guionista de un gran número de episodios.

Si hacía falta, esta serie posicionó a Knight como un ineludible de la televisión moderna, y dentro de la misma ficción el creador se ocupó de darle a su amigo Hardy un personaje recurrente, esquivo en un principio pero cada vez más importante en cada temporada, como el gángster judío Alfie Solomons.

La relación entre Knight y Hardy se había cimentado el mismo año que se estrenara Peaky Blinders, 2013, con la película Locke, un one man show de Hardy de 90 minutos prácticamente en primer plano, solo y al volante de su auto, en un thriller extremadamente recomendable. En 2017, Hardy –a partir de una historia inventada a cuatro manos junto a su padre Chip– acude a Knight con una nueva propuesta: la historia de James Delaney en Taboo.

Casi superhéroe

Corre 1814 y en Londres se desata la guerra interna entre la Corona y la Compañía del Oriente por la isla de Nutka, un pedazo de tierra aparentemente sin valor pero que ocupa el lugar estratégico imprescindible para comerciar o controlar una lejana parte del mundo muy valiosa. Con la muerte del propietario original de la isla, todo debería solucionarse en las cortes, pero el inesperado regreso de su hijo, James Keziah Delaney –quien se presumía que había muerto en África–, pone de cabeza la situación.

Delaney es una mezcla perfecta entre el conde de Montecristo (tiene razones propias de venganza, y no está contento con aquellos que atosigaron a su finado padre) y Batman (se entrenó en artes variadas en el extranjero, es un luchador invencible, tiene un mayordomo sarcástico, es rico y cuenta con un plan para cada eventualidad), lo que dará como resultado ocho episodios increíbles –va de menos a más, cierto es, hasta ese final apoteósico– en los que la trama reseñada será sólo la principal entre muchas, porque Taboo abarca más que las cuitas del personaje principal.

La serie es el resultado de la pasión de su creador y protagonista Tom Hardy, verdadera fuerza de la naturaleza, quien evidentemente se luce con su actuación, creando en Delaney un antihéroe perfecto, un tipo temible e impredecible. Se respalda con una producción de lujo (anda Ridley Scott por ahí metido), un gran guionista como es Steven Knight y un elenco de tremendos actores que explotan sus personajes a morir: Oona Chaplin, David Hayman, Edward Hogg, el villanísimo Jonathan Pryce, Stephen Graham, Michael Kelly, Franka Potente, Jason Watkins, Jefferson Hall, un irreconocible Mark Gattis y Tom Hollander, que como siempre que aparece vuelve a su personaje, mi secundario favorito.

Taboo fue una de las series de 2017, pero pasó sin pena ni gloria. Todo eso cambia ahora con el rescate que hace Netflix, y se ha transformado en una de las más miradas de la compañía de streaming. El éxito de la serie reactivó la producción de una segunda temporada y Knight afirma que ya tiene escritos seis de sus ocho episodios. “Ha llevado mucho tiempo de reflexión porque disfruté muchísimo la primera y quería estar igual de satisfecho con el resultado. Estamos intentando que se alineen los astros para poder volver a tener a nuestra estrella en el set”, es decir, al ocupadísimo Hardy.

Taboo, con Tom Hardy. Ocho episodios de 57 minutos. En Netflix.