Al legendario guitarrista Eduardo Toto Méndez le gusta llegar temprano a sus compromisos, con tiempo para estar tranquilo y afinar su instrumento antes de la actuación. “Si es a las cinco, es a las cinco”, dice sobre su puntualidad a rajatabla que practica y espera del otro como señal de respeto por el tiempo y el trabajo de cada quien.

Esta Semana de Turismo dio clases por las mañanas, y en las tardes tocó junto a sus Compadres en el Rosedal del Prado. También habló con la diaria antes de su presentación de este sábado. A las 10.00 nos recibió en su casa –donde vive con Nelly, su señora– y lo escuchamos como si fuera cosa de todos los días, nada fuera de lo común. Toto se esfuma en su decir veloz de apariencia casera, entrecruzando recuerdos y miles de conversaciones intensas, importantes, nocturnas o de su casualidad risueña, que puede recordar con cada tonalidad de sus compañeros de ocasión y con las palabras exactas de la interrogante disparadora y el remate del más despierto.

Y entonces, claro, con natural generosidad, deja la puerta abierta de su atractivo relato para que le pregunte, como el más confianzudo que le haya tocado en suerte, vaya a saber qué, en el medio de sus cuentos y sus teorías guardadas en la memoria de su larga carrera como músico y escuchante.

Luego de un año complejo en el que se le juntaron problemas de salud y la pandemia, recuperó su habitual entusiasmo y el 23 de marzo –aniversario 86 de Alfredo Zitarrosa– se vistió de gala y se subió al escenario del Solís para recibir, con Julio Cobelli, la distinción de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Montevideo.

De la misma forma en que empezó su carrera comienza nuestra charla: “Muy respetuoso”, dice sobre Mario Núñez, otro gran guitarrista –nacido en 1929– a quien llegó a conocer y que una vez le dijo a Toto: “Yo sé quién sos tú. Está muy bien lo que hacés”. Se trataba, para aquella época, de un gesto inusual.

–Con Julio decimos: “Nosotros somos de la vieja escuela”. Lo nuestro era a pura oreja. Ahora la cosa es diferente, pero nosotros estamos agradecidos de tener una gurisada alrededor nuestro, de otras tiendas inclusive, que vienen y te dicen: “Escuchame, Toto, te vi en un video. ¿Cómo es esto acá en tal tema que hacés con la guitarra”. Claro, nosotros no veíamos nada. Yo lo grabé de tal manera y resulta que cuando lo toco en vivo por ahí hago otra cosa. Pero que vengan directamente a preguntarte, para mí es una satisfacción bárbara –reconoce.

Cátedras

Además de gran guitarrista, Toto es un estudioso de la música y la cultura que puede ligar con facilidad y mucho conocimiento las raíces comunes de diferentes géneros, y enseñar con pocas palabras lo esencial de la música. Intuye que pocos deben saber de su gusto por la obra de Pink Floyd, Led Zeppelin y Queen, y una de las preocupaciones que lo desvelan desde hace tiempo se expresa en la pregunta: “¿La Escuela no tiene la sensibilidad para dar la música popular de nosotros?”. Se refiere a la Escuela Universitaria de Música, desde donde llegan muchos de sus alumnos. “¡Tiene que haber una cátedra de música popular, loco!”, dice.

–La escuela guitarrística de nuestro país no es solamente la clásica y académica, de Abel Carlevaro y Eduardo Fernández. También tenemos una guitarra popular que viene de otra época. Ahí entran Mario Núñez, Rubén Olivera, Isidro Pérez, Alberto Larriera, Walter de los Santos, Gualberto López, ¡terrible guitarrero!, y entramos nosotros. Y también grandes payadores. Nuestras guitarras son de tiendas tangueras y milongueras y de los gauchos. Como dicen Los Olimareños en “El matrero”: “Y la guitarra desata los alambrados del cielo y lleva a todos con ella a entregarlos al cantor”.

La marca de Alfredo y la música instrumental

“Para mí es el cantautor más importante de este país. Un tipo que sabía mucho de música y que era muy culto. Y había que estar a la altura”, dice Toto sobre Alfredo Zitarrosa.

Foto del artículo 'Toto Méndez y sus Compadres hoy sábado en la Rural del Prado'

Foto: Federico Gutiérrez

–La primera vez que lo vi fue en Tacuarembó en el año 68. Alfredo llevó cuatro guitarras y antes de que saliera a cantar, tocaron un tema instrumental –recuerda, y menciona esta particularidad del comienzo del show para explicar su especial gusto por ese formato–. Yo hacía instrumentales en Tacuarembó en grupos de tango y de guitarra, y cuando formé parte del equipo de Alfredo fue la emoción más impresionante, pero no lo podía disfrutar en ese momento porque la adrenalina estaba muy arriba. Trabajábamos a full; las guitarras las ensayábamos todos los días. Por eso el equipo era una máquina. Como dice Esteban Klísich, un gran formador de músicos, el asunto es noventa por ciento de trabajo y diez por ciento de talento.

La idea del “equipo de guitarras”, que para un músico de rock seguramente refiera a un amplificador y parlante, aquí cobra otro sentido.

–Yo sigo diciendo que Alfredo Zitarrosa no inventó el equipo de guitarras. Eso venía de Gardel. Pero Alfredo supo cómo hacer sonar guitarras de otras tiendas. Por eso digo que no siempre se reconoce la magnitud del talento que tenía.

Los compadres de Toto Méndez para su propuesta instrumental son Jorge Trasante en percusión, Enrique Checo Anselmi en el bajo, Carlos Méndez (su hermano), Santiago Peralta y Jacinta Bervejillo en guitarras.

“Tengo mis temas propios y versiono temas de otros autores”, cuenta, y remarca que hay que nombrar siempre a los artistas cuando se interpretan sus canciones. “Aníbal Sampayo, por ejemplo, hasta no hace mucho, era más conocido en Argentina que acá en Uruguay”.

–Yo tomé “A doña Cata”, de Juanjo Domínguez, e hice mi versión. Hay que animarse, por eso es música popular. Tengo una versión instrumental de “A lo verde” que hicimos con La Vela Puerca, versioné un tema que se llama “Pájaro chogüí”, pero también traigo el gato “El quebrado”, un instrumental de Carlos López Terra que me trajo hace tiempo un alumno en un casete y me encantó.

Transmisión y generaciones

–Yo en Tacuarembó pasaba todo el día escuchando la radio, y de noche también. Siempre con la oreja pronta. Sonaba un tema y pensaba: “Pah, qué bien este”, y trataba de acordarme o esperaba que lo pusieran de vuelta –rememora, para comenzar a responder a mi pregunta sobre qué es lo más importante que puede transmitir a sus alumnos–. Después hice amistad con un muchacho cantor de tango que trabajaba en la radio de Tacuarembó. Yo me iba de noche a la radio, el tipo me daba unos auriculares y me dejaba en un estudio escuchando discos mientras él hacía la transmisión. Yo lo veía a mi padre tocar y con él aprendí las posturas, pero mucho después supe qué nombre tenían las notas –cuenta Toto.

¿Qué lugar ocupan la formación y el talento natural en su carrera?

–Yo reconozco que tenemos algunas condiciones que son innatas, pero que vos sepas leer una partitura no quiere decir que tengas swing. Eso te lo da la experiencia de haber acompañado a muchos cantores con estilos diferentes. Con el transcurso de los años entendí que primero me tiene que emocionar a mí lo que estoy haciendo. Es la única manera de que puedas transmitir. Se trata de tu identidad. Cuando la gente escucha, dice: “Acá está Mario Núñez, acá está Cobelli, acá está el Toto”. Hay frases, sonoridades. Somos trabajadores, y cuando hay identidad es porque dejamos un trillo. Después vendrán otros. Por eso les digo a mis alumnos: “Si van a hacer una versión, que tenga una guiñadita diferente, que es la identidad de cada uno”.

Quise saber cuánto cambia el sonido de un músico a través de los años.

–Uno evoluciona pero no cambia. El aprendizaje lo que te permite es madurar. Sos más contundente. Si yo antes proponía tocar de tal manera, luego de acompañar a tantos cantantes, podés proponer esa misma forma pero también conocés otras y las podés usar. Y te volvés mucho más pícaro, también. Hay picardía en la jugada. Cuando tocamos con Julio hay florcitas que aparecen de repente y decís: “Opa, esto no lo hacías” y vos respondés: “Me surgió ahora”, entonces la cabeza se libera.

El reconocimiento como Ciudadano Ilustre de Montevideo llegó en un buen momento, aunque no era algo previsible para el músico.

–A veces ocurren algunas cosas que no tenías previstas, aparecen jugadores inesperados. Gracias a Dios, cuando recibí este reconocimiento ya me sentía bien. Nelly me ayudó muchísimo. Mi hija hizo unas gestiones bárbaras y vinieron dos hermanos mayores que tengo en Tacuarembó, sobrinos, amigos y todos los gurises del rock, que nos aprecian mucho. Esto fue una caricia. La vida no es muy larga que se diga, y si llegaste a esta altura del partido y ocurren cosas así, no está mal.

Sábado a la 18.00, Toto Méndez y sus Compadres tocan en el escenario Alfredo Zitarrosa (cerca del ruedo) de la Rural del Prado.