Desde que comenzó la pandemia, el algoritmo detrás de Youtube destaca sus entrevistas cada vez que termina de publicarse un nuevo episodio de su exitoso ciclo Caja negra. Su público es variopinto, igual que sus entrevistados.
Comenzó, en un set básico y pacífico que se volvió fórmula, con figuras jóvenes y poco conocidas para el gran público, como el músico Emanuel Noir o la youtuber Caro Trippar. Luego llegaron personajes más populares: el trapero Duki, el expresidente José Mujica, el humorista uruguayo conocido como El Bananero y el cantante Adrián Dárgelos. Le hizo la más simple y cordial de las notas al músico argentino L-Gante, cuya historia de redención terminó replicada en un discurso de Cristina Fernández de Kirchner, convertida en otra hazaña del peronismo y en carne de cañón para su oposición.
Cuando el programa alcanzó un éxito definitivo, Leiva entrevistó al presidente argentino Alberto Fernández, a las escritoras Mariana Enriquez y Camila Sosa Villada, al streamer español Ibai Llanos y, últimamente, a personajes pintorescos como Carlos Maslatón o prestigiosos e internacionales como Jorge Drexler.
Dice de sí mismo que intenta ser invisible en su lúgubre set de tevé. Llegó un sábado a Uruguay para conversar con Sebastián Teysera, de La Vela Puerca, y siguió viaje, con registro de todo lo acontecido.
A Julio Leiva le obsesiona llegar un poco antes y siempre parece apurado, aunque no pierde el tono sereno. Su mayor referente es la leyenda radial Lalo Mir y, si de entrevistas se trata, menciona a Hugo Guerrero Marthineitz, Antonio Carrizo y especialmente a Jesús Quinteros, El Perro Verde “La entrevista que le hizo a Charly García fue una gran referencia para Caja negra desde el principio. Quinteros sabía quién iba a ser Charly y lo entrevistó con el peso de la historia en 1991. Ojalá yo pudiera tener la visión de ese tipo y pensar ‘Este va a ser alguien que va a manejar el pulso cultural de los próximos 30 años’. Por eso quiero entrevistar a los que van a ser los próximos referentes de estas generaciones”, confiesa.
Leiva participó en la producción de Tsunami, registro de un concierto del Indio Solari más entrevista de Mario Pergolini, y fue el responsable de Piedra que late, otro documental ricotero. Su programa emblema, Cheque en blanco, pasó por muchas radios, entre ellas la mítica Rock&Pop.
Además de su trabajo como célebre entrevistador, actualmente es el director editorial de Filo News en Vorterix, el ambicioso proyecto de Pergolini, la casa madre de Caja negra. Antes, en el estudio de radio y tevé del pionero multimedio, mostró algo de su bajo perfil en Una casa con 10 chinos y ahora prueba un tono diferente y más cercano al humor en Crossover, de lunes a viernes de 10.00 a 13.00 junto a Noelia Custodio.
Perdidos en los galpones virtuales Vorterix, todavía se pueden encontrar grabaciones de La máquina de escribir voces y reconocer en aquel programa una primera versión del futuro de este periodista de lentes de apariencia económica, que leyó mucho las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt.
¿Cuándo empezaste a preparar la entrevista a Sebastián Teysera?
Ya venía charlando con gente cercana a él. En un viaje a Bilbao coincidí con Guillermo, su manager argentino, y aproveché para preguntarle por Sebastián. Cuando ya está confirmada la nota, veo todo lo que puedo: sus entrevistas, documentales, escucho su música, sus letras, trato de hacer un recorrido por su carrera y selecciono algunas cosas que me ayudan para saber hacia dónde quiero ir. En este caso, además, va a haber público, por lo que se agrega un desafío.
Eso cambia todo.
Sí, es la tercera vez que lo hacemos. La primera fue en España con La Mala Rodríguez, después con Fito Páez en Argentina, y ahora esta nota en Uruguay.
¿No te molesta perder el clima habitual de Caja negra al haber público presente?
No. La primera vez que lo hice, el desafío fue tratar de lograr la misma intimidad de siempre, y me pasó que el público respetó mucho los silencios. Solamente reaccionó cuando no quedaba otra; un aplauso, por ejemplo. Yo pensaba: “Acá van a reaccionar de tal forma” y no, respetaban el silencio. Así logramos momentos de mucha intimidad y también otros interesantes, en los que el público tomaba protagonismo.
Uno de los primeros personajes que entrevistaste en este ciclo fue el streamer Joaco López. ¿Qué viste en él?
Me metí en el mundo del streaming a través de Coscu y después vi que había otros personajes interesantes. Uno de ellos era Joaco, que conformaba un dúo con Pimpe; fueron de los primeros que pisaron fuerte en ese mundo. Un día estaban haciendo una transmisión de twitch con Coscu y mencionaron que les gustaría estar en Caja negra. Entonces, Coscu me escribió. Yo ya tenía en mente entrevistar a un personaje como Joaco, pero eso aceleró el trámite. Hice la entrevista con Joaco y al día siguiente entrevisté a Pimpe. Fue divertido porque después de terminar las notas pidieron hamburguesas, todo nuestro equipo terminó sumándose al festejo y comimos todos juntos.
En esos primeros meses, por el perfil de tus entrevistados, algunos te cuestionaban el criterio. Te decían: “¿Por qué entrevistás a Fulano? ¿Qué mérito tiene?”.
Creo que lo novedoso de Caja negra fue su agenda. Optamos por elegir personas que en el mundo de internet tenían mucha convocatoria y les iba muy bien. Los medios tradicionales no los conocían o, si los invitaban, los destrataban o directamente los ninguneaban. Nosotros nos planteamos lo contrario: tratar de conocer a estos personajes y, con respeto, ayudar a contar sobre sus vidas. A mí me parecía que había historias muy potentes, que estaban pasando muchas cosas que iban por un carril paralelo, al menos en apariencia, y eso hizo que para mucha gente fuera una novedad descubrirlos y que el programa se convirtiera en un espacio de mucho aprendizaje para cualquiera que se acercara.
La historia de Joaco era muy fuerte.
Sí. A mí me cuesta mucho correrme de mi lugar porque estoy muy concentrado en la entrevista, pero esa fue de las pocas veces que me emocioné. Cuando él cuenta que –después de todo su periplo y esa cosa de estar en la cornisa y de caer o no– logra rescatarse, trabajar y darle una plata a su mamá, en ese momento sentí la piel de gallina.
¿Era tu madre que tenía un almacén?
Sí, mamá tuvo una despensa durante toda su vida. Mi viejo era metalúrgico y cuando en el 94, en pleno menemismo, lo echaron, se quedó trabajando en la despensa con mi vieja.
¿Cómo era tu vínculo con el negocio familiar?
Mi papá compraba el diario Crónica y me acuerdo de que me sentaba en el mostrador de la despensa, con siete, ocho años, y que aprendí a leer con el diario. De ahí creo que viene la cosa de la noticia, de estar muy informado y de ser muy curioso. Leía todo el diario: arrancaba con los titulares y seguía hasta los chistes o los crucigramas. Ese diario además era muy fácil de leer y muy atrayente. Era todo muy estridente. Yo no sabía que iba a ir para ahí en mi formación, pero de alguna manera eso seguro tuvo que ver.
Así que en vez de quedarte en el living de tu casa, te quedabas en la despensa.
Es que en los 80 la diversión era leer el diario o ver la tele. Y había cinco canales. Ese era nuestro consumo cultural. Además, estaba en la provincia de Buenos Aires. No tenía acceso a cines o teatros, no había mucho alrededor. Salir de ahí era todo un evento.
¿Te acordás de algún cliente de la despensa?
¡Sí! Porque era la gente del barrio que venía siempre. Me acuerdo que de chico le tenía miedo a la policía. La típica, mi madre me decía: “Portate bien que va a venir un policía y te va a llevar”. Y cada vez que entraba un policía yo temblaba. También me acuerdo de un cliente sordomudo que me fascinaba: para mí, siendo chico, el desafío era entenderlo. Cada vez que venía al negocio, cambiaba el color del almacén. Todo giraba alrededor de él. Y yo quería atenderlo para saber qué era lo que quería comprar. Era un personaje. Me hice muy amigo de él. Después de tanto tratarlo ya conocía sus señas y las palabras que quería decir.
Trabajaste vendiendo libros puerta a puerta. ¿Cómo fue esa experiencia?
Sí, laburaba a comisión. Fue bravo en un punto, pero también fue una experiencia muy enriquecedora. Caminaba por La Matanza, que era una de las zonas más pobres de la provincia de Buenos. No llegué al año, pero fue mi primer trabajo y me sirvió para hablar con mucha gente y sacarme prejuicios. En esa época, previa a internet, una de las maneras de adquirir conocimiento era a través de diccionarios y enciclopedias. Y contrariamente a lo que se puede pensar, la gente que menos tenía era la que más te compraba. Me flasheaba ver personas con muy pocos recursos que resignaban un montón de cosas para comprarle un libro a su hijo por eso de que ahí podía estar el futuro y la posibilidad de salir de esa realidad.
¿Qué fue lo primero que te llamó la atención y que quisiste seguir investigando?
De muy chico, una cosa que me rompió la cabeza fue un videojuego de mano que se llama Donkey Kong. Era de doble pantalla y salía carísimo. A mí me lo compraron bastante después de que salió, cuando estaba más barato. Y cuando lo tuve en las manos me flasheaba no entender cómo hacían para funcionar dos pantallas conectadas. Era como: “Cambió el mundo para mí”.
¿En qué momento sentís que tenés una entrevista lo suficientemente preparada?
Trato de ir lo más lejos que puedo. Siempre está el miedo de comerme algún dato y que sea muy importante. Me pasó muy pocas veces y me lo reproché. Me preparo bastante y me aseguro de que no me vuelva a pasar. Hay una cosa que no está muy dicha o escrita y es que mucha de la información importante de un artista tiene que ver con el fandom; hay información que está en los comentarios que hace la gente en un video de Youtube, y ahí puede haber algo del diccionario de la banda o nombres que usan sus fans; lo mismo sucede con en el runrún de la gente que todavía no llegó a los medios. Siempre está ese miedo de perderme algo y que alguien me diga “¿Por qué no le preguntaste tal cosa?” y me quiera matar. Después, si tengo el dato y decido no usarlo, estoy tranquilo porque es una decisión mía.
Hoy que el programa ha crecido mucho, el trabajo de investigación para una entrevista lo podrías delegar en una o varias personas. Pero lo seguís haciendo vos.
Sigo yo, salvo algo muy especial, porque me gusta hacerlo. En un punto es un laburo artesanal y es el laburo que hace un periodista, el de recabar información e investigar. Sobre todo porque necesito abrir ventanas y cerrarlas. ¿Qué quiero decir? Cuando te metés en esta tarea aparece un montón de información que no tenías y después tenés que ir a lo más particular para responder cada pregunta que apareció y poder llegar a algunas conclusiones. Después que tengo todo seteado, ahí elijo el objetivo, hacia dónde quiero ir. Por eso trato de que las entrevistas sean diferentes según el personaje que venga al programa.
Hace unas semanas estuvo en Caja negra Jorge Lanata y se enojó un poco. ¿Cómo viviste esa entrevista?
Yo miraba a Lanata. Consumí muchos de sus programas. Es un tipo muy creativo y para mí fue un referente en muchas cosas. En la entrevista hay un pequeño guiño a lo que él hizo. La primera pregunta que le hago es la pregunta que él recomienda hacer en una entrevista. Entonces, ya entra fastidiado, aunque creo que no recuerda eso, y contesta. Me parecía que mi trabajo, en este caso, era llevarlo a lugares de compromiso con la respuesta pero sin llegar al punto de que se quiebre. Creo que es una entrevista que él también haría.
Fuiste bastante incisivo. Dijo “que me dejen de romper las pelotas”, pero era para vos.
Sí, creo que el personaje ameritaba que fuera incisivo. Además, se trata de alguien que en la historia de la Argentina de los últimos 30 años tuvo un rol muy importante y había preguntas que había que hacer. Creo que lo rico de esa entrevista es que él se mete en el juego, responde, no elude ninguna pregunta, y eso desde el lado del entrevistador se agradece.
¿A quién te falta entrevistar?
A un montón. Hay muchos que nos pide la gente y otros que tenemos en lista. Me gustaría entrevistar al presidente de Uruguay, a alguien que está acá como Marcos Galperín, por ejemplo. Y después, en Argentina, cualquier periodista sueña con entrevistar a los más destacados de la política, el deporte, la música. Bueno, Charly [García]. A veces nos parece un imposible, pero también nos parecía con Fito [Páez] y nos terminó diciendo que 30 años después iba a volver a grabar El amor después del amor. Así que cualquier cosa puede pasar.
El histórico locutor Eduardo Aliverti, luego de tomarte una prueba en la radio, te dijo: “Dedicate a otra cosa”. ¿Cuánto de aquel episodio sigue funcionando como un combustible para lo que hacés ahora?
Para mí es la representación de la vida de cualquiera: todos luchamos para hacer lo que nos gusta pese al contexto y a nosotros mismos. Para mí aquello representó que alguien me dijera “no vas a poder”. Es la lucha de superación de cada uno por lograr lo que te hace feliz, o lo que hace que uno pase la vida de la mejor forma posible haciendo lo que le gusta. Esa voz interna siempre está, y más cuando no tenés regalado nada. En mi carrera no le debo nada a nadie y todo lo que hice fue para tener un mejor laburo. A esta altura de mi vida, hacer y vivir de lo que me gusta es el mejor regalo. Es un privilegio y estoy en paz de haberlo logrado. Igual, no sé qué va a pasar en dos años.