El único enemigo real de Buzz Lightyear es Woody, el simpático vaquero. No me refiero a que los protagonistas de la saga de Toy Story sigan enfrentados (son amigos desde hace décadas), sino que la comparación más odiosa que se puede hacer de Lightyear, la más reciente película de Pixar, es con las cuatro entregas cinematográficas que encabezó la versión en juguete del guardián del espacio.

La aventura que acaba de llegar a los cines tiene un guion correcto, una animación a la altura de lo que nos tiene acostumbrados Disney en cualquiera de sus dos ramas, y numerosos elementos de ciencia ficción. Claro, queda lejos de las cuatro entregas acerca de los juguetes de Andy, que un día dejaron de ser los juguetes de Andy para ser de alguien más. Pero no quiero recordar ese momento o voy a llorar sobre el teclado.

Al comienzo, un escueto sobreimpreso nos informa que Andy (snif) vio una película en 1995 que llevó a que quisiera tener el juguete de Buzz Lightyear, y esta es la película. No vale la pena buscar anacronismos o pensar si la (tan comentada) relación entre dos mujeres habría sido tan natural en una cinta de ese año; hay que abrocharse los cinturones y prepararse para la diversión, porque además Lightyear tiene un arranque que nos lleva hasta el infinito y más allá. Bastante más allá.

Buzz, el “de verdad”, es tan fanfarrón como el juguete que conocimos en la primera película animada por computadora de la historia, que además sigue siendo una de las mejores. Este Guardián del Espacio acaba de llegar a un planeta desconocido, al que pretende investigar sin ayuda alguna, en especial de los novatos que comparten la nave con él.

Luego de muchísima acción, el protagonista y el resto de los ocupantes de la gigantesca nave quedan varados en ese sitio misterioso, alejados del resto de la humanidad, que quién sabe qué papel tendrá en ese momento en la conquista de las estrellas. Buzz, cuyo principal defecto es el orgullo, se siente responsable por lo ocurrido (y lo es), así que comenzará un periplo en el que sacrificará sus relaciones personales en pos del regreso colectivo.

Aquí viene el momento más interesante de la película, y en el que sus responsables acarician el nivel de calidad al que nos han acostumbrado obras como Los Increíbles (Brad Bird, 2004), Ratatouille (Brad Bird, 2007) o Wall-E (Andrew Stanton, 2008), por nombrar tres de mis favoritas. El director Angus MacLane, que debuta en solitario después su rol de codirección en Buscando a Dory (2016) junto a Stanton, nos tenía preparado un golpe en la quijada. Que igual está lejos del resumen de la vida en pareja al comienzo de Up: una aventura de altura (Pete Docter, 2009) o de Mamá Coco cantando en Coco (Lee Unkrich, 2017).

La clave para el regreso de los humanos está en el viaje interestelar, pero las leyes de la física indican que al acercarse a la velocidad necesaria, el tiempo comienza a correr más lento. Así que cada viaje significa un sacrificio en cuanto a las vidas de quienes permanecen en el planeta con respecto a la de Buzz. Así que no solamente tenemos vidas que envejecen ante sus ojos, sino que ni siquiera tuvo la oportunidad de acompañarlas.

Y si en la mencionada Up... el momento emotivo daba paso a la aventura más clásica, que en aquel caso incluía un pájaro medio loco y un perro que hablaba finito, en este caso, cuando las cosas se estabilicen tendremos la gran aventura de Buzz, en la que no faltarán su antagonista de siempre (que no es Woody) y las escenas perfectas para que el personaje aprenda la lección. Porque no deja de ser una película de Pixar en la que al cierre se superan algunos de los traumas que nos presentaron en los primeros minutos.

En cuanto a este tramo de la película, la animación tampoco falla, aunque es imposible que genere imágenes tan lindas como las que nos trajo Luca (Enrico Casarosa, 2021). El mundo del Buzz “de verdad” tiene colores apagados, aunque sí se destaca por algunos diseños de naves y trajes que recuerdan (o al menos a mí me recordaron) a Robotech. Aunque debo ser honesto: nunca vi Robotech. Los más pequeños podrán disfrutar de los gags visuales y se llevarán una lección acerca del trabajo en equipo, superar la presión y aprender de los errores. Los grandes, mientras tanto, nos enfrentaremos a un dilema moral que quizás sea el único defecto que se le pueda endilgar a la casi perfecta Volver al futuro (Robert Zemeckis, 1985).

Ah, y no puedo dejar de mencionar a Sox, el gatito robot que le asignan a Buzz para lidiar con el estrés postraumático (y el estrés a secas). A diferencia de Pixar, es el Estudio Disney el que ha sabido explotar desde tiempos inmemoriales la idea del animalito gracioso, que podrá estar pensado para vender juguetes pero cumple un rol fundamental en el disfrute de la historia. Sus compañeros de habitación parecen haber aprendido la lección y se despacharon con un cúmulo de humor físico y frases que funcionan incluso en la versión doblada al español (existen funciones subtituladas, pero hay que buscarlas bien).

Lightyear no ocasionará cambios en mi top 5 ni en el top 10 de películas de Pixar, pero es innegable que los más pequeños disfrutarán de un buen momento, incluso si sus padres se aterrorizan ante la demostración pública de cariño de dos personas adultas que se quieren (es broma... si quieren que sea broma). El componente espacial está a la orden del día, el arranque no da tregua y hasta tenemos ese momentito que nos estruja el corazón. El pop no era salado, fueron mis lágrimas.

Lightyear. 115 minutos. En salas de cine como Colonia Shopping, Grupocine Ejido, Las Piedras Shopping, Punta Carretas, Punta del Este, Siñeriz Shopping de Rivera (también en portugués), Torre de los Profesionales, Life Cinemas Costa Urbana, Punta Carretas, Punta Shopping, Tres Cruces, Movie Montevideo (también en inglés), Nuevocentro, Portones, Punta Carretas, Ópera.