Probablemente uno de los dos más importantes escritores estadounidenses de género negro vivos (el otro es James Ellroy), Michael Connelly (Filadelfia, 1956), ha tenido una relación bastante cordial con el mundo audiovisual. Su obra fue adaptada tempranamente nada menos que por Clint Eastwood (Blood Work, 2002), dio buenos entretenimientos con The Lincoln Lawyer (con Matthew McConaughey, 2011) y legó las legendarias siete temporadas de Bosch en Amazon (2014 a 2021).

Connelly ha demostrado ser rentable para la industria de las pantallas y este año se redobla la apuesta sobre su trabajo: Bosch regresa, reconvertido en su propio spin off, con Bosch Legacy en Amazon, mientras que Netflix lanza una nueva adaptación de The Lincoln Lawyer, ahora en diez episodios.

Segundas partes a veces son buenas

Desazón y curiosidad brotaron de todo fan auténtico de Bosch al enterarse de que aquella séptima temporada era la última de la serie.

Desazón porque la serie creada por Eric Overmeyer (y que contaba con el propio Connelly como guionista y productor) había logrado ser uno de los mejores productos policiales de la última década, construyendo al Harry Bosch de Titus Welliver como uno de los personajes más atractivos de la televisión.

Y curiosidad, porque se anunció al mismo tiempo una continuación de la historia que tomaría el testigo de lo que también había ocurrido en la saga de novelas: Bosch renunciaba al Departamento de Policía de Los Ángeles y comenzaba su andadura como detective privado, al mismo tiempo que su hija Maddie (Madison Lintz) se transformaba en una novata del mismo departamento de policía que su padre había dejado. Era el anuncio de Bosch Legacy.

También generaba ansiedad el cambio de producción: ahora la serie estaría a cargo de Freeve, una subsidiaria económica de Amazon, lo que implicaba un descenso de presupuesto.

Quédense tranquilos: la serie sostiene perfectamente su densidad, su complejidad, su tensión y su eficacia, al punto de que podríamos decir que estamos ante una octava temporada antes que ante la primera de un nuevo producto.

Al mejor estilo de la serie madre, la gran mayoría de los capítulos funciona de modo autoconclusivo y, aunque se atan varios viejos cabos sueltos, quienes nunca vieron Bosch pueden darle una oportunidad a la primera entrega de Bosch Legacy.

La primera entrega plantea, como era costumbre en Bosch, varios casos a seguir al mismo tiempo. Por un lado, la abogada Honey Chandler (la excelente Mimi Rogers, que disfruta de un papel a su altura) persigue judicialmente a los hombres que encargaron su asesinato, y el caso tendrá una sorprendente derivación vinculada a la mafia rusa. Bosch ahora trabaja para ella e investiga ese caso, pero pronto tendrá más tareas: un billonario le pide que rastree su posible descendencia y un médico es presuntamente asesinado por un indigente.

Por su parte, Maddie patrulla las calles junto a su oficial instructora Vázquez (Denise G Sánchez, uno de los grandes aportes) y, entre sus muchos casos, asoma un violador serial.

Bien escrita, siempre tensa, con un gran trío protagónico y siempre creíble, Bosch Legacy es un gran aporte a la historia del personaje y su universo, con una segunda temporada ya confirmada para 2023.

El abogado móvil ataca de nuevo

Dentro de la obra de Connelly, la saga de Mickey Haller ha sido una segundona en comparación con la de Harry Bosch (siete novelas contra 24), pero no deja de ser un personaje distinguible y atractivo para el mundo audiovisual: un brillante abogado con variados problemas personales cuya oficina es el asiento trasero de su Lincoln.

Muchos clientes tendrá en esta nueva encarnación del personaje, en la que el mexicano Manuel García Rulfo (en un gran protagónico, el primero de semejante importancia que asume) toma el personaje de manos de Matthew McConaughey y lo lleva a las calles de Los Ángeles durante diez episodios, en una versión creada para Netflix por el experto en series judiciales David E Kelley. Aunque la temporada adapta directamente The Brass Verdict (la segunda novela de la saga), se nota la mano de Kelley en los muchos casos individuales que Haller va resolviendo mientras se desenvuelve el gran caso general: la acusación de homicidio –de su esposa y el amante de su esposa– a un gran diseñador de videojuegos.

El toque de Kelley, a quien los memoriosos televisivos deben recordar de series como Boston Public, Ally McBeal y Chicago Hope, se distingue además en el tono. La serie es antes que nada liviana, entretenida y se disfruta a toda velocidad. Su elenco es por completo funcional: Neve Campbell, una estupenda Becki Newton, Jazz Raycole y Angus Sampson se suman a los esfuerzos de García Rulfo, generando personajes tan queribles como unidimensionales. En cierto modo, la serie recuerda a otro tiempo de la televisión, cuando cada episodio cerraba y teníamos personajes fijos que poco evolucionaban, aunque aquí se atiende también al modelo actual de binge watching y la serie se escurre como agua entre los dedos.

Cierto es que recorre todos los clichés del género judicial al dedillo, pero tampoco eso decepciona: entrega lo esperado y lo hace con total corrección y eficacia. Yo me anoto tranquilo a una segunda temporada (que todavía no está confirmada).

Un dato menor pero interesante es que en las novelas de Connelly, Harry Bosch y Mickey Haller son medio hermanos por parte de padre (de hecho, Bosch coprotagoniza dos de las siete novelas de Haller), pero ambas producciones han adelantado que no cruzarán nunca a Welliver con García Rulfo, por tratarse de diferentes streamings.

The Lincoln Lawyer. Diez capítulos de 50 minutos. En Netflix. Bosch Legacy. Diez episodios de 55 minutos. En Prime Video.