Hay pocos comediantes más consagrados que Rowan Atkinson. El británico (nacido en Consett, Durham, en 1955) es uno de los rostros más reconocidos de la televisión de los últimos 30 años. Su más famosa creación, Mr Bean, se continúa emitiendo y es difícil creer que haya durado tan sólo cinco temporadas, entre 1990 y 1995, aunque Atkinson ha vuelto al personaje en ocasiones especiales (para los Juegos Olímpicos de 2012 y en un par de películas) y en una serie animada de corte infantil.

No es su única creación cómica, por supuesto. De hecho, su salto a la fama local fue la comedia Blackadder (1983-1989), creada junto al hoy famoso guionista Richard Curtis (Un lugar llamado Notting Hill, Cuatro bodas y un Funeral, About Time). Por otro lado, Johnny English, su parodia de James Bond, protagonizó dos populares largometrajes.

Y no sólo de comedia vive el hombre: Atkinson es un actor extremadamente completo que ha sabido mostrar su vis dramática con gran éxito en variadas películas, en particular, en tiempos recientes, en la piel del comisario Jules Maigret –la inmortal creación de Georges Simenon– en cuatro películas televisivas simplemente excelentes, estrenadas entre 2016 y 2017.

Así las cosas, con Atkinson tan firmemente establecido y con la potestad de filmar lo que quiera, la nueva serie para Netflix Man vs Bee se siente como un regalo del actor a sus fans de la primera hora, a las hordas de seguidores que consumieron su particular golpe y porrazo, a los que disfrutábamos de Mr Bean en las situaciones más absurdas.

Érase una vez una abeja

Trevor (Atkinson) no está pasando por un buen momento. Acaba de perder su empleo y la relación con su hija adolescente pende de un hilo. Es que el hombre es un desastre, incapaz de hacer algo bien. Un inesperado golpe de suerte lo coloca en una nueva empresa como cuidador de casas mientras sus propietarios salen de vacaciones. Queda a cargo de una mansión ultralujosa, supermoderna y cargada hasta las narices de objetos y obras de arte invaluables.

Sabemos desde el minuto uno que nada salió bien para Trevor ni para la casa ni para las obras de arte. ¿La culpable, según nuestro protagonista? Una abeja.

Dueño de un estilo muy particular de humor físico –el tradicional golpe y porrazo– pero también un cultor del gromeló, ese estilo de comedia prácticamente mudo (apenas si se farfulla expresiones sin sentido específico) y en el que se actúa exageradamente incluso frente a objetos, Atkinson vuelca toda su sapiencia en la interacción cada vez más demencial de Trevor con su inesperada invasora antófila.

No tiene sentido enumerar las situaciones que irán destruyendo la casa, las obras de arte y al propio Trevor, cuando el encanto está en verlas, pero sí reconocer que la inspiración de esta nueva serie creada por el propio Atkinson junto a William Davies puede rastrearse tanto en los muchos episodios en que el Pato Donald enfrentaba a una abeja (hay situaciones por completo reiteradas) como en unos capítulos de Mr Bean en particular (“The Trouble with Mr Bean”, de 1992), en los que una abeja era la causante de un montón de problemas.

Atkinson aparece prácticamente en cada escena de los 90 minutos que componen la miniserie, que bien puede verse de un tirón como si fuera un largometraje. Todo descansa sobre sus hombros y él lo sabe: está por completo a la altura del desafío y logra momentos hilarantes, escatológicos, sorpresivos y siempre plenos de esa incomodidad que despierta vergüenza ajena.

Antes de su estreno sobrevolaba la pregunta de si el enfrentamiento entre Mr Bean y una abeja sería suficiente para una miniserie. Con el resultado a la vista queda más que claro que sí. Ya como miniserie, ya como una buena película en episodios breves (con su giro inesperado al final y todo), Man vs Bee es también una demostración de la vitalidad, actualidad y plenitud de uno de los más grandes comediantes de nuestros tiempos.

Man vs Bee. De Rowan Atkinson. Nueve episodios de diez minutos. En Netflix.