Se ha dicho antes, pero el público se renueva: Garth Ennis odia a los superhéroes. Por eso, este guionista irlandés los ha bastardeado y ridiculizado muchas veces a lo largo de su obra, pero nunca de una manera tan sistemática y elaborada como en The Boys, la serie que realizó junto al dibujante Darick Robertson (entre otros) para el sello independiente Dynamite en Estados Unidos.
En esa historieta se presentaba un universo plagado de seres superpoderosos con mallas y capas, pero cuya lucha por la justicia y el bien era una farsa: se trataba de seres repugnantes y deleznables, cargados de todas las falencias y depravaciones posibles de los seres humanos, pero elevadas al infinito por sus poderes. Sin embargo, no todo estaba perdido: el bien contaba con The Boys, un equipo de “control” de estos superhéroes que no pocas veces eran peores que aquellos que combatían.
A lo largo de varios años –entre 2006 y 2012– Ennis y compañía contaron las muchas aventuras de este grupo y de este universo, mucho más reconocido a partir de 2019 cuando Erick Kripke (el creador de Supernatural) presentó mediante Amazon su adaptación televisiva, que no ha hecho más que crecer –y generar su propia versión de la historia, como debe ser– a lo largo de dos temporadas y una tercera que acaba de culminar.
Por encima de la sátira al género superhéroes, la serie se enfoca en generar una farsa de nuestra propia realidad, especialmente el marco político estadounidense. Por eso, sobrevuela sobre toda esta temporada el canto del cisne del gobierno de Donald Trump, así como su mensaje de derecha por momentos extrema en la voz de Homelander (brillante, una vez más, Antony Starr), acaso el villano a vencer pero también, a su modo, el protagonista de todo el relato.
Son las acciones de Homelander las que impulsan la trama de esta temporada: se va librando de las ataduras sociales mientras crecen su poder y jerarquía dentro de Vought (la compañía dueña de los superhéroes, el cine, las empresas, en fin, la Disney de este universo).
El ascenso de Homelander lleva a nuestros protagonistas a lugares inesperados en busca de armas o mecanismos que les permitan vencerlo.
A todo esto se suma Soldier Boy (Jensen Ackles, de Supernatural), un sosías del Capitán América que quizás sea el único capaz de derrotar a Homelander. Pero, claro, es otro de los tantos detestables seres superpoderosos, por lo que la pregunta de cuál de ellos dos –Soldier Boy o Homelander– es peor dividirá constantemente a nuestros protagonistas (el ahora sexteto conformado por Karl Urban, Jack Quaid, Erin Moriarty, Laz Alonso, Tomer Capone y Karen Fukuhara).
La temporada es arrolladora en ritmo (esperar semana a semana el capítulo nuevo recordó a mejores tiempos de la televisión), aunque cierra de manera algo inconducente. La nueva tanda de episodios trae muy buenos personajes nuevos (entre los que se destaca La Leyenda, encarnado por Paul Riser, que se mete así en dos de las series más populares, si le sumamos su rol en Stranger Things), aunque sigue por momentos sin saber muy bien qué hacer con otros. Dan ganas de seguirla, así sea por su mala leche, su humor zafio o, sobre todo, por su nivel de diversión y entretenimiento.
The Boys, tercera temporada. Ocho episodios de una hora. En Prime Video.