La serie dramática Anatomía de un escándalo adapta la novela homónima de Sarah Vaughan (2018). Creada por David E Kelley (Ally McBeal, Big Little Lies) y dirigida por SJ Clarkson (Succession), es un apasionante thriller sobre el consentimiento que pone foco en la transformación del rol de la mujer en los casos de abuso sexual.
Ya otras series, como The Undoing (HBO), abordaron esta problemática en las esferas de poder: ante una denuncia, la mujer del acusado debía mantenerse firme a su lado por imposición social. En cambio, en Anatomía de un escándalo esta dinámica es alterada por la evolución de la esposa del protagonista. Es en el desarrollo de su personaje donde reside la mayor virtud de la serie.
James Whitehouse (Rupert Friend), un carismático ministro del Partido Conservador británico, es acusado de violación por su asistente Olivia Lytton (Naomi Scott), quien fue además su amante. De la mujer y madre de los hijos de James, Sophie (Sienna Miller), se espera que encarne la figura de la pareja que le cree y apoya a su marido por sobre todo. La cuarta protagonista es la implacable fiscal Kate Woodcroft (Michelle Dockery), quien está también atravesada por los hechos y segura de la culpabilidad de James pero deberá probarla ante un sistema judicial machista.
La actitud inicial de Sophie es la de sostén incondicional, pero poco a poco se diluye y muta de forma sobresaliente: a través de acertados flashbacks, vamos conociendo más datos del turbio pasado de James y sus secretos con el actual primer ministro que harán que Sophie dude de la verdad que su esposo intenta imponer. La construcción del personaje de James es perfecta y responde al prototipo de hombre encantador y mentiroso que busca convencer a partir de la “no necesidad” de hacer lo que hizo (ya que él lo tiene todo). Esto conecta con la constante presunción de inocencia de los hombres que abusan y con la sospecha hacia las mujeres que denuncian. La idea del “yo sí te creo” va tomando forma a lo largo de la historia, haciendo especial énfasis en el consentimiento, el cual se representa sin perspectivas misóginas sino dejando en claro al espectador que sólo sí es sí.
El acoso de la prensa y el foco puesto en las víctimas (y no en el hombre acusado del delito) es brillantemente expuesto: “Cómo es dormir con un acusado de violación?”, le preguntan a Sophie, cargando sobre las mujeres el peso de ser ellas las responsables de lo que los hombres hacen o dejan de hacer. De algún modo, este escándalo sexual de la élite británica se lleva por delante la psiquis de todas las mujeres implicadas.
Ágil e inteligentemente narrada, la serie derrumba la falsa idea de que las mujeres denuncian por “venganza” y deja en evidencia los privilegios de ciertos sectores frente a estas acusaciones. Es decir, apunta a quienes obtienen el beneficio de la duda con más frecuencia que quienes son rápidamente tildados de mentirosos por su género, etnia o clase social. El resultado es una interesante y necesaria mirada acerca de la construcción machista de la sociedad, en la que aún en delitos cometidos por hombres hay cuestionamientos hacia las mujeres implicadas. También, un llamado a la atención a quienes se sienten impunes ante actos de abuso. En todo caso, Anatomía de un escándalo es un thriller judicial fascinante.
Anatomía de un escándalo. Seis episodios de una hora. En Netflix.